martes, 18 de noviembre de 2014

La Comunicación enredada

La Comunicación en redes o la Comunicación enredada

Uno  de los aspectos de las Ciencias que tienen años llamándome la atención y al que mayor tiempo le he dedicado, es el de la Comunicación; a él le he dedicado, además,  cuantiosas sumas de dinero, a veces mío y a veces de otros. Cuánto hubiese deseado que el conocimiento alcanzado fuera directamente proporcional a la inversión en la materia!

En ese mismo sentido, hay una aplicación  de esa Comunicación que en los tiempos que corren es crucial y en quien he gastado algunas de mis neuronas, de las que todavía no han sido afectadas, creo yo, y ese elemento es La Comunicación en las Redes Sociales. Pero … Qué es lo que me motiva?

Fundamentalmente en los últimos tiempos, he visto la gran cantidad de problemas que se producen en la Comunicación que uno establece en las Redes; o sea en  Facebook, Twiter, Messenger, WhatsApp, mensajes de texto, correo electrónico, etc. De manera que ese desperdicio llamado “malos entendidos” está a la orden del día en todas esas redes sociales; aunque más de una vez se convierten, producto de lo que venimos hablando, en redes antisociales, porque ….¡cómo he visto gente últimamente declarando “boto tierrita y no juego más”!, abandonando el juego de la Comunicación, cuando no, derivando esto en enemistades y rompimiento de todo tipo de relaciones.

Ahora bien, lo primero que puedo pensar, un pensamiento muy viejo, por cierto, es que los seres humanos en general, hemos sido preparados maltrechamente para establecer comunicaciones afortunadas con nuestro semejantes, ya que existe todo un complejo mundo por conocer que influye en la recepción del mensaje de nuestros emisores en los términos en los cuales el mensaje ha sido concebido. O sea que el mensaje, cualquiera que sea, encierra una intencionalidad, es decir que no es tan ingenuamente natural o naturalmente ingenuo, como pareciera ser.

Así, los estudios en este sentido de la Comunicación han demostrado que en ese proceso de comunicarnos hay comprometidos una serie de factores que harán posible la comprensión ulterior de los mensajes, de tal manera que en esa comunicación cara a cara el tono de voz, la expresión corporal, el carácter y los gestos, contribuyen en un 93% al entendimiento comunicacional. La conclusión es obvia: gestos y fisiología son determinantes en ese proceso de intercambio humano de contenidos.  Y qué pasó con el 7% restante? Bueno, ese 7% lo aporta la palabra. Queeeeé?

Con esta información nos venimos, entonces, para tratar de entender lo que sucede en las redes sociales, encontrándonos que el primer y principal problema que se nos presenta es que la Comunicación que se establece en este ámbito es de puras PALABRAS, ya que por ser eminentemente escrita se nos imposibilita VER gestos, ESCUCHAR tonos,  OBSERVAR la expresión corporal, SENTIR la respiración, etc.

El problema se presenta cuando, a falta de la inobservancia de  gestos y Fisiología, comenzamos a imaginárnosla, a crearla, creación ésta que hacemos sobre las bases de nuestros propios mapas del mundo y sobre el pre-juicio que tenemos de nuestros interlocutores. Desastre total, la mayoría de las veces!
Pero hagamos un ejercicio real. Tomemos la siguiente respuesta que le dio mi amiga Estela a una de mis comunicaciones: 

“Y qué es lo que estás haciendo tú jajajaj” (negritas, comillas  y subrayado mío)

Si a esta expresión yo le coloco la gestualidad amable de mi interlocutora, la cual conozco muy bien, una cara genuinamente sonreída y la risa fácil y desprejuiciada, evocadora de momentos de relax y agradable compartir, el resultado es que continuaré el diálogo en la virtualidad de mi PC con ella y hasta agradeceré el que se haya tomado el tiempo para leer y responderme.

Caso muy contrario es que a esa misma expresión le coloque un rostro adusto, una corporalidad retadora, unos movimientos de  manos ofensivos y un jajajaj como los del  Guazón o la risa macabra   de las hienas. En ese caso mi respuesta podría ser  algo parecido a esto:
-        
“  - mire, Profesora Salguero, se va bien largo a ¿=)(&%$%&&/((/%·$%&/&%%&/&((()====(&%$·$·, Okey?” Y boto tierrita y no juego más!

Por eso, ya para ir cerrando, lo recomendable es que cuando escribamos lo hagamos pensando en alguien, en que ese alguien tiene sus propios mapas, creencias  e interpretaciones y que, en consecuencia, pudiera vivir en un plano interpretativo distinto al de uno. Es lo más seguro! Ah, pero ya  que sabemos algo de esto, cuando leamos también debemos pensar que esto mismo le sucede al que escribe, o sea….


El Pantalón Campana




Del frustrado pantalón campana al
desnudo tumba gobierno

Corrían  los últimos años de la década más hermosa que ha conocido la humanidad, la del ´60 y a los jóvenes de aquel entonces nos faltaba tiempo para disfrutar de toda la explosión   musical que tuvo lugar desde comienzos de esa década hasta bien entrados los años ´70. Tanto la llamada música moderna, como la salsa y otros géneros musicales competían por la aceptación de la audiencia.

Por su parte, la Guerra de Vietnam se encontraba en sus niveles más álgidos y el Socialismo Científico luchaba por ganarle la pugna al Capitalismo, mientras en las Universidades públicas cada vez mayores sectores de la “sociedad pensante” radicalizaba  sus posiciones vanguardistas a favor de la Revolución Bolchevique y en contra del stablishment y de la sociedad de consumo. Mientras los menos jóvenes y más leídos y preparados imaginaban y daban gallardas discusiones acerca de la sociedad igualitaria importada de la Unión Soviética, los más jóvenes nos entregábamos, algunas veces desde la clandestinidad –dependiendo de la orientación ideológica de los líderes del hogar- a entonar las canciones de Los Beatles, Los Rollings Stones, del Grupo Creedence y otros más que irrumpieron con inusitada fuerza en la esfera musical de la década de oro, en la que el Festival de Woodstock del año ´69 marcó el punto cenital.

En la misma época, pero en el campo político, el Mayo Francés de 1968 terminaba de acicalar las mentes progresistas de los jóvenes comunistas del momento, quienes al mismo tiempo que se negaban a hacer comparsa con la sociedad de consumo, rechazando cualquier atisbo de música hablada en Inglés, terminaban refugiándose en la música clásica, como para evitar las provocadoras tentaciones de una música que, bailada en la obscuridad de las discotecas de la época, provocaba un sinfín de sensaciones, a veces inaguantables hasta para el más radical de los puristas revolucionarios. De todos modos quienes sucumbían a la tentación del demonio capitalista, se auto-castigaban leyendo o releyendo el Manifiesto del Partido Comunista, por eso sería que Un nuevo fantasma recorre Europa quedó grabada en la memoria de todos los revolucionarios, lo que no significa que necesariamente todos fueran impíos, o sea.

Por cierto que un compañerito de clases al que llamaba El Indio Vejar, gochito para más señas, trataba de halagarme con la música de esos años, pero al ver que no reaccionaba a ninguna, por los temores de contravenir las indicaciones del líder de mi manada, se  recordó que en mi casa sólo había escuchado música clásica y entonces me dijo: “ah sí, quieres que te ponga un clásico? Ya te voy a poner un clásico”! Y justamente, sacó un LP y en su tocadiscos RCA Victor comenzó a sonar El Clásico Presidente de la República de 1963, en la voz de Virgilio de Khan, Alí Khan. Para terminar el cuento con una infidencia, resultaba que su hermana se había hecho novia de un   play boy de la época conocido con el remoquete de Tapa Tapa, el que le tenía un apartamento tapizado con todos los discos de los clásicos hípicos de esos años.

Ahora bien, otro de los aspectos que constituyó un problema en esa vida de convivencia poli-ideológica   en los años finales de los sesenta, fue el de la moda; ya que la moda, como ha sido toda la vida en nuestros continentes, representaba la cultura occidental con toda su carga consumista y, por supuesto, con un marketing identificado con la cultura anglosajona. Una de mis grandes frustraciones de entonces fue ponerme un pantalón campana, o acampanado o de bota ancha como también se le llamaba. Aún recuerdo con apetencia aquel pantalón campana, tipo blue jean, que usó George Harrison, guitarrista y arreglista de Los Beatles, en la celebérrima portada del no menos celebérrimo disco “Abbey Road” tal vez el más famoso y el de más historia de todos cuantos grabaron Los Chicos de Liverpool. Ese pantalón me llevó a tomar el riesgo de plantearle a mi mamá la posibilidad de presentar una moción para que el líder se paseara por la eventualidad de dejarme comprar un pantalón campana. Cuando la vieja regresó con el resultado, yo ya lo sabía, ya que ese pantalón campana me lo tendría que ir a poner bien lejos del territorio demarcado.

Así era la militancia en el campo de las ideas revolucionarias. Muchas veces exigía acometer grandes privaciones, para demostrar que la oposición al modelo consumista pequeño-burgués era un asunto que devenía en un apostolado que enfrentaba en todos los terrenos las tentaciones que el Tío Sam  ponía en el camino; no siendo pocos los que  adoptaban prácticas inquisitorias en el sostenimiento de un celibato dirigido a la adopción totémica de los principios filosóficos asociados al marxismo, leninismo, trostkismo, maoísmo o cualquiera de los ismos de la cata ideológica   izquierdista. Sin embargo, para un carajito de 15 años esto era poco entendible, ya que a esa edad lo principal era vivir la vida loca sin ataduras a preconceptos con los que, seguramente, uno tenía que comenzar a lidiar en apenas tres o cuatro años, de manera que yo seguiría clamando por mi pantalón campana.

Pero los años no perdonan, como dice el adagio popular, y con ellos surgen cambios, transformaciones a veces radicales en el comportamiento de las personas, de manera que lo que una vez fue una norma de inapelable cumplimiento, hoy puede ser solo un fugaz recuerdo del sostenimiento del de modé de una era. Tan ridículas pueden ser las explicaciones de estos cambios, que Joan Manuel Serrat, uno de los imprescindibles para insuflar el ánimo de los radicales de los sesenta, le fusiló a Winston Churchill su justificación al cambio de ideales, con aquello de que “Quien a los veinte años no sea revolucionario, no tiene corazón y quien a los cuarenta lo siga siendo, no tiene cabeza”.

De manera que pasaron los años, pasaron casi cuatro décadas. Cada adulto se fue a formar su nueva manada; como pudieron, como supieron, como nos enseñaron. El ideal estaba allí. Los valores estaban allí. Los principios estaban allí, claramente marcados. Sólo que, aparentemente, las cosas cambiaron y las nuevas camadas hicieron sus sustituciones bajo la indiferencia de quienes otrora marcaron rígidamente el camino a seguir: la inexorable revolución socialista. Así ocurrió también la sustitución ¿dialéctica? de los líderes: Carlos Marx fue sustituído por Carlos Ortega; Vladimir Illich Ullianov (Lenin) fue sustituído por Henrique Capriles; Mao Tse Tung fue sustituído por Leopoldo López; Rosa Luxemburgo fue sustituída por María Corina Machado y Ernesto Guevara, el Ché, ha sido sustituído por Robert Alonso.

Cada uno de estos líderes emiten nuevas y creativas órdenes a sus subordinados, en la consecución de un ideal de vida, de vida capitalista, me imagino; ultraderechista, intuyo; terrorista, presiento; perversa y hasta ridícula, estoy seguro. “Caceroleen el 24 de Diciembre a las 12 de la noche” y cacerolean; “no vayan a la playa en Carnaval, ni en Semana Santa” y no van; “destruyan árboles, semáforos, carros y bosques” y los destruyen; “tranca tu calle, tranca tu urbanización, atraviesa tu carro” y se tranca y se atraviesa; “vístete de blanco” y se visten; “ahora vístete de negro” y se vuelven a vestir; “ahora desvístanse, tómense fotos desnudos, móntenlas en facebook, en twiter y en todas las redes sociales” y se desvisten y se toman fotos desnudos y las montan en facebook, en twiter y en instagram.

Visto esto, yo no puedo concluir sin pedir una reivindicación histórica, que exonere y devuelva los derechos conculcados a aquel cándido jovencito que en la década del sesenta solicitaba nimiedades. Así que exijo que se me devuelva al año 68 y se me entreguen todos los pantalones campana que un joven puede usar durante los cinco años de su bachillerato; también exijo que se me permita escuchar “Simpatía por el diablo”, el éxito por antonomasia de los Rollings Stones, a todo volumen en el balcón del apartamento, en el moderno picot Phillips; ah y por último pero no menos importante,  que se me permita llegar después de las 10 de la noche de las fiestas, ya que    esa era la hora  en que la cosa se ponía buena, teniendo  que dejar a las novias alborotadas para que otro viniera a terminar el trabajo por mi comenzado, ah bueno! 


La Tesis doctoral


El amargo placer de trabajar en 
la Tesis Doctoral

Pocas cosas en la vida de un universitario causan tanto placer sonoro como aquel de escribir su Tesis Doctoral. Tal vez la rimbombancia del término sea la responsable de que, aún dentro del sufrimiento que produce escribir un trabajo de 300 páginas sin anexos, se consiga llegar al éxtasis, al menos enunciativo, cuando se empieza a trabajar en tan dura cuestión. Hay algo de caché en eso de escribir la Tesis Doctoral!
Comenzando con que la Doctoral es la única  Tesis que tiene nombre y apellido. Nadie que esté trabajando en ella se le ocurre decir “estoy trabajando en mi trabajo de grado”, no, dice clara y pomposamente “es que estoy trabajando en mi Tesis Doctoral” y usted se imagina esa “Tesis Doctoral” en negritas, subrayada y en letra 18 Times New Roman. ´Na guará!
Las demás tesis no reúnen méritos como para ser llamadas por nombre y apellido. Uno jamás ha escuchado a alguien decir “no he podido salir porque estoy trabajando en mi Tesis TSUral” o “la Tesis Licenciatural me roba todo el tiempo” o “estoy desaparecido porque estoy trabajando en mi Tesis Magisteral”. Además que suena de un feo cacofónico!
Algunas veces me ha tocado saludar a colegas profesores que tenía tiempo sin verlo(a)s y la respuesta a mi saludo “épale, qué te has hecho que tenía tiempo sin verte”?, ha sido invariablemente la misma “pero, cómo, si es que estoy escribiendo mi Tesis Doctoral”. Y uno se siente vago, sin oficio, ocioso, trashumante, porque es que además te responden en forma rezongona y, claro, uno ve a alguien con ojeras, trasnochado y a veces hasta famélico y la verdad es que le despierta cierta compasión y hasta un poco de admiración, por qué no?
Pero también se nota cierta dosis de orgullo en la respuesta, aunque un poco morboso, ya que te están diciendo “mira, estoy sufriendo, no salgo de mi casa, no llevo a los niños a comer helados, no me reúno con nadie, más nunca me he echado un palo” todo por estar escribiendo …. Mi Tesis Doctoral, esto último lo agrego yo, porque … es que la otra cosa que jamás he logrado observar es que quien escriba su Tesis Doctoral lo haga en un estado óptimo de felicidad, no! No he visto a nadie que exprese “hurra, estoy escribiendo mi Tesis Doctoral, que vaina tan buena”! Siempre hay un dejo de hastío y desazón que sólo es compensado con la expresión lacónica “estoy escribiendo mi Tesis Doctoral”
Y es que en las casas en las que uno de ellos escribe su Tesis Doctoral se produce una especie de obscuridad; obscuridad en el ámbito vacacional (nadie sale de vacaciones mientras papá o mamá esté escribiendo su Tesis Doctoral, ah bueno); obscuridad en el ámbito etílico (total abstinencia alcohólica) y obscuridad sexual (aquí se acabaron los “ay que me muero, de media noche en la hamaca”, como diría Andrés Eloy Blanco). Lo que agrava el asunto es que muchas universidades otorgan plazos de hasta seis años para la entrega del fatídico requisito, los cuales se amplían con alguna que otra prórroga que solicite el doctorando (ahhh, este es otro de los términos pomposos y únicos de la jerga doctoral: nadie es maestrando ni ingenierando!).
Bueno, como quiera que hoy me ha dado por escribir con mucha formalidad y ese no es el carácter de El País de Comiquita, voy a finalizar con un cuento, para ver si en el futuro las cosas cambian y logramos recuperar prontamente a aquellos amigos doctorandos que están en plena Tesis Doctoral:



Qué es lo importante en una Tesis (Fábula).

Un conejo estaba sentado delante de una cueva escribiendo, cuando aparece un zorro.

- Hola, conejo, que haces ?
 
- Estoy escribiendo una tesis doctoral sobre cómo los conejos comen zorros.
- Ja, ja, pero qué dices ?
 
- No te lo crees ? Anda, ven conmigo dentro de la cueva...
 
Total, que los dos entran y al cabo de un ratito sale el conejo con la calavera del zorro y se pone a escribir.
 

Al cabo de un rato llega un lobo.
 
- Hola, conejo, qué haces ?
 
- Estoy escribiendo mi tesis doctoral sobre como los conejos comen zorros y lobos.
 
- Ja, ja, que bueno, que chiste mas divertido !
 
- Que no te lo crees ? Anda, ven dentro de la cueva, que te voy a enseñar algo !
 

Al cabo de un rato sale el conejo con una calavera de lobo, y empieza otra vez a escribir. 

Después llega un oso.
 
- Hola, conejo, qué haces ?
 
- Estoy acabando de escribir mi tesis doctoral sobre como los conejos comen zorros, lobos y osos.
 
- No te lo crees ni tu!
 
- Bueno, a que no te metes en la cueva conmigo ?
 

De nuevo se meten los dos en la cueva, y como era de esperar, un león enorme se tira encima del oso y se lo come. El conejo recoge la calavera del oso, sale fuera y acaba su tesis doctoral.
 

MORALEJA DE LA HISTORIA:

1. No importa cuán absurdo sea el tema de tu tesis..
2. No importa si no tiene el más mínimo fundamento científico..
3. No importa si tus experimentos jamás llegan a probar tu teoría..
4. No importa, siquiera, si tus ideas contradicen los mas obvios conceptos de la lógica..
5. Lo que verdaderamente importa es ... QUIÉN ES TU TUTOR.



Del hombre y su fauna


DEL HOMBRE Y SU FAUNA

Desde hace tiempo he venido pensando en el desprecio que sienten las personas por la fauna y la flora, con sus respectivos frutos, de esta parte de la geografía en que me ha tocado vivir. Esto se evidencia en los calificativos que se le da a la gente cuando, dada una clara situación de desacato al orden, cometen infracciones penadas por la ley del hombre más cercano al punible, haciéndose acreedores de epítetos propios de la zoología. Pero, francamente lo confieso de una vez, en muchos de esos casos no siento lastima por el homo sapiens a quien va dirigido el cumplido, sino por los pobres animales que vienen a mal simbolizar lo que de negativo y maligno hay en el comportamiento humano.

Una mañana logré almacenar en esta memoria ram (cia) que se ha de obsoletizar por culpa de los modernos multimedia, un concierto en vivo, en el propio lugar de los acontecimientos, con sus protagonistas originales, en el que los adjetivos constituían  lo sustantivo del asunto, donde cada vez que alguien se desayunaba con el semáforo, daba la vuelta en “U” o cruzaba la esquina somnolientamente despacio, la justicia meneaba su látigo a través de afinadas gargantas para expresar frases como: “mira, perro #&%$*ñoe:%#”, o “apártate, burrángano…” o “apúrate morrocoy”. Definitivamente no existe razón alguna que justifique la apelación genérica de estos candidatos animales en el desmadramiento de los seres “superiores”, porque, por muy leve que sea la falta, un perro, según sea el caso, no se merece que se le desacredite y vilipendie de esa humanizada manera, verbigracia al tratarse del supuestamente mejor amigo del hombre. Además, a mí siempre me ha deprimido la gran lavativa que le  echó a los caninos teutones la mamá de un diputado de Nueva Esparta cuando le colocó a su hijo (el diputado) el hombre de Pastor.

Un caso bastante parecido es el que ocurre con los burros. ¿habíase  visto alguna vez un animal más trabajador y leal que estos simpáticos burritos? Nunca  jamás! Y sin embargo la gente no repara en pretextos para calificar de: “burradas” las acciones torpes y desproporcionadas de los hombres. A veces, pensándolo en frío, me asalta la idea de que lo que existe por parte del hombre hacia el asno es un celo encubierto, dada la dadivosidad con la que el creador privilegió al cuadrúpedo en cuanto a la dotación de su membresía varonil y en cuanto a la humildad con que arrastra su pena.

Una situación similar es la que vive El Camaleón, animal éste que, debido a ciertas características crónicas es blanco de burla de quienes les encanta hacer comparaciones poco ponderadas. Vale la pena destacar que este saurio vive encaramado en árboles y que, debido a la pigmentación de su piel, cambia de colores según la intensidad de los rayos solares y las tonalidades que lo rodeen. Por cuanto es un animal sumamente timorato y por cuanto es sometido a un acoso constante al ser confundido con la señora Iguana, el Camaleón ha desarrollado a lo largo de su evolución la particularidad de mimetizarse ante el peligro, lo que ha dado lugar a que este don sea aprovechado por el hombre en su afán de perpetuarse en los cargos públicos, al asumir el color del partido político que esté defendido su turno al bate, sin importar mucho la vergüenza que, se supone, es intrínseca al ser humano.

Esta particularidad del hombre, no de el Camaleón, ojo, es lo que ha dado lugar al asombro Jingle ese que dice así: “el camaleón, mamá, el camaleón, cambia de colores según la ocasión”. Ha llegado a tal punto la evolución del hombre en sus rasgos camaleonisticos que hoy existen familias enteras de reptiles en la que cada miembro se viste de un color, cada cual distinto, de tal manera que siempre haya alguno encaramado en el árbol, mientras que los demás se arrastran abajo disfrutando de la sombra proporcionada por un miembro del oportunista clan.


La nota que me ha dado hoy por salir en defensa de Lassie, el Burrito Sabanero que va camino a Belén y el Cama, cama, camaleón no es nueva; lo que pasa es que se ha ido acrecentando el rechazo hacia estas comparaciones tan destempladas, cuando contemplo cómo en los últimos gobiernos se ha multiplicado el numero de individuos que viven encamarados sin ser saurios, se guindan y no son monos, chupan sangre y no son murciélago, muerden y no son perros y rebuznan y, afortunadamente, no son burros.

1994
EL   ESCRITOR  DE  PROVINCIA




Quedó suficientemente claro en el articulo de Luís Barrera Linares el precio que debe pagar el escritor por mantenerse en ese rol, independientemente que a éste, la mayoría de las veces se le hace bien difícil cobrar. Pensaba yo, entonces, que si eso le pasaba al escritor-escritor: ése que es invitado a dar conferencias allende los mares, ése que es contratado ¿o mejor contactado? para cumplir con el uno por uno escritural  cuando viene algún colega extranjero, o ése que al morirse todos apuestan a que lo mató el Sida lo cual, aunque cueste creerlo, es hoy por hoy símbolo de status, ya que no cualquiera se muere de tan prestigiosa enfermedad; qué le quedará al escritor de provincia que no tiene medios ni de comunicación ni de los otros de que valerse para ver publicada su creatividad.

Si bien al escritor del amigo Barrera Linares muy esporádicamente cobra, el escritor mío, es decir al de provincia, muy frecuentemente paga; en primer lugar paga un realero en enviar sus artículos (éstos como no son de primera necesidad pagan impuesto al lujo) a los distintos medios impresos a ver quién se interesa en su producción. Aquí quienes ganan son las empresas de encomiendas, excluyendo Ipostel por supuesto, pero incluyendo a la CANTV por la gran cantidad de faxes que son enviados a los diarios. La segunda fase de este periplo comienza cuando se calcula que ya todos los diarios deben haber recibido los artículos: durante un tiempo indefinido se deben comprar ininterrumpidamente todos los días todos los periódicos a los que se les escribió. Esta es una tarea que a veces dura años y a un costo de, por lo menos quinientos bolívares diarios. ¿Qué por qué no publica en su terruño? Bueno, porque la máxima aquella según la cual nadie es profeta en su tierra, aquí se convierte en una sentencia.

Cuando ¡Al fin! Al escritor de provincia le publican en un diario nacional es cuando viene lo mejor. Primero, se compra unos diez ejemplares, por si se le pierde alguno en una de esas mudanzas. Luego, como no sabe cuándo le volverán a publicar, comienza ese mismo día a llamar a sus amigos de Mérida, Barquisimeto, Santa Elena de Uairén, Mesa de Aura; Apartaderos, San Fernando de Apure, Turén, etc. para que salgan corriendo a comprar el periódico y lo lean; es decir, lo lean a él, no todo el periódico. En esta etapa nuevamente la CANTV hace su agosto uniendo a toda esta gente a expensa de nuestro alegre y realizando escritor. Asimismo, a los amigos y familiares de la región hay que comprarles el periódico para obligarlos a que lo lean. Después de todo este desagüe de dinero vienen las llamadas de regreso para verificar que realmente lo leyeron y para buscar la realimentación positiva de lo que escribió. Hay otro gasto en fotocopias para los amigos que están en el extranjero, las cuales le son enviadas de cualquier manera; pero de que se enteran se enteran.

Por último, cuando le publican dos o tres veces seguidas ya se cree columnista fijo del diario y basado en ello comienza a reclamar, o más bien a implorar, para que le saquen algunos paguitos. Finalmente, termina convencido que no hay mejor pago que ver su obra semanalmente publicada; mientras continúa buscando la manera de pagarle al kioskero y los recibos telefónicos pendientes.




El cielo no pudo esperar más por Conchita


No esperen que este artículo se convierta en una suerte de elegía o canto a los muertos, prefiero dejar las elegías para cantarle a los amores furtivos que así como llegan de rápido, se marchan sin dejar huellas. Pero como Conchita es un amor que jamás va a morir prefiero conjugarla en tiempo presente, porque presente es el tiempo de los que duran para siempre.

Prefiero pensar que su largo viaje a Francia la aportó por un tiempo de nuestro lado, pero jamás podrá borrar la larga estela de dulces recuerdos que en mí ha dejado.

Prefiero acordarme con Jorge Luis Borges cuando decía que él tenía amigos que pasaba hasta treinta años sin verlos y no por ello dejaban de ser sus amigos; así que, si en mis próximos cuarenta años no veo a Concha, ello no es motivo que afectará mi intensidad hacia la amistad comprometida; de tal manera que no es la frecuencia con que nos veamos lo que habrá de darle el sello al afecto que me une a ella.

Prefiero pensar que, como están las cosas, iba a ser muy difícil que yo diera un viaje a Paris para verla –¡para mí Paris queda demasiado lejos!- y que al mudarse un poco más allá del meridiano de Greenwich pues más difícil me la pondría la Concha, cosa nada extraño en ella, así que para mí esto no es más que un cambio de residencia, cambio de residencia éste que mejoraría en alguna medida  el status de su penúltima morada, si es que es cierto aquello que dicen los entendidos según lo cual, si hay en la tierra algo parecido al Cielo entonces estamos hablando   de   la Ciudad de la Luz.

Prefiero   creer que su cambio, de Educación al ejercicio de la práctica política en la Gobernación de Bolívar, continúa hoy tan fuerte como ayer y que su absoluta dedicación al régimen de Andrés Velásquez continúa ocupando la mayor parte de su tiempo, para desgracia de algunos que éramos sus habitués en los saraos de los fines de semana.

Así que prefiero pensar, no sin sentir una pequeña dosis de celos, por demás bien justificados, que los nuevos amigos, hechos a la sombra de los gabinetes del gobernador de la erre to´choreta, continúan acaparándola y que aún hoy la mantienen secuestrada, condenando con ello al ostracismo a muchos, quienes incluso llegamos al extremo de conformarnos con llamarla a cualquier hora a su casa y tan sólo poder escuchar su tradicional “dígame”. “¿Qué más quieres que te diga, mi amor?”, es lo que normalmente le respondo.

Pensar en Conchita es recordar sólo momentos buenos, porque de buenos momentos es que debe estar llena la vida y la vida de la vieja Vázquez, como suele referirse a ella la negra Teresa Pierluissi, lo ha estado. Así que, cómo no recordar, por ejemplo, que cuando estaba a punto de dar a luz  a su segunda hija y todavía no había teléfono en casa de su hermano, se le ocurrió proponerme que al presentársele las novedades ella me avisaría mi; y que yo fuera, supuestamente a la medianoche, a casa de Mario y le moviera la camioneta hasta que sonara la alarma, que eso lo levantaría y entonces le daba el parte médico. Esto pareciera una estrategia normal; pero para los que no lo saben, su hermano, Mario Vázquez, era en ese momento Campeón Nacional de Tiro al blanco, tiro al negro, tiro al indio y tiro a todo lo que se moviera, así que al materializar tal acción seguro que serviría yo de inspiración para una Crónica de una muerte anunciada.

El anecdotario compartido con la Concha está lleno de historias de esta naturaleza, todas con un alto contenido humorístico, satírico y cómico, todas con finales felices, todas con bajadas de telón sonoras de aplausos,  encandilantes de luz,  ricas en  sensaciones y de multivariados sabores.

Por eso es que con todo y todo, no le echo la culpa al Cielo de quererla tener para el resto de nuestros días, pues allá sabían de lo que se estaban perdiendo al dejarla compartir con los privilegiados mortales, quienes nos dejamos atraer con su magnetismo y comenzamos a sufrir de una especie de concha-adicción.


Así que, si en los próximos años no vuelvo a ver a Conchita, no crean que es porque no he querido, ¡es que se ha mudado aún más lejos para mí!; pero lo que sí es seguro es que nos volveremos a ver, sólo que le voy a pedir tanto a Concha, como a sus huéspedes en el Cielo, que conmigo tengan un poco de paciencia … ¡es que suelo ser muy lento para algunas cosas!…. es más.
10-05-95

DE MEJORES LUGARES (COMUNES) ME HAN BOTADO!


Un nuevo fantasma recorre el mundo: es el nefasto fantasma del lugar común, o expresión tan trilladamente utilizada por propios y extraños que su abuso ha sido responsable de obtusas barbaridades. No es mi intención en estas breves líneas hacer análisis que me compliquen la vida, al meterme, sin querer, Con La Lengua del Profesor Alexis Márquez Rodríguez, ya que en su inquisitoria sabiduría idiomática sí estoy seguro que no saldré con vida. Sin embargo la crítica festiva a estos desconcertantes “giros literarios” me hará inmune a su juicio.

Dado su frecuente uso en situaciones “tipo” es casi obvio premonizar  la expresión a ser utilizada por un equis personaje. Por ejemplo la candidata del concurso de belleza a quien le preguntaban sobre su objetivo al obtener el reinado, siempre respondía con esta expresión: “le dedicaré mi reinado a la niñez abandonada”. Huelgan los comentarios de lo que pasaba cuando la susodicha lograba la corona.

O como al tipo que le tributaban un homenaje. En esta situación no se hacía esperar un maestro de ceremonias que comenzaba la apología del agraciado en los términos: “El homenaje que hoy tributamos a este egregio pero nunca bien ponderado ciudadano…..” y por ahí se iba hasta dejar en el uso de la palabra al ilustre personaje. Este no se iba por las ramas para retribuir con otra retahíla de lugares comunes el agradecimiento por tan magno evento. Su discurso arrancaba más o menos así: “El homenaje que hoy recibo, del cual creo muy sinceramente  no ser merecedor…” Merecido o no allí estaba nuestro hombre con su mejor pinta y oloroso a Jean Mari Farina, recibiendo el tributo con innegable y abnegada sensatez.

En la escritura se ha popularizado últimamente (en los últimos cincuenta años) un encabezamiento alegre: “Nos es grato informarle que …….”, el cual ha venido a sustituir con creces el conocido: “Por medio de la presente me dirijo a usted”.

Sin embargo lo que más daño produce es el abuso de la expresión cuando se usa en casos como este que le sucedió a mi amiga Conchita Vázquez cuando fue a pedir un préstamo de sus ahorros en la Universidad donde trabajaba. La respuesta la recibió de esta manera: “Me es grato informarle que el préstamo referido en el asunto arriba indicado,  ha sido negado por este Comité”.

Pero el colmo de estos “recursos literarios” y su utilización en el habla corriente lo constituye la noticia que le dieron a una viejita que trabajaba en el INOS de Yaguaraparo, la cual decía así: “Me es grato informarle que hemos decidido prescindir de sus servicios…”, para luego rematar con este imponente Cartel de Feria, como diría Abelardo, “Esperando que la misma cuente con su receptividad acostumbrada…”


Cuando le pregunté a la doñita qué le había respondido ella, me contestó con resignación pero con orgullo, haciendo uso también de un lugar poco común: “de mejores lugares me han botado”.

 Hace muchos años

EL HOMBRE DE LA BATA BLANCA


Pasea su fama por todos los mentideros el Hombre de la Bata Blanca (HBB); su prestigio luce incuestionable. Sólo los maestros o bachilleres de tiempos muy pretéritos podrían equipararse con él. Pero lo que es ahora mismo, el HBB no tiene rival en cuanto al recibimiento que le da la sociedad,  porque entre propios y extraños su presencia es símbolo de responsabilidad y respeto.

Cuando el HBB saluda o reconoce a cualquier parroquiano en la calle, en el rostro de este se dibuja una sonrisa de satisfacción y orgullo que produce el saberse elegido para tan alto honor por tan alto y augusto personaje. De inmediato,  Fulano, Mengano, Perencejo y Sutanejo se habrán de enterar de la grata noticia y por mucho tiempo tendrán que soportar el escuchar el cuento cada vez como si fuera la primera.

Y es que la figura del HBB es inconfundible: Su blanquísima bata acompaña siempre  a un pantalón de filos bien marcados; sus zapatos negros y siempre bien pulidos que parecen espejos; su perfume invasor hace lo que ni siquiera Afrín es capaz. En su mano izquierda se destaca un anillo de logotipo único y más arriba, en su muñeca, nunca falta un vistoso reloj. Sus palabras siguen siendo la ley y su sabiduría no amerita discusión. La sociedad, definitivamente, lo ama, lo invoca, le exclama, lo reclama y a veces hasta lo proclama. Y el HBB sigue impávido, inconmovible, imperturbable, recibiendo las reverencias de sus siervos y vasallos.
La justicia, tan acomodaticia en estos tiempos, ha inventado sus códigos para el HBB, ya que, muy en el fondo, el HBB es también humano y como tal tiene derecho a cometer equivocaciones y aunque éstas poco o nada se conocen, han venido ocurriendo con frecuencia, solo que existe una confabulación del silencio para que cuando aparezca muerto algún Comendador, el gremio del HBB le eche la culpa a Fuenteovejuna, Señor.

En este sentido, el HBB no ha podido escapar a la sentencia del mi Maestro Prieto Figueroa, según la cual “cuando la corrupción viene desde arriba, como la lluvia, nos moja a todos” y ha entrado a competir de tú a tú con especies de pequeña realea, utilizando incluso, métodos que en nada lo diferencian que de aquellos.
Así tenemos que mientras existen personas dedicadas a dejar a obscuras calles y autopistas con la “distracción” de las luminarias que están abrazadas a los postes, el HBB hace otro tanto, al dejar en tinieblas quirófanos y demás áreas quirúrgicas, mediante la extracción de lámparas cialíticas  de sus unidades, para luego colocarlas en sus consultorios privados y así ahorrarse una buena suma de dinero.

Asimismo, qué diferencia puede existir entre el inescrupuloso policía que le siembra a su eventual cliente unos gramos de droga para incriminarlo en el lodo de su propia impulcritud y el HBB que le siembra a su paciente una gasa, un paño o un rollo de teipe en el estomago para luego socorrerlo, cuando hay tiempo, y tenerlo de vuelta nuevamente en la Clínica Maimonedy?

¿O es que acaso no es parecida la actuación del mecánico que descubre la falla arrechisima del vehículo, la corrige y la falla persiste porque no le hizo nada, con lo que hace el HBB, cuando le extrae al carro humano dos hernias discales y éste sigue presentando la misma descompensación, porque los anillos del motor nunca fueron removidos en la “exitosa” operación?

¿Cómo no encontrar semejanzas entre el diputado o senador que inasiste a las sesiones convocadas por la cámara, pero que sin embarco cobra su dieta como su hubiera asistido y el HBB que no habiendo sido invitado a participar en una intervención quirúrgica, aparece en la papeleta de honorarios médicos cobrando todos los emolumentos, sin ni siquiera haber estado en la clínica ese día? Ah?

¿O es que hay alguna distinción entre enterrar la batería de un helicóptero siniestrado para luego venderla  en el mercado negro, como lo hizo un ex piloto de la gobernación, o mejor dicho, un piloto de la ex gobernación,¡mosca! y enterrar en la casa de algún agüantador  valiosísimas equipos salvavidas, con la misma intención que la del primer truhán?

Casos como estos y peores que estos, hacen que la figura del HBB comience a resquebrajarse antes los ojos de una sociedad que le ha sido fiel y solidaria pero que ha empezado a sentirse amenazada con tantas excusas de “mala praxis medica”  de “negligencia facultativa” que es como la (in) justicia califica los homicidios cometidos, en contra de moros y cristianos, por el Hombre de la Bata Blanca.

Solo cuando el silencio cómplice de los miembros honestos de este blancuzco gremio rompa fuentes y logre arrebatarle la bata blanca y ponerle una camisa blanca de rayas transversales con un número  en el lado izquierdo del pecho, se dará inicio al conocimiento de nombres y apellidos de quienes han abusado de tan sagrado estatus.


Mientras tanto el que este libre de culpa ya sabe qué tiene que hacer, porque de lo contrario “al que le caiga le chupa”. 

La naturaleza no da saltos


Natura non facit saltum

En estos días he estado acordándome   de un profesor, un buen profesor, que tuve en mi época de estudiante de Ciencias Sociales en el glorioso Pedagógico de Maturin, la escuelita como lo llamaban despectivamente. Oscar Velásquez era su nombre y ojalá que continúe siéndolo.

Era Oscar Velásquez un docente en toda la expresión: llegaba temprano, se iba tarde, preparaba muy bien sus clases, se preocupaba por motivar a los estudiantes y era un tipo de una amplitud asombrosa; además que en aquel calorón de Maturin, el hombre se preocupaba de cuidar su imagen, usando las chaqueticas que estaban de moda. Recuerdo que políticamente era de tendencia socialcristiana; pero lo mismo parecía marxista, que leninista, engelista, o maoista. Es más, recuerdo que en su momento lo llamábamos el copeyano troskista, ya que también tenía buenos conocimientos del autor de La Revolución Permanente.

Cuando llegábamos a clase era seguro que Oscar Velásquez tenía rato instalado,  con la parte superior de la pizarra  llena con datos de interés para nosotros. Tenía por costumbre escribir una pregunta o una frase cualquiera, a fin de atraer la atención de los despistados estudiantes orientales, que éramos la mayoría de la audiencia. Una calurosa tarde, como eran todas las tardes en el IUPEM, nos recibió con una pregunta, que ya tenía tiempo esperando   en el pizarrón: “¿Qué es Santo Domingo?”. 

Como estudiantes de Historia comenzamos a devanarnos los sesos pensando en una Real Cédula, en alguna Encomienda, Repartimiento o qué se yo que otra cosa. Después de media hora adivinando, con la parsimonia que lo caracterizaba nos dijo “Santo Domingo es la Capital de la República Dominicana” y por allí se fue para explicarnos la Historia de esa parte del Continente Americano. Claro, con esa simple pregunta tenía a los 30 desprevenidos estudiantes atentos a su perorata discursiva.

Recuerdo que en otra oportunidad nos explicó muy ilustrativamente cómo Manuelita Saénz ayudó a El Libertador a escapar de una conspiración que se le tendió en Colombia. Ayudado por el preparador de la materia, Chuberto, escenificó aquel histórico escape, haciendo que éste le tejiera con sus manos una pata ´e gallina en la que   calzó su pie derecho y se incorporó a ras de una alta ventana del salón de clases. La gorda Dinorah, a punto de un paro de tanta risa que le causó el asunto, no se resistió y le preguntó: “Profesor, de dónde saca usted tantos cuentos”? Ofendido, pero sin perder la compostura, Oscar Velásquez le respondió: 

“No sea ignorante, bachiller. Seguramente usted ya habrá comenzado a dar clases en los liceos. No sé qué le enseñará a sus alumnos. Vaya y lea El Diario de Bucaramanga para que no pregunte sandeces”. Y siguió dando su clase sin despeinarse. La flaca Eunice Barreto, que fue quien indujo a Dinorah a hacer la pregunta, tuvo que abandonar el salón directo al baño donde depositaría los efluvios de la risa contenida.

En otra tarde del eterno verano maturinés nos sorprendió con la siguiente expresión Natura non facit saltum, pretendiendo que aquellos bachilleres marginales le dijéramos qué significaba. Qué le podíamos decir, si ni siquiera sabíamos en qué idioma estaba escrito y los únicos que hablaban otro idioma eran Michael Narain, alias Maikí y el master García Maneiro, y no andaban por allí cerca. Era una época de cero celulares, cero internet, cero redes sociales y tampoco podíamos llamar a un amigo. 

Al darnos por rendidos, Oscar Velásquez respondería con pasmosa calma: eso significa "la naturaleza no da saltos”. Dicho esto arrancaría de one a explicarnos lo que significaba el Principio de Continuidad en la Teoría de Leibniz.

Lo que explicaba la teoría, a través de ese principio, en la boca del profesor Velásquez,  es que los procesos sociales tienen una determinada duración dialéctica y que ningún proceso histórico finaliza antes de lograr su máxima evolución y desarrollo, lo que hace que no se produzcan brincos en la historia, sobre todo brincos pa´ atrás. 

Los procesos sociales gozaban, en la teoría de este pensador del siglo XVII-XVIII, de una especie de inmunidad para continuar ya que en la naturaleza nada sucede de forma discontinua y de golpe; aunque, hablando de golpe, acoto yo, han sido los grandes e incruentos golpes (de Estado en este caso) los responsables de que en ocasiones se produzcan saltos, aunque inducidos, en la historia. Así que, apartando estos saltos, la Historia debe continuar su curso, ya que sin una razón suficiente, aforismo de la Razón Suficiente (también de Leibniz), “en el mejor de los mundos posibles la naturaleza no da saltos y nada sucede de golpe”.

Aunque estas interpretaciones no eran más que extrapolaciones  que Oscar Velásquez hacía de una teoría cuya aplicación original tenía en el campo de la Física, la Matemática, la Geometría y la Biología su génesis, no menos cierto era que en el campo social también había un terreno abonado para la interpretación de los procesos históricos.

Ahora, ya para cerrar, podemos concluir en que si bien la naturaleza no da saltos, en cambio aquel parsimonioso Profesor de Historia que era nuestro Oscar Velásquez sí era capaz de poner a darlos a todos aquellos bachilleres que lo agarraban para guachafita... o sea.

Expresiones escatológicas del venezolano

20/02/2013


Expresiones escatológicas  del venezolano

La dueña del Equipo de Grandes Ligas, los Rojos de Cincinatti,  se metió en tremendo lío cuando en una ocasión le dijo “negro” a uno de sus jugadores. Fue acusada de racista aún y cuando, según ella, eso no estuvo dentro de sus intenciones. Claro, los gringos tienen su historia de racismo y cualquier comentario subido de tono, perdón, de color, puede ser entendido como  una   incitación al racismo. ¡Qué felices somos los venezolanos que podemos llamar niche con el mayor de los cariños a alguien de piel tostadita, sin que tenga las repercusiones de un nígger en la boca de un gringo!

Y es que los venezolanos desde que nacemos comenzamos a recibir groserías en forma de cariño y hasta de  alabanzas. De manera que no  es una procacidad que alguien, al visitar a una parturienta y a su cría, exclame: ¡“Miren al coño é madre”! O ¡“qué coñito é madre tan lindo! Incluso, una vez que el muchacho ha crecido y comienza a hacer sus primeras gracias, no   extraña escucharle a alguien pronosticar su futuro con un ¡“ese carajito va a ser un coño é madre cuando sea grande!”. Aquí nadie se ofende, ni interponen demanda alguna; más bien, todos ríen el pronóstico y hasta lo celebran. Recuerdo cuando mi papá me dio una palmada en el hombro, cuando en realidad lo que   merecía era una tunda, augurándome un futuro exitoso con un “este indio va a ser un gran jodedor”. Qué halago! La verdad es que hice todo lo posible por no defraudar al viejo.

De manera que eso de usar palabras escatológicas, bastas o groseras para nosotros no constituye un problema, ya que una grosería bien dicha, lejos de ofender, llega hasta a reconfortar el espíritu de quien la recibe. Por ejemplo, en Maturín es costumbre decir cosas como “qué vergajo tan buena gente es ese Eddy”! Y un poquito más allá, en Caripito, es muy común el saludo “cómo está la vaina, cara é verga? Hasta ahora no  he escuchado a nadie responder “más cara é verga serás tú”. Todo el mundo asume aquello con la mayor naturalidad. Es más, cuando un muchachito se parece mucho a su mamá o a su papá  es común escuchar “a ese carajito no lo parieron, a ese lo cagaron”, siendo los mismos padres los más orgullosos en recibir aquello como un tributo.

Estando en un pueblito del Estado Guárico, concretamente en Tucupido, escuchaba a dos viejos hablando de lo buen hijo que era un tal Porfirio. En el intercalado de consagraciones que recibía el mentado, escuché la siguiente: “caraz, compay, ese Porfirio es un desgraciado”.

Carlos Duarte, un tío de Ivette, cada vez que desposaba a una de sus lindas hijas, acostumbraba aconsejar  al principiante esposo de la siguiente manera: “mira mijito, si la muchacha te sale mal y no te gusta, no me la vayas a maltratar, tráeme mi piazo é vaina  de vuelta pa´su casa, que yo la recibo con mucho gusto”. Nunca piazo ´e vaina tuvo un significado tan cargado de afecto como cuando el tío Carlos la utilizaba refiriéndose a sus hijas casaderas.
Otras de las peculiaridades bastas del venezolano sobre sale a  la hora de calificar la movida  en la que estuvo anoche:
- Cómo  estuvo la fiesta de anoche, José?
– De pinga! 
- Y qué tal la música?
– Del carajo!
– Y cómo estuvo la comida? 
- Cagante!  (imagínense ustedes una comida cagante!!).
Y qué tal los tragos?
– Del coño  ´e la madre!
Por otra parte, los venezolanos somos los únicos seres sobre la tierra que nos tratamos con Dios con una inaudita confianza, que dificultamos que San Pedro, que se la pasa con él pa´arriba y pa´abajo, pueda tenerla. En ese de tú a tú con el Padre Eterno somos  capaces de decirle: - “verga, Dios mío, permite que apruebe esa materia”. O “no me vayas a echar una vaina, Diosito santo”. ¿A quién carajo en este mundo se la había ocurrido decir grosería frente a él y hasta diminutearlo?

Somos tan originales en eso del uso del lenguaje soez que somos capaces de producir las más  audaces, pero dulces, amenazas de muerte. “a esta carajita me lo voy a comer a besos” o “a este coñito é madre lo voy a matar a mordiscos”. Dice Ricardo que nos arrepentimos de no haberlo hecho, cuando los carajos llegan a los 15 años. Pero es que incluso a veces materializamos las amenazas de muerte, ¿o es que ustedes no han escuchado a los amigos decir “vengo de matar a la Doris”, o “a la Lilia la acabo de matar a g. . . .“? Y mientras más muertas se tiene en su haber, mas prestigioso se es!

¿Saben ustedes cómo me exalta mi hermana Nirza cuando se me sale una de las mías? Me dice: “muchacho ´el coño, tú eres la mierda! Y qué agradable suena a mis oídos esa exclamación escatológica!.

Por cierto, la primera ley resorte que hubo en Venezuela se la aplicaron a una emisora del Estado Sucre, cuyo lema era “Radio Güiria, la vergataria de Oriente”. Uno de sus cierres se debió a que un narrador de béisbol en medio del frenesí causado por un jonrón, describía alborozado, “la bola se va, se va, se va y esa mierda se fue pal coño”. No era posible tanta coloquialidad!

Bueno, ya está llegando la hora de despedirme, no sin antes decirles que para las despedidas también existen numerosas expresiones, entre las cuales una de las más comunes   es   decir “bueno, señores, este que está  aquí se va pa´l carajo”, siendo el carajo un lugar  del coño, así que si me disculpan creo que es hora que vaya rematando esta holgazanería de artículo, pidiéndole disculpas por lo defecatorio  que haya resultado para algunos de ustedes, o sea.
18/12/2011

El Amor en   tiempos de   redes  


Hace ya bastante tiempo desde que quien a la postre sería mi Tío Méndez, le dijo a quien sí ya era mi Tita, en la cama del hospital del campo petrolero La Leona, en San Tomé, “mira catira, algún día me lavarás las patas”. Aquellas premonitorias palabras constituyeron el primer deslave hormonal que sufriría aquella enfermera y que a la postre sería la responsable de que apenas una década después, mi tío le hubiera encajado nueve muchachos por ese vientre. Eran los años medios del siglo XX y en nuestra ruralidad los machos seguían oliendo a mastranto o mejor como decía mi papá “los verdaderos hombres debían oler a rincón”.

Con el correr de los años todo se ha transformado y con ello también las formas de encantar a la mujer. Sin embargo, aún en los sesenta, los Trejo, amigos caraqueños del barrio La Trilla, tenían dos piropos que, según ellos, provocaban el celo de inmediato en las hembras del momento. El primero “algún día mis zapatos dormirán debajo de tu cama”. Y el segundo que las ponía al borde del paroxismo “cuando te veo, las nalgas me aplauden”.
Recuerdo que una vez practiqué el segundo estudiando en la Universidad, pero la risa que le provocó a la fémina me hizo sentir como un verdadero ridículo. Cuarenta años después aquella señora cada vez que me ve se recuerda de aquello y se muere de las risas. Creo que hay una información adicional que los Trejo se reservaron y que fue lo que me faltó a mí para que, la hoy esposa de Carlucho, lo hubiese sido mía primero.

Todo esto para decirles que hace varias noches me despertó el ruido del celular a altas horas. Era un mensaje que estaba entrando. En la obscuridad busqué los lentes, o mejor los espejuelos para ponerle más años a la cosa, tratando al mismo tiempo que mi esposa no se diera cuenta que estaba recibiendo un mensaje de madrugada;  aunque no tenia nada que ocultar, uno nunca sabe quién pudiera andar por ahí en busca de algo que uno tiene.

Eran las 12 y 49 del día posterior, cuando llegó el siguiente mensaje:

AV: hola, Domingo,

No le paré la más mínima bola, sin embargo, de ahí en adelante se me hizo imposible volver a “coger el sueño”, ni ninguna otra cosa, con el agravante  que … viejo que se trasnocha pasa toda la noche meando. Total que a eso de las seis de la mañana fue cuando vine a dormir un poco, con   suerte   que era justamente Sábado, por lo que podía quedarme un rato más acostado. Pero no, a las 7 y 18 am vuelve a sonar el celular. Era del mismo número.

AV: Xq no me respondiste más?

Presintiendo que era una mujer y caliente, yo,  por todo lo que les he contado, decidí intentar una venganza. Así que imaginando que se trataba de un segundo frente de batalla ensayé la siguiente respuesta:

HAM: porque me quedé dormido luego de hacer el amor, perdóname!
AV: Ah, está bien, eres muy cruel conmigo, Domingo, BUENO HASTA NUNCA

“Esta se jodió conmigo”, fue lo que pensé. Descubrí que no me había equivocado en lo que imaginé,  así que continué como si nada. Antes quiero apostillar que cuando la gente está arrecha, o quiere hacer un énfasis sin entrar en la sintaxis, o quiere alzar la voz, en los mensajes de texto, entonces escribe en letra mayúscula, por eso ese BUENO HASTA NUNCA tenía todas las características de ser el final de los finales. Ah, también quiero decirles que todo esto es rigurosamente cierto, es más RIGUROSAMENTE CIERTO.

HAM: Bueno y tú no sabes que eso es normal? Tú no lo haces porque no quieres. Bueno … que yo sepa.
AV: Ay que ver, que cambiado estás, okey, ya déjame en paz, no sabía que a tus 56 años eras tan traidor.

Esto me dio nuevas ideas para continuar la venganza, así que aticé aún más la brasa:

HAM: Chica! Tú no has oído hablar de la crisis de los 50? A los hombres nos pasa. Sé comprensiva!
AV: Con razón, no quisiste venir a conocerme. Bueno DOMINGO NIEVES. CUÍDATE.

Aquí mi sorpresa fue mayúscula. Qué vaina es esta? Que no se conocen? Que se reclaman fidelidades aún siendo un par de desconocidos? Que este es una amor de sólo mensajes de texto? Cómo es esto? Estas preguntas me las llevé al desayuno donde las comenté con mi hija, quien me recomendó no seguir con el vacilón porque podría estar “lesionando esa relación”. Pal carajo, pues, ahora resulta que en estos amores intervienen también los psicólogos virtuales, quienes me imagino, más por experiencia propia que por aptitudes, pueden solemnizar sobre el tema. De todas maneras, decidí hacer mutis y no seguir con la jodedera, no vaya a ser que la vaina sea verdad y esto termine en  separación.

HAM: MUTIS

Sin embargo, la dama identificada como AV, así se identificaba en el celular, volvía nuevamente a la carga.

AV: Tu sabes de donde soy yo? Me parece que me estuvieras vacilando.

HAM: MUTIS

Y la cosa no paró; así que un rato más tarde recibí otro mensaje.

AV: Contéstame x favor.

Preocupado por todo este dolor que estaba causando, pregunté a la psicóloga emocional que tengo en la casa, acerca de cuál debería ser mi próximo paso. Me disuadió de seguir y me conminó, ya en tono molesta, a darle una aclaratoria a “esa pobre mujer, ya que tú no sabes de lo que pudiera ser capaz”. Coño, la vaina es más seria de lo que yo pensaba.

Así que sin más ni más, terminé con este drama en los siguientes términos:

HAM: Chica, yo no soy ningún Domingo Nieves. Te estoy vacilando porque no me dejaste dormir mandando mensajes de madrugada. Ve bien el número!

AV:  DISCÚLPAME, COÑO E TU MADRE!!.

Y colorin colorao … Después de esa sonora mentada de madre no he sabido nada de AV, pero declaro que pagaría por conocer cómo terminó la cosa con Domingo Nieves, solo por la curiosidad de confirmar si este tipo de idilios pudiera tener también  una conclusión bonita, del tipo “nunca fue tan bello el amor como cuando Ana Victoria (AV) amó a Domingo Nieves, un desconocido y virtual galán cincuentón”.