“He renunciado a ti”, ya
era imposible!
Héctor Acosta Martínez
Igual como decidió el poeta, hoy he tomado la infausta decisión de renunciar a ti de manera irrevocable, aunque con mucho dolor; sin
embargo sé que es lo mejor para los dos, pero sobre todo para mí, ya que tu
presencia se estaba convirtiendo en una especie de droga incapaz de ser
controlada por mi voluntad.
De ti estaba pendiente las 24 horas del día; se había
producido tal grado de dependencia que no me podía alejar de ti ni por dos
minutos. Lo mismo que fuera al supermercado, que visitara a amigos o centros
comerciales, la necesidad de ti me impedía tener concentración para las cosas
que me ocupaba. No había momento del día, ni de la noche, en que no te estuviera
viendo, tocando, sintiendo tus palpitaciones y observando la coloración de tus
ojos, para saber que aún permanecieras en vela. En donde estuviera, una especie
de autismo que me llevaba siempre a compartir mi mundo sólo contigo, me invadía
y me convertía en un extraño entre propios.
Siempre pensé, como dice la canción, que había algo eléctrico
entre tú yo, y eso complicaba más las cosas, porque en un país en el que la luz parpadea con frecuencia, una relación eléctrica la mayoría de las veces nos
mantiene descargados, por no decir, desconectados. Y la conexión contigo
adquirió tal complejidad que una especie de diálisis-dependencia me mantenía
oxigenando mi vida, aferrado a ti, insulinizando
mi existencia para poder ofrendártela.
Esta relación que a poco amenazaba con convertirse en
enfermiza, si era que ya no lo estaba siendo, me estaba metiendo en demasiados
problemas. Aunque de muchos me evadí, estoy seguro de haber causado no menos de
una docena de accidentes, la mayoría de tránsito, por estar siempre de ti
pendiente, acariciándote, escuchándote y sintiendo tus vibraciones, las cuales
estimulaban las mías.
Ya por último hasta cuando hacía el amor, tú estabas allí
para captar mi atención: si estabas en silencio, entonces no paraba de verte
para saber si me necesitabas y eso que dicen que el amor se hace mejor con los
ojos cerrados; si gritabas no no no no no
como lo hace Ernesto Jerez cuando narra un jonrón, entonces me interrumpías en
el acto y acto seguido, acto acababa.
Finalmente, ayer, al pasar 5 horas accidentado en una
carretera, sin electricidad ni batería que me conectara a ti, y viendo y
sintiendo mi desesperación por la falta que me hacías, me dije en forma
absoluta e irreductible “señores, este juego se acabó” o como cuando cae el
último out y el narrador gringo grita “this game is over”.
Así que he decidido mandarte, celular de mi vida, al mismísimo
carajo! Esta relación de sometimiento, muy a mi pesar, ha llegado a su fin. De
aquí en adelante, si te descargas, te jodiste, no andaré de enchufe en enchufe
conectándome; no pelearé más en los aeropuertos por los “puestos cargadores” de
las salas de espera, como tampoco andaré de semáforo en semáforo comprando el cargador
barato que venden los buhoneros, los cuales mueren, los cargadores, antes que desaparezca el vendedor del retrovisor del vehículo.
En adelante, si no respondo llamadas, pines, guasaps, ni mensajes
es porque probablemente tenga el celular
descargado o, simplemente, no vi, ni sentí, ni escuché las señales de alerta. Que
nadie se alarme, ni coja a estar llamando al 911 para reportar una desaparición!
Que nadie se ofenda, se sienta mal querido, ni disminuido si no contesto su
mensaje! Que nadie piense que es que no le paro bolas, ni que me la tiro de una
vaina. No, hasta que el capitalismo salvaje o el socialismo chino no inventen
un celular que se cargue táctilmente, no andaré más con el cargador, el ahorrador
del carro, la lap top, la table, ni el cable de puerto Usb, buscando dónde
cipote enchufarme!
Ah y una cosita más le digo, a quien pueda interesar, si
llego a mi casa sin la cebolla, la papa, el arroz, el tomate o el pimentón, es
porque ese encarguito de último minuto nunca llegó o llegó cuando ya había
salido del supermercado; ya me arreché ya, es más!