miércoles, 8 de marzo de 2017

El fracaso de la relación


O culpable son las expectativas!


Puede parecer mentira que lo que con más frecuencia nos mete  en problemas con los demás es la propia interacción que día tras día mantenemos con nuestros iguales, vale decir, pareja, amigos, vecinos, hermanos, etc. ; aún cuando parezcamos expertos en eso de mantener relaciones con otros a pesar que lo hacemos desde que nacemos, prácticamente. El signo más conocido de los problemas provenientes de la interacción es la inconformidad; inconformidad ésta que suele manifestarse como enojo con el otro, frustración por no recibir las respuestas que esperamos, siendo esta última la interpretación que con más frecuencia le damos a lo que nos ocurre. Pero, lamentablemente, la mayoría de las veces sucede inconscientemente, es decir, no sabemos que cuando nos friquiamos es porque el otro no se encuentra en la misma sintonía en la que estamos. Pero … ¿y cómo hace el otro para estar en esa sintonía, sobre todo cuando no ha habido un acuerdo previo acerca de la sintonía en la que hay que estar? El problema aquí, de acuerdo a mi humilde apreciación, es que surge el dilema de las expectativas. Y ¿qué son las expectativas?

En términos realmente sencillos las expectativas son todas aquellas cosas que uno espera que los demás puedan hacer para felicidad de uno. Esperamos que el amigo tenga comportamientos acordes con los de uno; esperamos que la pareja dé siempre las respuestas que pensamos que podía dar; esperamos que el gobierno haga las cosas que uno se imaginó que podía hacer; esperamos que nuestros hijos puedan ir a la Universidad a obtener el título con el que tanto soñamos; esperamos que ese novio, novia, esposa, esposo o amante cumpla con la promesa obvia implícita en la relación de amarnos para toda la vida; esperamos, incluso, que el Año Nuevo nos traiga  cosas maravillosas: dinero, salud, prosperidad, la pareja que anhelamos, el novio o novia que nunca tuvimos, el carro y la casa con los que soñamos, etc.

Una característica salta a la vista en estos ejemplos de las expectativas y es que se espera que los demás hagan cosas para cumplir con nuestros estándares de comportamientos, muy a pesar, y esto es muy importante, de que en la mayoría  de los casos desconocen que nosotros estamos esperando de ellos unos muy específicos indicadores de cumplimiento; es decir, en otras palabras, que la mayoría de las veces estas serias expectativas que pudieran ser fundamentales para nuestras vidas, ni siquiera son, al menos, negociadas con las otras partes, es más, en casi todos los casos, la otra parte desconoce qué es lo que se espera de ella. Se trata del propio Efecto Pigmalión y del Efecto Galatea en acción de lo cual, por limitaciones de tiempo y espacio, no abundaremos en este artículo.

Me interesa resaltar entonces el efecto que tiene el incumplimiento de las expectativas. Lo haré con un aprendizaje inesperado que tuve mientras esperaba en un consultorio médico mi turno para ser atendido. Allí me puse a revisar unas de esas revistas rosa que generalmente colocan en las salas de espera para lograr el desestresamiento de los pacientes. Hojeando despreocupadamente la revista me encontré con una entrevista que le hacían al controvertido y aparentemente nimio y frugal Walter Mercado.

“- ¿Ha tenido usted muchas decepciones en su vida”, fue la pregunta directa de la periodista. La respuesta no pudo ser más directa y contundente cuando WM le respondió:

“- No, yo nunca he tenido decepciones en la vida, porque es que resulta que mis expectativas siempre han estado puestas en mí mismo y no en los demás. Se decepciona el que tiene sus expectativas afuera y no dentro de uno como debe ser.”

 La conclusión no puede ser más clara: el efecto de las expectativas incumplidas es la decepción, la cual se puede manifestar en emociones tales como la rabia, la frustración, la ira y hasta se pueden convertir en estados de ánimo en los que predomina el rencor y la resignación.

Como quiera que una gran cantidad de decepciones ocurren en el espacio de la relación de pareja, tanto por la fuerza de la cantidad, como por la frecuencia de su ocurrencia, por culpa de las interpretaciones que se hacen de las expectativas, Fritz Perls, el psicoanalista que le daría un aporte importantísimo a la Terapia Gestáltica, enuncia su muy conocida Oración Gestáltica:



ORACIÓN DE FRITZ PERLS

Yo soy yo
Tú eres tú.
Yo hago lo mío y
Tú haces lo tuyo
Yo no estoy en este mundo para satisfacer tus expectativas,
Ni tú para satisfacer las mías
Si nos encontramos por casualidad está bien
Si no, no hay nada que hacer.
Tú sigues siendo tú
Yo sigo siendo yo.

Esta es una manera muy perlsliana de entender la relación de pareja, dado su pasión por la vida independiente que lo lleva a rebelarse contra las ataduras   de la vida, incluso, de sus seres más queridos, si es que de esto se puede hablar en la vida de Perls.

Por supuesto que esta oración jamás podría funcionar como una declaración de amor, ya que a nadie enamora en un primer momento esta separación de bienes afectivos; pero si alguna importancia tiene, para entender la perversa danza de las expectativas, es que rescata el espacio suyo y específico que cada actor del acto amatorio debe tener, muy a pesar, de la entrega total que recomienda  la ortodoxia amorosa; espacio éste que muchas parejas pretenden rescatar después de muchos años de agotamiento y de desgaste de la relación existencial de pareja.

Pero si Perls es muy tajante y receloso por conservar el espacio que le permita ser, en cambio hay otros que declaran una entrega total, más parecida a las promesas de amantes iniciales, quienes después de prometer lo imposible mucho les cuesta a posteriori recoger tanto desprendimiento y, algunas veces, terminan pagando caro su altruismo romántico.

De modo que al pragmatismo gestáltico de Perls, le salió una contraparte que prodiga todo lo contrario y que se expresa de la siguiente forma:

CONTRAORACIÓN DE THICH NHAT HANH

Tú eres yo y yo soy tú
¿No es evidente que ambos inter-somos?
Tú cultivas la flor que hay en ti
Para que yo sea hermoso.
Yo transformo la basura que hay en mí
Para que no tengas que sufrir
Yo te apoyo
Y tú me apoyas
Yo estoy en este mundo para ofrecerte paz;
Tú estás en este mundo para darme alegría.

Si bien Perls pone el énfasis en la existencia de un tú y un yo bien marcado y delimitado, con unas expectativas bien negociadas y transaccionadas; Hanh, en cambio hace una espacie de mezclota en la relación afectiva, en el que el tú y el yo se funden creando un solo ser y en el que de alguna manera “todos somos uno”  "La primera enfatiza las diferencias e insinúa la idea de un yo y un tú que se hacen libres demarcando con claridad sus propias fronteras. La segunda pone de manifiesto lo interdependiente y el poder de las relaciones”.


Así las cosas, nos toca a nosotros mismos decidir qué haremos con nuestras relaciones  afectivas del tipo que sean, teniendo en Perls, en Hanh y en el mismo WM una referencia que nos puede indicar y hacer entender lo que nos pasa y por qué nos pasa, sin descartar que en el futuro pudiera existir una tercera oración que sea la combinación perfecta de las dos anteriores y que pudiera decir algo así como: “tú eres mía y yo soy tuyo mientras ambos decidamos que sea así: Cuando tú lo decidas te entrego tu vida y con ella se irá un pedazo de la mía; cuando yo lo decida me entregas la mía y con ella   me traeré únicamente lo mejor de lo vivido contigo. Al final, de haber final, ambos estaremos agradecidos por todo lo vivido. Yo te seguiré amando a pesar que no estés conmigo y sin importarme lo que tú decidas hacer con el amor que una vez te entregué.”