O culpable son las
expectativas!
Puede parecer mentira que lo que con más frecuencia
nos mete en problemas con los demás es
la propia interacción que día tras día mantenemos con nuestros iguales, vale
decir, pareja, amigos, vecinos, hermanos, etc. ; aún cuando parezcamos expertos
en eso de mantener relaciones con otros a pesar que lo hacemos desde que
nacemos, prácticamente. El signo más conocido de los problemas provenientes de
la interacción es la inconformidad; inconformidad ésta que suele manifestarse
como enojo con el otro, frustración por no recibir las respuestas que esperamos, siendo esta última la
interpretación que con más frecuencia le damos a lo que nos ocurre. Pero,
lamentablemente, la mayoría de las veces sucede inconscientemente, es decir, no
sabemos que cuando nos friquiamos es
porque el otro no se encuentra en la misma sintonía en la que estamos. Pero …
¿y cómo hace el otro para estar en esa sintonía, sobre todo cuando no ha habido
un acuerdo previo acerca de la sintonía en la que hay que estar? El problema
aquí, de acuerdo a mi humilde apreciación, es que surge el dilema de las expectativas. Y ¿qué son las
expectativas?
En términos realmente sencillos las expectativas son
todas aquellas cosas que uno espera que los demás puedan hacer para felicidad
de uno. Esperamos que el amigo tenga comportamientos acordes con los de uno;
esperamos que la pareja dé siempre las respuestas que pensamos que podía dar;
esperamos que el gobierno haga las cosas que uno se imaginó que podía hacer;
esperamos que nuestros hijos puedan ir a la Universidad a obtener el título con
el que tanto soñamos; esperamos que ese novio, novia, esposa, esposo o amante
cumpla con la promesa obvia implícita en la relación de amarnos para toda la
vida; esperamos, incluso, que el Año Nuevo nos
traiga cosas maravillosas: dinero,
salud, prosperidad, la pareja que anhelamos, el novio o novia que nunca
tuvimos, el carro y la casa con los que soñamos, etc.
Una característica salta a la vista en estos ejemplos
de las expectativas y es que se espera que los demás hagan cosas para cumplir
con nuestros estándares de comportamientos, muy a pesar, y esto es muy
importante, de que en la mayoría de los
casos desconocen que nosotros estamos esperando de ellos unos muy específicos
indicadores de cumplimiento; es decir, en otras palabras, que la mayoría de las
veces estas serias expectativas que pudieran ser fundamentales para nuestras
vidas, ni siquiera son, al menos, negociadas con las otras partes, es más, en
casi todos los casos, la otra parte desconoce qué es lo que se espera de ella.
Se trata del propio Efecto Pigmalión y del Efecto Galatea en acción de lo cual,
por limitaciones de tiempo y espacio, no abundaremos en este artículo.
Me interesa resaltar entonces el efecto que tiene el incumplimiento de las expectativas. Lo
haré con un aprendizaje inesperado que tuve mientras esperaba en un consultorio
médico mi turno para ser atendido. Allí me puse a revisar unas de esas revistas
rosa que generalmente colocan en las
salas de espera para lograr el desestresamiento
de los pacientes. Hojeando despreocupadamente la revista me encontré con una
entrevista que le hacían al controvertido y aparentemente nimio y frugal Walter
Mercado.
“- ¿Ha tenido usted muchas decepciones en su vida”,
fue la pregunta directa de la periodista. La respuesta no pudo ser más directa
y contundente cuando WM le respondió:
“- No, yo nunca he tenido decepciones en la vida,
porque es que resulta que mis expectativas siempre han estado puestas en mí
mismo y no en los demás. Se decepciona el que tiene sus expectativas afuera y
no dentro de uno como debe ser.”
La conclusión
no puede ser más clara: el efecto de las expectativas
incumplidas es la decepción, la cual se puede manifestar en emociones tales
como la rabia, la frustración, la ira y hasta se pueden convertir en estados de
ánimo en los que predomina el rencor y la resignación.
Como quiera que una gran cantidad de decepciones
ocurren en el espacio de la relación de pareja, tanto por la fuerza de la
cantidad, como por la frecuencia de su ocurrencia, por culpa de las
interpretaciones que se hacen de las expectativas, Fritz Perls, el
psicoanalista que le daría un aporte importantísimo a la Terapia Gestáltica ,
enuncia su muy conocida Oración Gestáltica:
ORACIÓN DE FRITZ PERLS
Yo soy yo
Tú eres tú.
Yo hago lo
mío y
Tú haces lo
tuyo
Yo no estoy
en este mundo para satisfacer tus expectativas,
Ni tú para
satisfacer las mías
Si nos
encontramos por casualidad está bien
Si no, no hay
nada que hacer.
Tú sigues
siendo tú
Yo sigo
siendo yo.
Esta es una
manera muy perlsliana de entender la
relación de pareja, dado su pasión por la vida independiente que lo lleva a
rebelarse contra las ataduras de la vida, incluso, de sus seres más
queridos, si es que de esto se puede hablar en la vida de Perls.
Por supuesto que
esta oración jamás podría funcionar como una declaración de amor, ya que a
nadie enamora en un primer momento esta separación
de bienes afectivos; pero si alguna importancia tiene, para entender la
perversa danza de las expectativas, es que rescata el espacio suyo y específico
que cada actor del acto amatorio debe tener, muy a pesar, de la entrega total
que recomienda la ortodoxia amorosa;
espacio éste que muchas parejas pretenden rescatar después de muchos años de
agotamiento y de desgaste de la relación existencial de pareja.
Pero si Perls es
muy tajante y receloso por conservar el espacio que le permita ser, en cambio
hay otros que declaran una entrega total, más parecida a las promesas de
amantes iniciales, quienes después de prometer lo imposible mucho les cuesta a
posteriori recoger tanto desprendimiento y, algunas veces, terminan pagando
caro su altruismo romántico.
De modo que al
pragmatismo gestáltico de Perls, le salió una contraparte que prodiga todo lo
contrario y que se expresa de la siguiente forma:
CONTRAORACIÓN DE THICH NHAT HANH
Tú eres yo y
yo soy tú
¿No es
evidente que ambos inter-somos?
Tú cultivas
la flor que hay en ti
Para que yo
sea hermoso.
Yo transformo
la basura que hay en mí
Para que no
tengas que sufrir
Yo te apoyo
Y tú me
apoyas
Yo estoy en
este mundo para ofrecerte paz;
Tú estás en
este mundo para darme alegría.
Si bien Perls
pone el énfasis en la existencia de un tú y un yo bien marcado y delimitado,
con unas expectativas bien negociadas y transaccionadas; Hanh, en cambio hace
una espacie de mezclota en la relación afectiva, en el que el tú y el yo se
funden creando un solo ser y en el que de alguna manera “todos somos uno” "La primera enfatiza las diferencias e
insinúa la idea de un yo y un tú que se hacen libres demarcando con claridad
sus propias fronteras. La segunda pone de manifiesto lo interdependiente y el
poder de las relaciones”.
Así las cosas,
nos toca a nosotros mismos decidir qué haremos con nuestras relaciones afectivas del tipo que sean, teniendo en
Perls, en Hanh y en el mismo WM una referencia que nos puede indicar y hacer
entender lo que nos pasa y por qué nos pasa, sin descartar que en el futuro
pudiera existir una tercera oración que sea la combinación perfecta de las dos
anteriores y que pudiera decir algo así como: “tú eres mía y yo soy tuyo
mientras ambos decidamos que sea así: Cuando tú lo decidas te entrego tu vida y
con ella se irá un pedazo de la mía; cuando yo lo decida me entregas la mía y
con ella me traeré únicamente lo mejor
de lo vivido contigo. Al final, de haber final, ambos estaremos agradecidos por
todo lo vivido. Yo te seguiré amando a pesar que no estés conmigo y sin
importarme lo que tú decidas hacer con el amor que una vez te entregué.”