sábado, 27 de febrero de 2016

Historia de una declaración de amor que nunca fue*

Crónicas de la Biografía


El 30 de Noviembre del ´73 pudo ser la fecha que marcara el inicio de una nueva vida para el joven Dante, quien desde muy temprano se caracterizó por ser un excelente planificador de sus intervenciones comunicacionales, tanto en el plano sentimental, como en cualquier otro.

Aunque éramos apenas un grupito de mozalbetes, cada uno tenía una personalidad claramente definida e identificable por cualquier extraño al grupo. Destacaba entre ellos Dante, quien no obstante su corta edad, tenía muchos recuerdos de su pasado, lo que lo había hecho madurar en algunos ámbitos de su vida.

Un zaguán: testigo mudo del disfrute de los adolescentes
 Ese 30 de Noviembre era el último día en que se encontrarían juntos un grupo de estudiantes, quienes habían pasado unidos los últimos 5 años de sus vidas, en  el Bachillerato del Liceo Agustín Aveledo, en La Pastora, compartiendo tristezas y alegrías, malos y buenos momentos; pero siempre con esa fortaleza que solo a los 17 años se posee.
Y ese 30 de Noviembre decidió Dante que sería el día en que declarara su oculto y bien guardado amor por Beatriz, bella damisela que nos acompañaba desde el primer año y por quien Dante guardaba un amor infinito, pero que, por cosas propias de la adolescencia personal de cada quien, nunca encontró ese momento adecuado, el momento! para decírselo. De modo que ese último día, sería la oportunidad postrera que tenía nuestro hermano Dante por manifestarle a Beatriz su más hondo, muy hondo, sentimiento de amor y de entrega. Por ello, bien valdría la pena extremar la planificación de ese sublime instante. 

Así, lo primero que haría sería ponerse a trabajar en esos meses previos, para poder comprarse la percha (era la palabra del momento) con la que dejaría a Beatriz obnubilada y así tener una primera grata impresión a su favor. Además era mucho cuento dar la apariencia de ser un hombre solvente y de buena posición económica, a pesar de vivir en  la Sabana del Blanco, o sea.

Lo segundo que haría nuestro joven cupido, pero ya esto lo dejaría para el día anterior al Día D, sería comenzar a embellecerse físicamente, lo cual lograría a través de un buen corte de cabello, un manicure (solo por ser esa la ocasión de su vida había que abdicar a las enseñanzas machistas de la época) y por último una limpieza de cutis que borrara cualquier vestigio del acné juvenil. Así lo planificó y así lo haría posteriormente.

Por último, lo tercero, pero  que en realidad era lo más importante, consistía en diseñar la estrategia de abordaje, penetración y estocada final que le garantizara salir airoso en tan anhelado desafío. Hecho esto, lo demás sería repasar el plan una, otra y otra vez; practicarlo con los amigos; volver a repetirlo una vez más, repetirlo en voz alta porque así “las cosas se fijan más fácilmente”.

Casi con 99% de exactitud, la estrategia  se desarrollaría de la siguiente manera, en la voz del propio Dante:

“Yo la voy a saludar con la amabilidad de siempre. Luego la voy a separar del grupo diciéndole:

-Qué te parece si nos tomamos un refresco? Acuérdate que es una chama zanahoria que con toda seguridad no bebe licor.
Ella me va a decir:

-Cómo no, Dante, con mucho gusto!

Una vez allí le voy a decir que tenía mucho tiempo con ganas de decirle algo.

Y ella me va a responder:
-Qué bueno, Dante, me encantará escuchar lo que me quieres decir, tal vez sea lo mismo que yo he querido decirte.

Luego le voy a decir “te voy  abrir mis sentimientos, así que te hablaré con el corazón en la mano”.

Y ella me dirá:

-Qué lindo, Dante, jamás me habían hablado de modo tan hermoso  como tú lo haces! Sigue, Dante, que estoy ansiosa por escucharte!

Así las cosas el plan se desarrollaría en un interminable diálogo imaginario, con respuestas intercaladas que permitirían darle fluidez a la estrategia, para finalizar, al fin! con un baile en el que sonaría de fondo Roberta Flack y su ópera prima “Killing Me Softly with His Song”, marco ideal para sellar con un beso la larga y angustiante espera.

Con la puesta a punto del plan llegaría aquel Viernes 30 de Noviembre de 1973, día en el que se celebraba la Fiesta de Graduación de la Promoción 1968-1973, en el  Club de Suboficiales de las FFAA, en el sur-este de Caracas. Allí llegamos cerca de las 10 pm con toda la expectativa puesta en el encuentro que tendrían Dante y Beatriz.

En realidad el encuentro no fue tal, ya que aún cuando vimos a Dante desarrollar la primera parte de la estrategia, al lograr una conversación a solas, la misma tuvo una duración efímera, ya que al rato Dante se incorporaría al grupo de sus amigos con el que pasaría el resto de la noche, pero sin atreverse a contarnos lo que le había ocurrido.

Sólo cuando veníamos a pie por la autopista Valle-Coche, a falta de un autobús que nos devolviera para La Pastora, fue que Dante se atrevió a contarnos lo acontecido.

-Nada, vale, que la invité, tal era mi plan, a tomarse un refresquito.

-Y qué pasó luego, inquiríamos intrigados todos al unísono.

-Nada que la tipa me respondió:

-Que va, chico, yo quiero un whisky!

-Y entonces, que pasó luego, preguntábamos curiosos.

- Un coño, que yo no esperaba esa respuesta y entonces de ahí pa ´llá se me olvidó todo lo que había preparado y no pude decirle un coño e la madre más!

A continuación vinieron 30 kilómetros de risas, burlas, lágrimas, puños y patadas, hasta llegar cerca del amanecer a la Plaza Páez de El Paraíso, en busca del San Ruperto que nos devolviera ebrios de contentos y de tristeza a nuestros hogares del nor-oeste capitalino.

Para la posteridad queda el cuento sano de unos cuantos locos medianos, que hacían hasta de sus desgracias un motivo para la chanza y la celebración, todos con una capacidad inaudita para la superación de los eventos más calamitosos que se presentaban siendo apenas unos teenagers.

“Dante y Beatriz se conocieron, según algunos, desde la niñez y, según otros, en la adolescencia; como quiera que fuera, Dante se prendó de "la gloriosa señora de sus pensamientos", de quien hizo la razón de su existir. La sonrisa y el leve saludo que Beatriz le prodigaba a Dante cuando casualmente se encontraban, bastaban para satisfacer el profundo amor que el poeta le profesaba. Beatriz contrajo nupcias con un rico banquero y Dante buscó consuelo en el maravilloso mundo de la poesía, dando rienda suelta a su imaginación, produciendo nuevas rimas, todas ellas reflejando el amor que sentía por su dama”.

*Nota: Aunque  las situaciones son reales, los nombres fueron modificados para proteger lprivacidad de los menores de edad involucrados en esta historia.