lunes, 16 de agosto de 2021

PEDACITOS DE HISTORIA ¡Que se me quemen las manos!

 

¡𝐐𝐮𝐞 𝐬𝐞 𝐦𝐞 𝐪𝐮𝐞𝐦𝐞𝐧 𝐥𝐚𝐬 𝐦𝐚𝐧𝐨𝐬!

Hay personas para las que la lengua se convierte en su más importante instrumento de trabajo y más que la lengua, es la manera como emplean el vocabulario lo que los convierte, a unos cuantos, en unos encantadores de serpientes o, como dice mi hermano José, auténticos vendedores de sueños. Su lenguaje a veces estridente, otras veces enrevesado y otras tantas desafiante logra conmocionar a las masas al punto del síncope. Saben exactamente cuándo y dónde mover las emociones de su público y están por demás seguros de la satisfacción que obtendrán como reacción a sus destemplanzas lingüísticas.
Rómulo Betancourt, un ex Presidente de Venezuela, tenía esa cualidad que lo hacía tan famoso, a la par o un poco más allá de grandes tribunos de la época, como lo fueron Rafael Caldera y Jóvito Villalba.
Recuerdo que en una oportunidad se encontraba reunido con sus correligionarios adecos y por un motivo que no recuerdo les estaba dando una reprimenda a sus conciudadanos, epíteto éste popularizado por él, en aquel coso que estaba lleno de adecos hasta los teque teque. Su lenguaje corporal, gestual y verbal era el de una persona que estaba presa de una gran irritación, mientras sus compañeros escuchaban el sermón sin atreverse a emitir palabras, casi sin moverse de sus asientos. Ya finalizando su encendido verbo había tocado el cénit temperatural, así que ya para despedirse cerró con la bien pensada orden de ❞𝐲 𝐚 𝐦𝐢́ 𝐧𝐨 𝐦𝐞 𝐚𝐩𝐥𝐚𝐮𝐝𝐚𝐧, 𝐧𝐨 𝐣𝐨𝐝𝐚❞.
Señores, ese recinto se iba desarmando en aplausos, ovaciones y demás reconocimientos al máximo líder de la tolda blanca. Primera vez que su partido no hacía caso a la exhortación de esta especie de semi Dios o prestidigitador de la palabra, como él mismo alguna vez llamó despectivamente a algunos de sus enemigos políticos.
Fue tanta la influencia en el venezolano que tuvo el Presidente de la misteriosa pipa, que no hay alguno, de los ya entrado en años, que al escuchar la palabra 𝑚𝑢𝑙𝑡𝑖𝑠𝑎́𝑝𝑖𝑑𝑎 no la ancle instintivamente a la criollísima pero controvertida hallaca venezolana.
Durante su presidencia entre 1959 y 1963, había estado soportando denuncias de sus opositores sobre el presunto enriquecimiento que había logrado en el ejercicio del cargo, de modo que en su oportunidad, lanza en ristre, prorrumpió un desafío a las deidades del Olimpo con una nueva y estridente frase que, pensaba él tal vez, lo libraría de suspicacias:
❞𝒒𝒖𝒆 𝒔𝒆 𝒎𝒆 𝒒𝒖𝒆𝒎𝒆𝒏 𝒍𝒂𝒔 𝒎𝒂𝒏𝒐𝒔 𝒔𝒊 𝒑𝒂𝒓𝒂 𝒎𝒊 𝒑𝒓𝒐𝒑𝒊𝒐 𝒑𝒆𝒄𝒖𝒍𝒊𝒐, 𝒉𝒆 𝒕𝒐𝒄𝒂𝒅𝒐 𝒍𝒂𝒔 𝑨𝒓𝒄𝒂𝒔 𝒅𝒆𝒍 𝑻𝒆𝒔𝒐𝒓𝒐 𝑵𝒂𝒄𝒊𝒐𝒏𝒂𝒍❞.
Con aquella expresión sus partidarios le expedirían un cheque en blanco al hijo de Guatire, borrando con ello cualquier sombra de duda que pesara sobre la honestidad del mayor admirador que tuvo Berna por estas tierras.
Pasaron los días para unos, mientras para otros fue cuestión de horas para que se demostrara si aquel reto se materializaría a su favor o si por el contrario, desde los espacios celestiales vendría la evidencia que lo indiciara en el delito del cual intentaba defenderse.
Así llegaría el 24 de Junio de 1960 cuando en Caracas se celebraba los 139 años de la Batalla de Carabobo y día de la Independencia de Venezuela. El Paseo Los Próceres sería el lugar en donde se concentrarían las fuerzas vivas del momento para tan magno evento. Allí la población disfrutaría del desfile de las diferentes fuerzas armadas que marcharían con sus pertrechos precavidamente sin municiones, mientras que por el aire otro tanto haría las fuerzas aéreas.

Momento en que explota el Oldsmobile-bomba al lado del vehículo presidencial.
Al paso de la caravana que traía al Presidente Betancourt, un poco antes de entrar a las tribunas donde se encontraba el público, invitados especiales y autoridades civiles y militares, en un vehículo Oldsmobile que se encontraba inadvertidamente estacionado a un lado de la avenida se produjo una gran explosión que levantó por los aires el carro presidencial, al ser accionada una carga explosiva desde un lugar remoto.
En lo que no cabía duda que se trataba de un magnicidio, el Cadillac negro presidencial fue lanzado por los aires, falleciendo de forma inmediata un edecán del Presidente y un estudiante que se encontraba en los alrededores. El conductor de la limusina fue lanzado fuera del vehículo hecho una bola de fuego, mientras que el ministro de la defensa y su esposa fueron sacados con vida del auto sin mayores heridas.

Estado en el que quedó la limusina presidencial de la cual salió vivo de milagro el Pdte Betancourt

En cuanto al Presidente Rómulo Betancourt, éste sufrió quemaduras leves en la cara, pérdida temporal de la audición, y la más importante de las consecuencias de la explosión fue que…. ¡𝘀𝗲 𝗹𝗲 𝗾𝘂𝗲𝗺𝗮𝗿𝗼𝗻 𝗮𝗺𝗯𝗮𝘀 𝗺𝗮𝗻𝗼𝘀! 𝗟𝗮𝘀 𝗱𝗼𝘀!


Aquel 24 de Junio de 1960 al Presidente Rómulo Betancourt se le quemaron las manos.
Mucho se había especulado de cierto poder sobre natural que tenía la pipa humeada por el Presidente Betancourt para salvarlo de todas las calamidades ocasionadas por su conflictiva personalidad y la manera de encarar la política, incluso se decía que el mencionado objeto había sido ensalmado por un brujo de Guatire y que gracias a ese hechizo se habría librado de serios atentados intentados en varias partes del continente.
Sin embargo, Betancourt no pudo ser protegido del celestial envite, de modo que en la conciencia de la gente, en una época tan religiosa, quedó la certeza de que el Altísimo no podría estar equivocado, porque si la apuesta era a que se le quemaran las manos, pues entonces salió derrotado al quedar con ambas chamuscadas, confirmándose el dicho popular de que 𝑙𝑎 𝑙𝑒𝑛𝑔𝑢𝑎 𝑒𝑠 𝑒𝑙 𝑐𝑎𝑠𝑡𝑖𝑔𝑜 𝑑𝑒𝑙 𝑐𝑢𝑒𝑟𝑝𝑜 y de que 𝑐𝑜𝑛 𝑙𝑜𝑠 𝑠𝑎𝑛𝑡𝑜𝑠 𝑛𝑜 𝑠𝑒 𝑗𝑢𝑒𝑔𝑎, 𝑦 𝑠𝑖 𝑗𝑢𝑒𝑔𝑎𝑠 ... 𝑡𝑒𝑛 𝑐𝑢𝑖𝑑𝑎𝑜, o sea.