Profesor Miguel
A. Alfonzo
Representante profesoral ante el Consejo universitario
UCV
Mes de diciembre. Tiempos de adviento, según la doctrina
de la Iglesia Católica, tiempos de solidaridad, de esperanzas, tiempos de aguinaldos.
Para las universidades venezolanas son tiempos de graduaciones, de la
organización de estos eventos académicos, de la algarabía juvenil de los
graduandos, del stress de los familiares cuidando el mínimo detalle cuando sus
hijos reciban sus merecidos títulos después de tantos esfuerzos.
Se graduó mi hija este diciembre, después de casi dos
años de retraso, gracias a las guarimbas del 2014 y 2017, la “flexibilidad
académica” decretada por las autoridades rectorales de la UCV, de los paros sin
pliegos conflictivos, de una dirigencia estudiantil que condujo a la masa
estudiantil por los caminos de la derrota y de la vaciedad, aliñada con la
violencia y la destrucción. De acuerdo a los intereses de sus partidos
políticos y de las autoridades rectorales, alejada de los reales intereses de los estudiantes, sin
ningún tipo de autonomía y libertad, tal como les gusta esgrimir esos pseudo
dirigentes esas palabras cuando quieren protestar ante el régimen.
Haré un resumen de lo que he vivido como padre, como
profesor de esta otrora universidad de lucha y conocimiento y como miembro del
consejo universitario (CU) de la UCV, de la graduación de mi hija. Lo que
implica graduarse un joven en la UCV en tiempos de Petro y amenazas de
intervención al país, desde el punto de vista económico, académico y político.
Veamos.
Para graduarse, el estudiante ucevista debe pagar por la medalla la cantidad BsS 591,60; por las solvencias de las bibliotecas: 50 BsS de la biblioteca Central y BsS 180 de la Facultad, debe pagar 2.538 bolívares soberanos para la petición de grado, aparte una “colaboración de 10$ (¡si, dólares, compadre, no leyó mal!) para una donación a la facultad y finalmente, BsS 6.000 por el combo de las fotos, porta títulos, toga y birrete antes del 29 de noviembre, después de esa fecha BsS 6.500 con la única empresa que tiene el monopolio desde hace décadas “Color Center”. Es decir, que el estudiante debe pagar una suma total de BsS 9.359,60 antes del 29 de noviembre para poder graduarse en el Aula magna de la UCV.
Se de muchos que
no lo hicieron por razones económicas, prefirieron graduarse por secretaria (me
han dicho que es más caro). No contaré como hice para pagar ese robo, pero les
aseguro que no pagué todo (especialmente el combito de la empresa). Tengo años
salvando mi voto en el Consejo Universitario de los aumentos descarados por
parte de la UCV para las graduaciones y denunciando de los “ingresos propios”
que reciben las facultades y el rectorado por la fase final de un proceso
académico que merece más respecto y menos mercantilismo académico. He aquí el
enlace para aquellos que desean mayores detalles de tales denuncias: (“Denuncia: Las
graduaciones millonarias en la UCV https://www.aporrea.org/educacion/a242617.html) y la respuesta
que tuve que darle a un dirigente estudiantil del CU cuando protestó por mi
denuncia (“Réplica
al estudiante Eduardo Lovera” https://www.aporrea.org/educacion/a242947.html).
La segunda parte que viví, fue el acto religioso de la
misa, que no sé cómo hacen aquellos graduandos y familiares que son profesos de
otra fe o no son creyentes para asistir a la misma. El hecho es que durante el
sermón, sospechando que el curita iba a soltar una de política barata (hoy en
día, la mayoría de los sacerdotes no pierden oportunidad para agregar el
picante político a sus feligreses), me preparé psicológicamente para morderme
la lengua y no formar un debate público
(que no es la primera vez que lo hago) pero por consideración de los
estudiantes y de mi hija me quedé calladito para verme más bonito. Pues mi
sospecha se convirtió en realidad, cuando el cura, hecho el paisa, tira frases
como “uds muchachos, deben servir al prójimo con sus conocimientos, no
importando si es en el país o fuera de las fronteras… recuerden que uds van a
representar a vzla en otras tierras, hagan lo mejor de sí para esos países…” No
sigo, porque solamente con recordar tales palabras y escribirlas, me quita las
ganas de seguir escribiendo… la arrechera fue infinita mi compadre y mucho más
cuando la feligresía lo aplaudió.
Entrando a la parte académica que se convirtió en un
lodazal político, me tocó escuchar el discurso, si se puede decir eso, del
Decano de la Facultad donde estudió mi hija, durante la entrega de la medalla,
que por ser profesor y miembro del CU, yo tenía el derecho de otorgársela, por
lo que tenía que estar en el estrado. El cielo no me abandonó ese día, me dio
un regalo: estuve al lado de tres profesores Chavistas de alta trayectoria en
su área del conocimiento, preparándonos para estar bien bonitos, por lo de
quedarse calladito…
El discurso fue largo, tedioso, aburrido pero peligroso,
muy peligroso. Solamente diré dos frases vociferada por el académico en su
verborrea (palabras más, palabras menos): “los nazistas lograron cercar la
academia para sus intereses bastardos, la barbarie como en nuestro país, han
creado la idea que el conocimiento no es necesario. Esos ignorantes, a través
de su partido socialista, han querido asaltar a nuestra UCV, pero graduandos,
uds como nosotros estaremos en la lucha por esta casa de estudios, por la
libertad y al autonomía, los profesores universitarios somos demócratas”.
Aplausos, sin embargo, el susodicho decano no sabrá que en el gabinete de Hitler
casi todos eran universitarios, profesionales y algunos, incluso, de la nobleza
de la sociedad alemana. Por supuesto, los tres profesores y mi persona, ni nos
levantamos ni aplaudimos esa propaganda
fascista salida de la universidad refundada por nuestro Libertador. Quedamos
más bonitos que el palurdo. Un detalle de ese evento “académico”: me expresaron
mis dos colegas que nunca habían oído tan “acido” al Decano, fue brutal su
discurso. Sospecho que no perdonó que al saber que yo iba a estar en el estrado,
se vengó de los innumerables episodios que le hecho pasar en el CU, haciéndolo
ver su incoherencia política, sus decisiones antiuniversitarias y conductas que
rayan en el fascismo.
Finalmente, me llegó el turno a la entrega del título
por parte de la eterna rectora de la UCV, en el Aula Magna, cuyo discurso no
pienso detallarlo aquí, solamente repito su eslogan favorito al terminar cada
vez que está eufórica: “la universidad es autónoma, plural y democrática”. Autónoma pero una empresa privada le
dicta las condiciones comerciales de las graduaciones. Plural, pero en sus diez años de gestión ha habido expulsados,
profesores con expedientes abiertos y trabajadores perseguidos por un fascismo
cada vez más intenso en el recinto universitario (Persecución fascista en la UCV. https://www.aporrea.org/educacion/a165737.html). Democrática pero no ha llamado a
elecciones por no cambiar el reglamento electoral tal como lo decidió el TSJ,
ejerciendo un rectorado ilegitimo, ineficiente y ausente de iniciativas para la
comunidad universitaria (Manual para destruir una universidad "autónoma" en
diez pasos. https://www.aporrea.org/educacion/a225754.html). No digo
más porqué dejaré de estar bonito…
No quiero terminar este artículo con mis felicitaciones
a mi hija y para todos los estudiantes ucevistas que se graduaron y que por su
conciencia y su ética, no abandonen al país. Amén.