lunes, 18 de abril de 2016

La más solicitada de todos los tiempos




Elogio de "La Insaciable".

Heme aquí ante este sorprendido auditorio para en un  inesperado yo pecador, hablarles de mi presencia a lo largo de la historia, en todos los escenarios humanos.

Nunca he demandado favor alguno de nadie, pero sí soy requerida con inusitada frecuencia para, con mi abnegada cual discreta actuación, otorgar placeres a mis requirientes en la confianza de mi reconocida opacidad.

Desde reyes hasta mendigos; desde rectores hasta bedeles; desde enfermos hasta curanderos; desde ahorristas hasta banqueros; desde funcionarios hasta ministros; desde civiles hasta mariscales y desde uno hasta más infinito, he acudido al llamado urgente para otorgar mis favores a todos cuantos me necesitan y aunque estoy siempre a la moda, son siglos de experiencia los que he acumulado a lo largo de la historia de la humanidad.

A veces me mantengo en el hit parede de algún país, pero no es solo allí donde marcho de líder, puedo hacerlo en muchos países a la vez, solo que eso no se sabe hasta  que alguien revela mi presencia, porque para mi no demando la menor publicidad, ya que mi trabajo mientras más discreto ….  más efectivo.

Menos mal que mis urgidos han sabido justificarme, aunque al explicarme no pocos se descubren.
Así, en cierto país donde mi acción ha sido inexpugnable me han dado clara promoción con resultados muy favorables en un principio, al sentenciarse que en ese país cuando blancos mandan, ellos me usan pero permiten que otros también me usufructúen.

Contrario, han de decir, cuando se refieren a sus antiguos rivales verdes, que cuando mandaban hacían uso exclusivo de mis servicios no permitiendo a otros beneficiarse. Por ello se anclaría en el inconsciente colectivo que cuando en el país me usan y dejan que me usen, en ese país se vive mejor.

En ese mismo sentido en una oportunidad fui vivamente reivindicada cuando el ministro de una gran corporación regañó a uno de sus gerentes, no porque me estaba usando, sino porque no compartía con los suyos las mieles del favor que le dispensaba. "Yo no lo puse allí para que la use para usted solo", recuerdo haber escuchado espetar a aquel gran super ministro.

Aunque nadie me ve, todos saben que sí existo; me intuyen, me vaticinan, me sospechan. Saben dónde puedo estar; aunque justo habré de reconocer, que no hay sitio donde no haya estado, incluso, en los pulpitos de los más altos tabernáculos, allí me han encontrado y me siguen encontrando cada vez que alguien intenta hurgar en los cenáculos sensibles de la sacristía.

Por eso hay muchos, muchísimos, que seguros de mis eficientes servicios han expresado que a ellos nada les regalen, que no quieren dádivas, ni limosnas; que a ellos simplemente los pongan donde sepan que yo esté.

Mi vida no ha estado exenta de polémicas, de diatribas y de percances serios con la justicia; pero siempre han habido argucias para sacarme de las oquedades en que han tratado de meter a mis representados, saliendo siempre el argumento adecuado que convenza a algún usía que osara demandarme, por muy baladí que pudiera parecer la argumentación.

Por eso, en este momento de declaraciones ante este excelso público, a mi memoria llena de mega bytes del mismo tenor, llega la contundente explicación que diera un alto general del ejército emparentado con un Presidente de la República, quien al ser interpelado por la gran cantidad de cabezas de ganado que pastara en sus tierras, habidas en un corto período de observación, expresó lacónica y convincentemente ante el juez y ante los medios “es que mis semovientes paren”.

No puede quedar fuera de esta confesión el impacto que ha tenido mi naturaleza en todos los espacios de la vida, al punto de muchos ganar prestigio público al dar a conocer novedosas   formas de usarme que se van haciendo socialmente aceptadas. Así, en este país en el que ya llevo décadas, tal vez siglos, instalada, se ha instaurado una cultura con muchísimos acólitos que profesan mi devoción y que para ganar indulgencias de parte del electorado los han puesto a repetir inconscientemente “los blancos roban; pero hacen obras que se ven”, dando lugar a un legajo de explicaciones que no hacen más que allanarme el camino hacia la total aceptación de mi presencia en el país.

Yo no lo hubiera querido así, pero mi imagen y presencia se ha instalado en la psiquis misma de la gente, haciendo de mí un familiar del que se está genéticamente encadenado y al que difícilmente se pueda renunciar. Y aunque por mal uso, han caído gobiernos y dinastías, en el tiempo presente soy avalada, soy justificada, soy explicada, soy consentida y aceptada por sectores que tienen suficiente poder para maquillar de bondad la mala reputación que entre algunos, cada vez menos, pudiera tener.

De esta manera, cuando la mala dicha toca la puerta de algún potentado que ha sido descubierto haciendo usufructo de mi figura, alguna explicación de esas que gozan del consenso de la ciudadanía, ha venido en su auxilio para convencer la necesidad de mis servicios; como aquella que catapultó al ostracismo a aquel destacado gerente y filántropo, quien al ser imprudentemente denunciado declaró que “sí, efectivamente la estoy usando, pero esto me ha permitido dar empleo a mucha gente”.

Mi trabajo ha sido de efectivo que en estos momentos no hay sitio en el que no sea requerida: lo mismo en las oficinas de ministros, que de gerentes de pequeñas corporaciones; estoy imbricada en las gargantas del barrio mismo, al igual que en lujosas urbanizaciones de gente pudiente; me pueden encontrar en las colas de gente que clama dólares para darse un respirito en el extranjero, que en colas de gente humilde que ha hecho de la reventa de productos de consumo masivo su manera de practicar la libertad de comercio y empresa; del mismo modo en que me pueden conseguir en el estetoscopio de un sabio y respetado galeno, que entre las medias blancas de una sanitaria que entre sus piernas blanquea los adminículos usados para pasar un medicamento a un paciente en extrema necesidad.

Heme aquí ante ustedes, en este ejercicio de confesión, pero donde la más importante sea tal vez la que no he hecho, pero que algunos se podrán imaginar y es que he logrado lo que pocos, permear las distintas capas de la sociedad, deslizándome con igual maestría desde las altas esferas hasta el intestino de los estratos subyacentes, logrando el milagro de ser quien les habla, lo que estos extremos tengan en común, el vaso comunicante entre ambos, el daemon que se hospeda en ambos polos del espectro social.

Heme aquí ante ustedes, finalmente …. Soy yo, “La Insaciable” …soy yo, La Corrupción ….