lunes, 3 de octubre de 2016

La palabra como arma de guerra

El lenguaje oculto de la guerra



“Un fantasma recorre Europa: el fantasma del comunismo. Todas las fuerzas de la vieja Europa se han unido en santa cruzada para acosar a ese fantasma: el Papa y el zar, Metternich y Guizot, los radicales franceses y los polizontes alemanes.

Por muy manoseada que parezca la expresión anterior, arrancada del Manifiesto del Partido Comunista escrito por Marx y Engels hace 168 años, pues siguen matando cristianos por defender una cruz, es decir, sigue siendo tan actual que aún amenazan a sociedades enteras con el San Benito del Comunismo depredador, come muchachitos y enajenador de conciencia, independientemente que hoy en día sólo un 2.5% de los países del orbe sean constitucionalmente comunistas y que algunos de ellos hayan realizado reformas para coexistir con la economía de mercado.

Un retrógrado derechista y discúlpenme el pleonasmo, se reirá tal vez con la cita anterior y con aires de sabiduría intentará ridiculizarla, sin saber seguramente el origen que en la genética de la guerra tiene su actitud despreciativa y trivializante.

Ayer mismo, literalmente hablando, se le ha ganado una guerra a la paz, cuando en Colombia triunfó el retorno al enfrentamiento armado, en lugar, como muchos en el mundo suponían, que se le pondría un cese a más de medio siglo de guerra en cuyo saldo resalta, entre otras nimiedades, la desaparición de más de 5 millones de seres humanos y el desplazamiento alrededor del mundo de más de 10 millones de colombianos.

Y cuál fue el principal argumento que usaron los opositores al proceso de paz en ese país? Pues el mismo que desde hace 168 años se viene usando en el universo para aterrorizar a las poblaciones, es decir, el ya senil fantasma del Comunismo, o lo que es lo mismo en su acepción resumidamente tropicalizada, de Santos-comunismo, Chávez-comunismo, Maduro-Castrismo, Santos-Chavismo o Vene-Cubismo.

La instalación de la expresión en el subconsciente colectivo es lo que impide que muchos, muchísimos, por comodidad del intelecto, no se atrevan a someterla a cuestionamiento; lo cual se haría muy simple al pensar que, por ejemplo, Cuba envía 15 mil médicos a África para la lucha contra el Sika, mientras para el mismo propósito los EEUU mandan a 150 mil soldados.

Pero es que la guerra, además de enfrentar bélica y físicamente a pueblos entre sí, también usa un lenguaje que le es propio, a través del cual logra abortar las posibles disidencias que hubieran de producirse, además de crear los suficientes distractores como para mantener ocupado el hemisferio racional del cerebro, el encargado de preguntar por qué y cómo. En otros ensayos hemos dicho que la espiral producción-consumo-producción es el factor determinante en la idiotización de las masas; mas hoy queremos derivar hacia otros factores aún menos tangibles con los que la guerra planta dura batalla contra verdad.

 De esta manera cada día adquiere mayor sentido lo dicho por el senador Hiram Johnson cuando en 1917, un siglo atrás, afirmaba que en una guerra la primera víctima es la verdad.

Un siglo antes que él, el militar y teórico de la guerra, el general prusiano Carl Von Clausewitz afirmaba que en una guerra "Una gran parte de las noticias que se reciben son contradictorias, otra parte aún mayor son falsas, y la mayor parte son bastante inciertas..."  Finalmente concluiría diciendo que "la mayoría de las noticias son falsas, y el temor de los seres humanos refuerza la mentira y la no verdad".

Si la conclusión es que en una guerra la mayoría de las noticias son falsas, significa que existe un medio a través del cual se transmiten esas noticias. Existe además un cómo, una manera en que  se transmiten esas noticias y existe finalmente un instrumento que las hace conocidas.

El lenguaje es el instrumento preciso, de allí que en su fuerza radica el poder que éste tiene para embellecer lo feo; distorsionar la realidad y manipular los hechos; todos estos elementos fundamentales en el lenguaje de la guerra.

Pero sin un medio que se haya ganado cierta autoritas mediante la aplicación de técnicas de laboratorio, la palabra no tendría por sí sola el poder para hacer creer las mentiras que, como en la guerra que vivimos, terminan imponiéndose en la colectividad.

De allí que a medios como CNN, FOX, REUTERS, EFE, BBC, UPI, FRANCE PRESS, ETC. se les haya entregado la autoridad para desinformarnos a su antojo, a través de sus canales de televisión, periódicos y emisoras de radio, quedando instalado en el imaginario que si lo dijo CNN tiene que ser verdad, sin derecho a discusión porque la discusión es enemiga del dogma de los medios, porque en la medida que cuestionas te desatas el nudo de la doctrina guerrerista.

Lo demás, entonces, es aplicar una vez y otra vez y otra vez la misma receta, recuerden que aún muerto el Comunismo sigue siendo el coco que  mete miedo, o como dicen en el vulgo, viejo es el diablo y todavía asusta.

Veamos algunos pocos ejemplos de cómo la ingesta de palabras nos hace amar al verdugo y odiar a nuestros aliados.

El uso de la retórica de guerra nos vende el uso de vocablos que constituyen verdaderos sarcasmos, pero que como los compramos por el prestigio que nos ofrece el vendedor, es decir el medio, la opción del regateo queda temporalmente suspendida. Así, el verdadero horror de la guerra queda enmascarado al ofrecernos “ataques humanitarios”, “guerras limpias” y “bombas inteligentes”.

En esta misma línea se sitúa el uso de eufemismos con los se califican los actos desafortunados de la guerra. Así, para los que están en desventaja cualquier éxito en una batalla podría ser considerado como un “crimen de guerra o de lesa humanidad”, en cambio para los faraones del conflicto bélico un error voluntario como lo podría ser un bombardeo a una escuela o a un hospital, es conocido con el joker de “daños colaterales”.

Por otro lado, “las metáforas de la naturaleza aparecen en términos como "guerra relámpago" (término preferido de los nazis), "oleadas de bombardeos", "tormenta del desierto", etc. Se suscita así la impresión de que las guerras son catástrofes naturales contra las que nada se puede hacer para evitarlas (Vicente Romano, “Intoxicación Lingüística”)

Del mismo modo está la omisión o el secuestro del emisor que sucede cuando el medio al que la audiencia ha entregado toda su confianza,  narra la noticia, la cual ha sido  emitida por una “fuente digna de todo crédito”,. Igual uso se le da al “alguna gente piensa que” o “la fuente que pidió no ser identificada” .

Estos mismos medios, generalmente al principio de la receta de guerra, comienzan por identificar a su aliado, es decir, el de ellos, como “el gobierno de fulano”, mientras que a los malos los identifica como “el régimen de mengano”. Por eso es que cuando usted oiga en la calle hablar del régimen, usted ya debe saber a quién le apuesta el medio.

La mutilación del modo condicional es una costumbre de los medios que están en la guerra, para distorsionar la declaración del enemigo. Si el declarante ofrece “si se produce un fraude electoral, saldremos a la calle a hacer respetar la voluntad popular”, el medio obvia la condición y en consecuencia lo que se publicita hasta la saciedad es la acción, es decir que “el régimen saldrá a la calle si pierde las elecciones”, siendo esto lo que se escuche a lo largo de semanas y que servirá para restarle méritos al régimen.

La falsificación de la realidad a través del embellecimiento del lenguaje para justificar las cosas malas, es lo que últimamente han hecho países neocolonialistas para justificar invasiones, destrucciones  y robo de las riquezas de los pueblos. Así ante el peligro que representaban las hábil y míticamente creadas “armas de destrucción masiva” se procedió a hacer “bombardeos preventivos”, y “ataques humanitarios” “para salvar al mundo del terrorismo”. La vieja técnica de la dicotimización de la guerra, es decir los buenos contra los malos.

Es tanta la fe en los medios que ni siquiera la confesión de que las armas de destrucción masiva fue un invento de Occidente (este también es un eufemismo, Occidente es  EEUU) para atacar a Irak, una gran parte del planeta fue incapaz de descreer en esos mismos medios cuando llamaron a la Guerra en Libia y Siria posteriormente. Los medios se apropian de la capacidad de reflexión de la gente.

Y ya que de reflexión se trata, concluyo con Romano en su precitada obra: 


 “Donde la reflexión es imposible, el mundo recibido debe considerarse como "la realidad". La autenticidad de la percepción difusa con el medio técnico hace que la imagen televisiva o el texto de prensa sea la cosa misma. Lo "esencial" es haberlo oído, visto o leído en la radio, la TV o el periódico.”