sábado, 8 de julio de 2017

Crónica sobre la caída de los pelos y de los palos!



Hasta hace unos pocos años los viejos me parecían excesivamente extemporáneos en sus gustos, tanto que consideraba que rayaban en lo ridículo. Hoy en día esa percepción ha cambiado radicalmente.


Me llamaba la atención en aquel tiempo que algunos, sino la mayoría, cambiaban constantemente de peinado; así, de usar el pelo hacia atrás, de un día para otro aparecían con el peinado de lado, eso que llamaban hace mucho, corte francés. Habían otros que de repente amanecían con el coco casi al rape, usando aquel que Sixto, mi barbero de mi Angostura natal, del sector El Plaza, llamaba corte cepillo.



Habían los que incluso se dejaban crecer la parte inferior del cabello hasta lograr hacerse una cola de caballo, aunque, por supuesto, la tarima quedaba desguarnecida o como dice mi amigo Jesús Rodríguez, todos los músicos se bajaban de la tarima, pues.

 Sin temor ahora les digo que mi relación con el cabello ha comenzado a resquebrajarse, igual que el mismo pelo lo comenzó a hacer desde mucho tiempo atrás, sólo que yo no lo advertía, porque es que uno es experto en buscarle justificación y razones, muchas de ellas agarradas por los pelos, a todo lo inexorable; aunque las razones agarradas de los pelos  serán más escasas en la medida en que los pelos escaseen en lo alto del paraninfo.

De tal manera que cuando observé inicialmente que la tarima estaba perdiendo músicos, se lo achaqué al stress, a la mala calidad del sueño, a que la almohada no era relax pillow o a que el agua del Guri venía cargada con mucho mercurio, por aquello de los mineros submarinistas que buscan diamantes en el lecho del lago.




Algo parecido, me dicen, esta parte no es autobiográfica, sucede con los actos fallidos,   no ya del pelo sino del palo, cuando comienzan a presentarse problemas con el mecanismo de elevación del pesado aparato: también aparece el pagalotodo stress, el que si el día de trabajo fue demasiado rudo, el que si todavía no ha cargado el mecanismo porque la última vez que lo hiciste fue apenas hace dos semanas o el que simplemente la noche se hizo para dormir. Claro la mujer, discreta por naturaleza, piensa, “y también la mañana, el mediodía, la tarde y hasta los fines de semana se hicieron para dormir.”

Algo parecido, me dicen, esta parte no es autobiográfica, sucede con los actos fallidos,   no ya del pelo sino del palo, cuando comienzan a presentarse problemas con el mecanismo de elevación del pesado aparato: también aparece el pagalotodo stress, el que si el día de trabajo fue demasiado rudo, el que si todavía no ha cargado el mecanismo porque la última vez que lo hiciste fue apenas hace dos semanas o el que simplemente la noche se hizo para dormir. Claro la mujer, discreta por naturaleza, piensa, “y también la mañana, el mediodía, la tarde y hasta los fines de semana se hicieron para dormir.”

 En cambio el pelo, que es tan solidario con su dueño que, responden científicamente mis peluqueras, ante la escasez de pelo en un lugar, los existentes agarran hacia otro sitio donde poder asentarse. Se acaba el pelo en ese lado y los sobrevivientes amanecen agarrando hacia otro lado y así hasta que todos se arrechan y se van pal coño. Por eso es tan impredecible el look de los viejos, por lo que me disculpo con quienes ahora son mis colegas coetáneos.



A diferencia del pelo, este otro muchacho no es menos solidario, no! Dicen los que saben que es aún más solidario, porque él, aun caído, es incapaz de abandonar a su dueño, permaneciendo en triste y vergonzoso acompañamiento hasta que Dios decide llevarse al dueño.




Finalmente, en una encuesta hecha entre amigos, ante la pregunta ¿Quién prefiere usted que se vaya primero, el pelo o el palo? Un 93.4% respondió que el palo, porque con la píldora azul resuelven el problema. En cambio que con el pelo han intentado con métodos que van desde los baños con agua de cayena, la mierda de gallina y hasta la terapia del plasma, sin que hasta ahora ninguno haya podido parar la caída del pelo, no jó!