lunes, 11 de mayo de 2015

La Sociedad de Consumo:crónica de un fraude

La Sociedad de Consumo: crónica de un fraude!

De mis años de estudios universitarios me quedaron una media docena de términos o conceptos a los que en su momento no les encontré una utilidad práctica, ya que aunque podrían ser premonitorios de lo que estaba por venir, al estudiarlos en el contexto del momento, y no encontrarles una aplicación inmediata, me imaginaba que estaban en proceso de gestación.

Tuvieron que pasar cuarenta años para entender que aquello que era un ejercicio intelectual de unos chicos que discutían para ver quién tenía mejor performance, se transformaría con el correr del tiempo en la explicación que hacía falta para entender el desarrollo ulterior de las fuerzas productivas en el desarrollo del Modo de Producción Capitalista. Algunos otros conceptos aún están allí, aunque mi propio devenir me llevó a abrazar otras áreas de conocimiento y a alejarme por un tiempo de los estudios sociales, los cuales marcaron mi formación para siempre.

El primero de esos conceptos fue el de Sociedad de Consumo. Los profesores de entonces, la mayoría de clara tendencia marxista, se apresuraban en convencernos que estábamos en presencia de la auténtica Sociedad de Consumo; que el desarrollo del Capitalismo había alcanzado un nivel tal que las personas aún sin saberlo, marchaban hacia la satisfacción de necesidades muchas de ellas impuestas y de lo cual ni siquiera estaban conscientes, ya que el automatismo era la consecuencia inmediata de aquel fenómeno en pañales.

Aunque no dudaba de la potencia de esta nueva categoría y ni siquiera me resistía a aceptarla y compartirla en mis críticas anti sistema, en  cambio sí se me dificultaba objetivizarla, materializarla, hacerla asible, para poder apropiarme de ella y manejarla a mi antojo. Y eso se debía, lo veo hoy en día, a que en el entorno que me rodeaba –de vaina si no estoy redundando- no se veían claramente esas prácticas, tal vez porque no existían suficientes medios de penetración e idiotización social que nos inocularan las ansias desmedidas por poseer; tal vez porque no existían tantas cosas que poseer y la cuestión de las marcas no había alcanzado un desarrollo capaz de desequilibrar el presupuesto personal o tal vez porque simplemente no había presupuesto para gastar en frivolidades. La otra cosa es que el Capitalismo venezolano        –esta categoría de análisis es enteramente home made- nunca alcanzó en ese tiempo, como tampoco ahora, un crecimiento tal que fuera capaz de producir esa fiebre de consumo, no obstante su vocación importadora y el manejo de recursos ideológicos poderosos.

Cuatro décadas tuve que esperar para comenzar a ver la Sociedad de Consumo en todo su esplendor, para ver materializada aquella entelequia que ponía a discutir a expertos y rookies sobre algo que solo existía en los libros y en las mentes lúcidas de teóricos, referentes obligados de un emprendimiento intelectual dignos de una parte preclara de la sociedad.

Por eso cuando hoy vemos a una sociedad como la gringa que vive exclusivamente para producir, producir lo que sea, que su único objetivo es satisfacer las necesidades y las (in)necesidades de una población bajeada e hipnotizada por los medios de sometimiento, sufriendo ahora de nuevas enfermedades, como el Síndrome de la Acumulación Desesperada que convierte a simples mortales en los llamados Acumuladores o personas con irrefrenables necesidades de consumo, no tenemos más que reconocer que estamos ante la presencia de la propia Sociedad de Consumo.

Hoy podemos observar con detenimiento que la proliferación de centros comerciales y la desaparición paulatina de parques y zonas verdes, es la consecuencia lógica de un sistema en el que prevalece la satisfacción de necesidades materiales por encima de las mismas necesidades primarias. Es por eso que los niños de esta época antes de aprender a decir papá y mamá, ya balbucean los nombres de los centros comerciales a donde sus padres los llevan “a pasear”, o sea, a transfundirles  el veneno del consumo, ya que les es más fácil que los eduque y distraiga el Centro Comercial, que fajarse todos los días con ellos a inculcarle valores, buenas costumbres y hábitos.

En Venezuela, país en el que su estructura económica está en manos privadas, pero que sin embargo ha iniciado reformas sociales de un hondo contenido social y cuyos dos últimos gobernantes se han declarado socialistas, la situación del consumo tiene rasgos alarmantes, tal vez de lo cual no se han percatado sus líderes.

En este país existe un Centro Comercial por cada 65 mil habitantes; mientras que hay un Parque Recreacional por cada 500 mil  habitantes. De este modo podemos ver que el consumo aumenta en forma geométrica, en tanto que la recreación lo hace de manera aritmética y esto parece no parar aquí, ya a los grandes dueños de Centros Comerciales no les ha ido nada mal, si tomamos en cuenta lo dicho por el dueño de una gran cadena de CC cuando le preguntaron:

“- Por qué entrar con tanta fuerza y firmeza en el negocio de los malls  en un país que está, según se dice, al borde del colapso?

Alfredo Cohen, director de la Constructora Sambil, respondería:

“- Es un servicio que prestamos que es definitivamente necesario y bueno, como negocio, en este momento va muy bien”. www.veneconomia.com     www.veneconomy.com


En este sentido, la Sociedad de Consumo produce dos tipos de enajenamiento: uno en el consumidor, por supuesto, ya que al ser la carnada que necesita el anzuelo para su funcionamiento, es totalmente reducido y convertido en una especie de títere o marioneta dependiente de “la mano invisible del mercado”, la que se empeña en que las necesidades nunca sean cubiertas. Propósito logrado. Pero, por otro lado está el trabajador que produce el bien para el consumo, el que es sometido a un proceso continuo y permanente de facturación; es un proceso inacabable, sin fin, imperecedero, ya que el objetivo de la Sociedad de Consumo es mantener enajenado tanto a los productores como a los consumidores. Era lo que Marx llamaba y este es otro de los conceptos caballitos de batalla de aquel tiempo, la Alienación. La Alienación es lo que hace que el hombre en el espacio de la producción pierda sus valores y su esencia y se despersonalice, haciendo que tanto la mercancía como el trabajador sean un todo indiferenciado, un amasijo de carne con materiales que han hecho adherencias, creando una masa amorfa congelada.

Esto no lo vivíamos hace cuatro décadas. Hace cuatro décadas las cocinas, el televisor, el equipo de sonido, la lavadora, los relojes, las máquinas de escribir, las licuadoras o batidoras, la cocina americana, los ventiladores, las máquinas de coser, etc. eran PARA TODA LA VIDA! Duraban hasta que se acababan, como decían los viejos de ahora. Eran infinitos!

Por el contrario, la característica de la Sociedad de Consumo actual, no de aquella que me enseñaron en el Pedagógico de Maturín, Carlos López, Pitongo y Eddy Córdova, es la finitud de la mercancía, o sea la caducidad del producto. El producto una vez que sale al mercado, ya viene con una fecha de expiración, la cual, en el 99% de las veces, es exacta. Esto ni siquiera se lo imaginó el propio Carlos Marx.

A este fenómeno de la caducidad es a  lo que se le ha dado el nombre de la Obsolescencia Programada, la cual no es más que la planificación de la vida útil de cualquier artefacto o producto, el cual deberá ser sustituído por otro de igual o peor calidad en cuanto a duración, al momento de su muerte. Y así over, and over, and over como dicen los anglo parlantes. Esta finitud del producto es lo que hace lo que dijimos líneas arriba, es decir, que se esté permanentemente produciendo bienes perecederos y que el trabajador se olvide de todo cuanto le rodea. Por eso es que una encuesta hecha en los EEUU determinó que aproximadamente un 15% de los norteamericanos no sabe identificar en el mapa dónde queda su país. Por eso no es de extrañar lo que le pasó a mi compadre Jorge hace algunos años cuando fue a Miami a comprar la pata de la lancha y el dueño de la tienda le dijo “la última la vendí a un señor venido de un país llamado Maracaibo, creo que queda cerca de Venezuela”.

A los jóvenes que algunas veces son tan refractarios a estos argumentos, producto de la misma dialéctica generacional, los invito a recovequear –este verbo es de mi amiga, la poetisa Ana Rosa Angarita- en las gavetas de objetos desincorporados o archivos muertos de su casa y verán cómo se consiguen con grandes cantidades de celulares viejos, cargadores, baterías, controles remoto, Cds de instalación de artefactos caducos, cámaras fotográficas, computadoras, tablets, etc.

Y menos mal que los bombillos quemados se botan, porque se imaginan ustedes las montañas de vidrios rotos que almacenarían en el patio de sus casas o residencias?  Cuánto es la vida útil promedio de un bombillo?

La Obsolescencia Programada es en síntesis, la guinda del pastel consumista; es la última creación de la Sociedad de Consumo para eternizarse entre nosotros; es la madre de la Sociedad de Consumo; es el descubrimiento que garantizará la alienación de la sociedad en su totalidad.

Esta locura productiva que ha llevado a la enajenación consumista, ha venido a desembocar en la acumulación de desechos tecnológicos que, además de ser nocivos para la salud, constituyen un indeseable factor de contaminación del ambiente.

Esta llamada basura tecnológica, e-waste o WEEE por sus siglas en Inglés –Waste  Electrical and Electronic Equipment – supone la acumulación de cientos de miles de toneladas de porquería tecnológica, siendo el caso que sólo en el año 2000 se produjeron 10 millones de toneladas de desechos electrónicos, mientras que ONU calcula que para este año la basura llegará a los 50 millones de toneladas.

Al momento de redactar esta nota, en promedio, cada habitante del planeta está aportando 7 kilos de basura anuales. Aunque la exportación de chatarra electrónica está prohibida, se calcula que anualmente salen de los países productores de tecnología, miles de toneladas para países de África y Asia dada la temprana caducidad que experimentan actualmente las innovaciones en este sector.

Para un observador desprevenido la acelerada producción de artefactos electrónicos podría ser una muestra del progreso que experimenta la humanidad en este sentido; pero los investigadores en Sociología, Economía e Historia saben que ésta es sólo una forma de mantener controlada a la población, al ocupar su mente en el consumo de estos estupefacientes, los cuales inhiben la absorción de cualquier tipo de información  que sea contraria a la reproducción del modelo impuesto por la Sociedad del Consumo.

En resumen, tanto el concepto antiguo de Sociedad de Consumo, como el incluso más anciano de Alienación, hoy más que nunca son claves para entender lo que sucede en el mundo contemporáneo en general y en nuestro medio en particular, en donde el consumismo amenaza con devorar incluso a quienes menos poseen, produciendo un tipo de turismo en donde el  mall está en el centro de los acontecimientos.