sábado, 27 de abril de 2019

Caras de pendejos!



De caras de pendejos está llena la traición!

“¿Qué será del pobre Augusto? ¿Dónde estará el pobre Augusto?”  Quien hace las preguntas era el Presidente Salvador Allende, quien en las primeras horas del 11 de Septiembre de 1973 enfrentaba un cruel golpe de Estado. Y el tal “pobre Augusto” era nada más y nada menos que Augusto Pinochet, quien meses antes había sido nombrado por el Presidente Allende  Comandante en Jefe de las Fuerzas Armadas chilenas y hasta ese infausto momento, hombre de confianza del mandatario.

Con esa cara quién lo iba a imaginar?
Era obvio, entonces, que Allende lo buscaba para que en su carácter de jefe del ejército defendiera al país del bombardeo atroz que la aviación descargaba sobre el Palacio de la Moneda. Pero lo que también era obvio es que el Presidente Allende ignoraba que aquel colaborador cercano, aquel general que se había ganado su cariño más por su aparente fidelidad y opacidad como hombre que por su poca lúcida carrera, a ese hombre se le desatarían todos los demonios y a partir de ese momento tendrían que pasar 17 años de la más cruel dictadura que conozca la América entera, para que aquel general taciturno abandonara parcialmente el poder del país austral.

Y es que la traición lo primero que produce es incredulidad, porque generalmente el traidor, como los espías, es siempre una persona de la que jamás se sospecharía una dimisión al juramento, muchas veces no escrito, de lealtad y fidelidad. Para cometer la felonía de la traición, el traidor hubo de demostrar previamente poseer rasgos generadores de confianza, una conducta incapaz de producir un mal presagio y una cara de tonto a prueba de sospechas. ¿Qué se iba a imaginar El Cabito, Cipriano Castro, por ejemplo, que su propio compadre, Juan Vicente Gómez lo defenestraría del poder, al punto de ni siquiera permitirle la entrada al país y que ese hombre campechano gobernaría Venezuela durante 36 años con la mano más férrea que jamás se hubiera sospechado?

En cambio que de aquellas personalidades de mente abierta, de lenguaje locuaz, de ojos destapados, de mirada retadora y de verbo lacerante siempre se está esperando una puñalada trapera o el amasamiento de grandes fortunas habidas a las sombras del ejercicio del poder. A estos es a quienes el vulgo le atribuye fortunas, fortuners y four runners; amantes, viajes y cuentas en los llamados paraísos fiscales.

Recientemente, en Venezuela, si usted preguntaba por un edificio, no tardaba en aparecer alguien que le dijera “ah, ese edificio es de Diosdado”. Y si se iba a la Isla de Margarita, allá el ñero más hijoerdiablo le decía “caraj, mijó, ese es el hotel de Diosdado”.  Y si usted se encontraba en Ciudad Bolívar, como una vez me pasó, y a alguien le robaban una moto, de inmediato saltaba un lugareño que con celular en mano se prestaba a hacer una llamada en los términos de “qué pasó, Diosdado, coño, vale, esa moto es de un pana, devuélvesela”. Ah vaina, en serio!

O como me pasó en otra ocasión en la que estaba en el Hotel Intercontinental de Puerto Ordaz y al preguntar por qué habían cerrado el Casino me dijeron “por órdenes de Diosdado, pero sabes por qué no se han llevado las máquinas? Porque las máquinas son de Diosdado”. Incluso, hasta al pueblo de Diosdado le cambiaron el nombre de El Furrial por el de El Fullrial,  en alusión expresa a toda la fortuna que le adjudican al hijo de doña Felicia.

Lo que pasa, a mi saber y entender, es que Diosdado cuadra en ese perfil de hombre corrío, como los definen las muchachas de  Maturín, de tipo claro y abierto, directo y frontal y además con pinta de sobrao del que podría extrapolarse cualquier relación sin escrúpulos en el manejo de los recursos públicos.

Ah, pero mientras a Diosdado le endosaban la propiedad de media Venezuela y de un pedazo del extranjero, a la sombra se fraguaba la traición a través del dolo al erario ejecutada por conspicuos colaboradores del rrregimen cuyas caras y maneras de expresarse denotaban a las claras la presencia de un pendejo.

 ¿Quién podía sospechar algo malo?

Díganme ustedes si no la tenía aquel diputado, que luego se convirtió en Magistrado del Tribunal Supremo de Justicia y quien en las primeras de cambio cuadró un guiso multimillonario con la construcción de la, hasta ese momento en pañales, Ciudad Lebrúm? Cómo era que se llamaba?





Con estos ojos nadie puede ser sospechoso









O aquel otro gobernador de Aragua quien con ojos tristones y una modorrosa expresión corporal que configuraba, al entender de los expertos, el perfil de un perfecto lerdo, se logró embolsillar una cantidad inimaginable de dólares, para después convertirse en informante y protegido de la CÍA? 

Imposible predecir maldad a partir de este apacible rostro!
Para continuar, no podía faltar alguien cuya vida estuvo siempre perseguida por las lechuga$ verde$ norteamericanas. Con una vida en la industria petrolera llegó a ser Presidente de PDV$A, posteriormente fue Mini$tro de la misma rama; más adelante en paralelo ejerció ambos cargos y, cuando las so$pechas se hicieron muy fuertes, fue enviado de embajador ante las Nacione$ Unida$. Este hombre con cara de santo acrecentaba su mal ganada fama de tonto con  el padecimiento de una dislalia llamada Rotacismo, que es la responsable que este venerable de 2 metros fuera motivo de risas cada vez que decía que PDV$A era “doja dojita”. Ya cansado de tantos verdes, mandó pal carajo a quienes le pusieron en bandeja de plata su medio de fortuna y hoy lo conseguimos dando clases magistrales en el extranjero, denostando de la ascosidad que le produce el dinero mal habido. 

“¿Y dónde está Rosendo?”, se le escuchaba preguntar con cierta premura al Presidente venezolano Hugo Chávez Frías la tarde del 11 de Abril de 2002, momento en el que se enfrentaba a una conjura política-militar que amenazaba con desalojarlo del poder.
Se refería el Pdte Chávez al General  Manuel Antonio Rosendo quien fungía de Comandante General del Ejército al momento de la montonera y quien sería el encargado de defender la República a través de la activación del Plan Avila, plan diseñado con mucho tiempo de antelación para casos de extrema necesidad y cuyo responsable de dar la voz de play ball era el regordete general.

Pura bondad se intuía en su mirada



Pues bien, el obeso y hazmerreír  de mucha gente, general Rosendo, nunca respondió a las llamadas que le hizo su jefe, sospechando éste que, probablemente, se trataba de que el mandamás del Plan Ávila había sido hecho preso por los sediciosos y complotados militares traidores.
Sin embargo, no demoraría mucho en saberse que aquel hombre de indiscutible lealtad, aquel prohombre que al despedir las paradas militares finalizaba con la ruidosa arenga de “Patria, Socialismo o muerte”,  ese mismo que había sido objeto de chanzas tanto por el grosor de su figura como por su aparente pusilanimidad, simplemente estaba en la jugada del golpe, para sorpresa de unos y otros.




De manera que el auxilio de Rosendo nunca llegó a Miraflores,  por muchas llamadas que se le hicieron, lo que dio lugar a que del propio palacio se corriera la especie que, muy posiblemente, se debió a que el gordo general haya quedado atascado en la tanqueta al tratar de salir de ella.

Finalmente, por donde quiera que se les vea, los pendejos de esta crónica al igual que otro que tenía cara de pendejo, no tenían ni un pelo de tontos, y como lo dice el lugar común, sólo una cara de pendejo bien administrada.

En lo siguiente será necesario el diseño de un pendejómetro que sea bien confiable, ya que pendejos como los susodichos ya no llegan saludando a los santos cuando van a misa, es más …