martes, 19 de junio de 2018

El Megalómano: un peligroso depredador social!



“Niyazof, que había crecido huérfano en un orfanato soviético, estaba obsesionado con darle una         “identidad” a su pueblo, que según él era inexistente tras tantos años de dominio soviético. En primera instancia reflejaría su función mesiánica adoptando el nombre de Turkmenbashi  –Padre  de los turcomanos -. Tanto le gustó su nuevo nombre que, prácticamente, renombró todas las ciudades, incluída la más grande del país, como Turkenbashi”.

El dictador más megalómano del mundo

En los últimos años y muy especialmente en los últimos tres  la esfera pública mundial ha estado copada por algunos personajes de características avasalladoras  y que con un actuar muchas veces dicotómico, pero que sin embargo, dado el poder que tienen en sus manos, mantienen a la humanidad atenta a sus ejecutorias.

Aquello que muchos años atrás era definido como pedantería o más contemporáneamente como echonería, hoy lo vemos representado por individuos incómodos de los cuales se puede esperar cualquier respuesta, respuesta ésta que siempre estará bajo la égida de sus propios razonamientos.
Lo mismo lo vemos en políticos que en grandes hombres de negocios o en hombres de grandes negocios, también los encontramos en artistas y en individuos que tienen hasta una discreta actuación pública, sin dejar de ser afectados personas comunes y corrientes, pero siempre con las mismas comunes características: aires de grandeza, complejo de superioridad, desmedido culto a la personalidad, auto endiosamiento, etc.
Cuando uno hurga en la literatura en busca de explicaciones acerca de esta distorsión de la personalidad se encuentra con  que el término Megalomanía les queda muy bien, ya que engloba lo que en suma es la marca de fábrica de estos personajes, por lo que en las siguientes líneas intentaremos definir y hacer un poco de fenomenología de quienes padecen de este trastorno. 

Para un observador descuidado la Megalomanía pudiera confundirse con otros términos homófonos o de la misma familia sónica, pero que, indudablemente, no poseen ni siquiera rasgos comunes entre ellos. entonces lo primero a destacar es lo que no es Megalomanía.

Megalomanía no es Melomanía, ya que Melomanía es el fanatismo, afición,  gusto o pasión por la música o por algún género de la música. Se pudiera hacer una interpretación libre de academicismos y definirla como una “manía por la melodía”. Es necesario destacar que de todas las manías conocidas, como la cleptomanía, la mitomanía o la megalomanía, la Melomanía no daña a nadie y, por el contrario, quien la padece es portador de un mensaje de alegría y felicidad. Con esto, entonces, ya sabemos que la Megalomanía no es ninguna de las tres que hemos mencionado.

Entonces, ¿qué es la Megalomanía?

La Megalomanía es considerada como un trastorno de la personalidad que consiste en la adquisición de delirios de grandeza, de hecho es considerada como un grave trastorno que padece hasta un 3% de la población mundial, que aunque pareciera poco, la abrasiva manera como se presenta en las personas se convierte en un problema de salud bastante nocivo para quienes están cerca de los individuos infectados por este virus, no así por su portador, el Megalómano, quien al no estar consciente del trastorno y aún estando  en muchos casos, hace daño en su actuación ególatra y por tanto egoísta.

La palabra megalomanía deriva de dos raíces griegas que son ‘mega’ (grande) y ‘manía’ (obsesión). En este sentido podemos decir que este término se define como la obsesión por lo grande.
La megalomanía es un estado psicopatológico caracterizado por delirios de grandeza, poder, riqueza u omnipotencia. A menudo el término se asocia a una obsesión compulsiva por tener el control.
Dentro de este concepto por un lado pueden darse casos de quienes tienen rasgos o trastornos de personalidad megalomaníaca producidos por un exceso de narcisismo que les lleva a alterar la realidad. De otro lado, existen quienes padecen un trastorno delirante megalomaniaco, en el que el pensamiento y las ideas de grandeza y omnipotencia forman parte del sistema emocional que dirige su conducta.

Esta alteración de la conducta hace que el Megalómano construya su propia realidad en la que absolutamente todo gira a su alrededor y en la que quien tiene la razón en todos los aspectos es el enfermo de poder, como ya se ha definido.
Los delirios de grandeza son los responsables de que para el Megalómano no exista nadie que tenga historias más extraordinarias que las suyas propias. El Megalómano puede parecer atento escuchando un relato, pero lo que realmente está  es preparando su propia historia la cual hará palidecer la escuchada, por muy extraordinaria que parezca.
El Megalómano parece estar dotado por el Don de la Adivinación, así que cual mago es capaz de adivinar cualquier suceso ocurrido en el pasado (fácil predecir el pasado) y siempre buscará la confirmación en alguien que generalmente es su seguidor, quien se ve obligado a confirmar cada vez que el Megalómano le pregunte ¿Qué te dije yo? ¿Qué fue lo que yo te dije que iba a pasar? La afirmación aunque sea para quitárselo de encima, le edematiza aún más el ego al Megalómano, quien confirma en cada “tienes razón” que está ungido con el poder de los dioses.
Cual alquimista, el Megalómano es experto en casi todos los temas del saber científico y mundano, de modo que igual sabe de Astronomía que de Medicina, Política y Brujería, ayudándose muchas veces de conjuros y oraciones con tal de conseguir lo que para él es de interés capital, que son casi todas las cosas que al común de los mortales les parece indiferentes.
Para el Megalómano es importante ser reconocido donde vaya  por lo que   hacen del saludo un tema de principios. No aceptan que su presencia pase inadvertida por propios y extraños; sin embargo cuando están en público adquieren poses de pensadores profundos, estirando la mirada hasta el infinito al punto de ignorar a quienes se atraviesan en ese haz de elucubración, pero pendientes de quienes, no obstante, no acuden a saludarlo. Luego vendrán los reclamos. “Fulanito no me saludó”. “¿Qué le pasa a él conmigo?”. Dicen los expertos en estos temas que en esta situación específica se solapan el complejo de superioridad, puesto de manifiesto al aparentar ignorar a cuantos le rodean, con el de inferioridad que se expresa al sentir la necesidad de ser tomado en cuenta a través del saludo, lo que sin lugar a dudas es un indicador del uso de la Motivación Extrínseca como el combustible que direcciona su comportamiento.
En la relación de pareja el Megalómano es un depredador implacable, aunque muy rudimentario. Colma a la  presa de atenciones, rodeándola de halagos y también de alhajas si fuera necesario. Poco a poco va cerrando su red de relaciones haciendo que nada le haga falta del mundo exterior hasta conseguir el rompimiento de la red social y el aislamiento total con los viejos vínculos afectivos. Crea una burbuja cósmica impenetrable en la que se desdobla para suplir las eventuales carencias que se desprendan del encierro o secuestro, jugando al mismo tiempo los roles de hermano, padre, madre, amigo, maestro y de, por supuesto, amante.
 El Megalómano no está interesado en tener una relación; lo que él realmente desea es tener una posesión.
Cuando la presa al fin se da cuenta del asfixiante cerco al que ha estado sometida y reclama su espacio, comienza para el Megalómano un período de hostilidades en el que se ve obligado a doblegar su garbo, extendiendo perdones constantemente para, al ser perdonado, ponerse nuevamente la caparazón de galgo invencible. Este repetitivo círculo puede durar su tiempo, no obstante avizorar que el reinado del Megalómano comienza a resquebrajarse.
De los estudios realizados a individuos con esta patología se ha obtenido que, como la superioridad de la que se creen dotados invaden su consciencia, el Megalómano actúa descuidando, por sus propios desvaríos y desmesuras, su parte estratégica, por lo que se hacen absolutamente predecibles. Son como jugadores de póker que juegan con las cartas marcadas, ya que en su ensoñación anuncian a veces hasta públicamente, los pasos que darán en el futuro.
Aunque el Megalómano pudiera eventualmente gozar de un reconocido prestigio público, su capacidad para lograr empatía es absolutamente nula, por lo que lo más seguro es que íntimamente sean seres solitarios, alejados de todo aquello que implique verse exigido psico-emocionalmente en un campo que pudiera antojarse de ser altamente competitivo. De allí que teniendo ciertos ingredientes para ser triunfadores cierran cada vez más sus círculos, revistiéndose de un  halo   misterioso. Los psicólogos afirman que esto obedece a un complejo de inferioridad y a una muy depauperada autoestima.
Mario Esparza, profesor e investigador del Centro de evaluación psicológica, de la Universidad de Guadalajara afirma que los Megalómanos …
“Son personas de difícil trato, que pueden sentir que el mundo no los merece, pero también creen que son los salvadores del mundo. Puede parecer que lo que dicen no tiene sentido o lo inventaron, y en ocasiones tienen un grupo de seguidores”.
Agrega que lo extraño es que en ocasiones son personas que a pesar de que tienen mucho carisma, cambian de ánimo con gran facilidad, lo cual es más evidente cuando presentan esta enfermedad por más de cuatro años.
“Si los contradices son peligrosos, porque se enojan tanto que pueden ser agresivos y groseros, de manera que es necesario tener cuidado”.
Son factores de riesgo para desarrollar este padecimiento aquellos que han sufrido violencia intrafamiliar, incluso abuso físico o sexual. Ese tipo de conductas es una forma en la que ejercen dominio o creen tener poder. http://www.udg.mx/es/noticia/la-megalomania-es-un-grave-trastorno-de-personalidad
En cuanto al tratamiento de este trastorno los expertos parecen no tener un acuerdo, ya que algunos sugieren que pueden ser tratados a través de estrategias multidisciplinarias al combinarse la terapia psicológica con otras técnicas de control conductual. 
Para otros  lo más difícil de ese tratamiento consistiría en lograr sentar en el diván a un individuo que se cree por encima del bien y del mal, ya que esto implicaría el reconocimiento expreso de la patología destructiva que viene padeciendo y de un auto descenso del pedestal en el cual él mismo se montó. En este sector están los que afirman que la Megalomanía es una enfermedad incurable y que lo mejor que se puede hacer con ellos es dejarlos a su suerte antes que hagan un daño que pudiera resultar irreparable.
En esta línea de pensamiento se anota el Dr. Miguel Palacios Frugone, quien en sus estudios concluye en que:
“Los megalómanos constituyen un peligro para la sociedad. Son una terrible amenaza para el sistema de convivencia si manejan algún tipo de poder.
A mayor poder; mayor daño causado. Imponen por la fuerza sus ideas y someten a los que lo rodean y se dejan.
Como no hay forma de controlarlos, en algún momento también arremeterán contra los que están a su lado. Por sus ideas paranoides; los eliminará.
Para luego concluir tajantemente en que:

“La principal característica de la megalomanía es que no tiene cura.

No existe tratamiento psiquiátrico, psicológico, farmacológico, hipnótico, quirúrgico, clínico, de medicina alternativa, magia o de cualquier clase que pueda controlar y peor curar a quien tiene  este problema.

Si bien es cierto que el megalómano de alguna manera se hace daño por su padecimiento, es mucho más cierto que mayor es el daño que por su padecimiento le causa a los demás.” https://mikypalaciosfrugone.wordpress.com/2012/10/19/el-megalomano/


Así las cosas y habiendo hecho este ejercicio fenomenológico sobre la Megalomanía y el Megalómano sólo nos resta posar el interés sobre los seguidores de los individuos tocados por este trastorno, ya que ellos son principalmente los receptores, en primera instancia, de la descarga generada por el controvertido actuar de estos seres y descubrir  en toda esta sintomatología la descripción de un mal totalmente destructivo que amenaza la vida de quienes le rodean y aún de aquellos que logran a tiempo desengancharse si son percibidos por este enfermo como un peligro para su absurda sobrevivencia, al ver peligrar el quimérico propósito que persiguen: volverse dioses!