- Vamos a darle un pase a la alcaldesa
Erika Farías, quien se encuentra haciendo un recorrido por La Vega. Adelante, alcaldesa!
- - Gracias, Presidente, saludar la
iniciativa que usted ha tenido de ordenar esta jornada de desinfección de las
parroquias caraqueñas.
Caminando apurado esta
conversación no tendría nada censurable porque se trata de una más de entre las
cientos de ellas que se producen a diario
en revolución, pero, sin saberlo, terminan modificando arbitrariamente el
idioma e introduciendo giros idiomáticos poco usuales en estos lados del
continente americano, donde la lengua de Cervantes impuso sus mecanismos de
producción, difusión y cambios lingüísticos.
¿De dónde nuestros dirigentes
políticos han sacado la moda de iniciar una conversación empleando un verbo en
infinitivo? Pues bien, ya es una costumbre dentro del gobierno, que sus líderes comiencen
sus intervenciones con verbos tales como saludar, agradecer, reconocer,
confirmar, celebrar, etc., dejando la oración morfológicamente incompleta, al
carecer de un sujeto que se haga responsable de la acción emprendida. Así, cabe
preguntarse, en la intervención de la burgomaestre (no faltará quien me diga
que es burgomaestra): ¿sobre quién
recae la acción de saludar? ¿Quién saluda a quién? ¿Quién se siente saludado?
Maigualida Rivas, amiga
consuetudinaria de estas crónicas y lingüista de obligada consulta práctica, nos alumbra el
tema planteado al afirmar que “ese fenómeno que tú llamas “giro idiomático” no es
otra cosa que la despersonalización del idioma. Se usan morfemas que despojan
al texto de tener y mantener un sujeto léxico. Una acción deber ser realizada
por alguien que sería el sujeto”.
En esta forma de
construcción del lenguaje queda destrozada aquella clase aprendida al caletre desde primaria, según la
cual para darle sentido a una oración, ésta debe poseer sujeto, verbo y predicado. Es como
esa otra expresión muy usual que se produce por pena, miedo o no sé qué otra cosa, mediante la cual las
personas terminan sus diálogos con la expresión se le quiere. Por favor, ¿quién carajo quiere a quién? A mi nadie se me quiere. A mi me quieren o no me
quieren. Yo no puedo decir que Ivette me quiere por que me dijo que se me quería. En esa frase nadie asume
la acción de querer. Generalmente cuando alguien me dice que se te quiere, lo (la mayoría de las
veces es la) obligo a especificar, a través de la pregunta ¿quién
específicamente me quiere? O puedo ser un tanto sarcástico, preguntando ¿quién se me quiere?
En este sentido,
Maigualida hace aún más explícita su participación al enjuiciar algunas de las
razones de la ocurrencia de este fenómeno, al señalar “se evita señalar la
presencia explícita del sujeto, de quien necesariamente realiza la acción
para trasladarla, más bien, hacia un
contexto impersonal, alguien inespecífico que no puedes identificar porque está
diluido en aquel “se” que mencionas “se
le quiere”. Se invisibiliza así, al sujeto concreto. “Se dice”, “se sabe”, “se
rumora”, “alguien afirmó” o el consabido “uno no sabe qué pasó allí”. ¿Quién es
“uno”? ¡Nadie! Es decir, lo perfectamente invisible.
Cuando esto sucede, se
está construyendo realmente un mecanismo perverso de despersonalización que lo
más seguro es que conduzca a nunca encontrar culpables de nada de lo que suceda
en nuestro país”.
Entonces, como
podríamos salvar a la burgomaestra
del sin sentido? Muy sencillo, diciéndolo de la siguiente manera: “Presidente,
saludar la iniciativa que usted ha tenido, al ordenar esta jornada de desinfección de las
parroquias caraqueñas, es lo que me propongo reconocer a través de esta
intervención”. Si usted lo deja hasta caraqueñas
quedará un largo punto suspensivo cuya funcionalidad es insuficiente para
proporcionarle sentido completo.
El otro aspecto por
destacar es que toda redacción comience con un infinitivo, corresponde al
enunciado de un objetivo, propósito, meta o misión. En estos casos se trata
únicamente de especificar la acción que
alguien previamente identificado en otra parte del texto, va a ejecutar.
Maigualida, sin embargo
mete chola a fondo en el análisis, al punto de llegar a una conclusión
determinante:
“En una situación
comunicacional como la que explicas en tu artículo, en la que el Presidente inquiere la participación de la alcaldesa de
la capital en relación con acciones preventivas de salud por el problema del
coronavirus, ella simplemente “saludar” la iniciativa o interviene “para
saludar” la iniciativa, es una clara muestra de despersonalización del
discurso.
En el español tenemos
muchas formas de esas despersonalizantes que desaparecen al sujeto como por
arte de magia y una de ellas es comenzar por un verbo en infinitivo que en
realidad ejerce funciones de sustantivo, gramaticalmente hablando, pero que no
singulariza a nadie. Están empleando, nuestros revolucionarios, esa forma
discursiva para evitar personalizar las actuaciones”.
Pensándolo bien, es
posible que todos estos líderes de la revolución tengan razón en utilizar un
discurso despersonalizado, porque como acota Maigualida alcaldes, gobernadores
y ministros lo único que hacen es “saludar” las iniciativas del Presidente,
porque muy pocos las cumplen …saludos como los que se hacen en los buques con la bandera, en señal
de bienvenida. Cortesía pura.
Al cierre de esta
crónica me quedó sembrada la duda, de si
es inocente que cada vez que se dan pases en vivo y directo y los referidos dicen cosas como “aquí
estamos, Presidente, cumpliendo con las instrucciones que nos dio……”, ¿será
realmente ingenuo o será que, por si algo sale mal, tener el camino abonado
para decir que eso fue culpeMaduro?
Ah pues, se han visto casos ….o sea!