domingo, 3 de mayo de 2020

La despersonalización del discurso en revolución


- Vamos a darle un pase a la alcaldesa Erika Farías, quien se encuentra haciendo un recorrido por La Vega.  Adelante, alcaldesa!

 -      - Gracias, Presidente, saludar la iniciativa que usted ha tenido de ordenar esta jornada de desinfección de las parroquias caraqueñas.

Caminando apurado esta conversación no tendría nada censurable porque se trata de una más de entre las cientos de ellas que se producen a diario en revolución, pero, sin saberlo, terminan modificando arbitrariamente el idioma e introduciendo giros idiomáticos poco usuales en estos lados del continente americano, donde la lengua de Cervantes impuso sus mecanismos de producción, difusión y cambios lingüísticos.

¿De dónde nuestros dirigentes políticos han sacado la moda de iniciar una conversación empleando un verbo en infinitivo? Pues bien, ya es una costumbre  dentro del gobierno, que sus líderes comiencen sus intervenciones con verbos tales como saludar, agradecer, reconocer, confirmar, celebrar, etc., dejando la oración morfológicamente incompleta, al carecer de un sujeto que se haga responsable de la acción emprendida. Así, cabe preguntarse, en la intervención de la burgomaestre (no faltará quien me diga que es burgomaestra): ¿sobre quién recae la acción de saludar? ¿Quién saluda a quién? ¿Quién se siente saludado?

Maigualida Rivas, amiga consuetudinaria de estas crónicas y lingüista de  obligada consulta práctica, nos alumbra el tema planteado al afirmar que “ese fenómeno que tú llamas “giro idiomático” no es otra cosa que la despersonalización del idioma. Se usan morfemas que despojan al texto de tener y mantener un sujeto léxico. Una acción deber ser realizada por alguien que sería el sujeto”.

En esta forma de construcción del lenguaje queda destrozada aquella clase  aprendida al caletre desde primaria, según la cual para darle sentido a una oración, ésta  debe poseer sujeto, verbo y predicado. Es como esa otra expresión muy usual que se produce por pena,  miedo o no sé qué otra cosa, mediante la cual las personas terminan sus diálogos con la expresión se le quiere. Por favor, ¿quién carajo quiere a quién? A mi nadie se me quiere. A mi me quieren o no me quieren. Yo no puedo decir que Ivette me quiere por que me dijo que se me quería. En esa frase nadie asume la acción de querer. Generalmente cuando alguien me dice que se te quiere, lo (la mayoría de las veces es la) obligo a especificar, a través de la pregunta ¿quién específicamente me quiere? O puedo ser un tanto sarcástico, preguntando ¿quién se me quiere?

En este sentido, Maigualida hace aún más explícita su participación al enjuiciar algunas de las razones de la ocurrencia de este fenómeno, al señalar “se evita señalar la presencia explícita del sujeto, de quien necesariamente realiza la acción para  trasladarla, más bien, hacia un contexto impersonal, alguien inespecífico que no puedes identificar porque está diluido  en aquel “se” que mencionas “se le quiere”. Se invisibiliza así, al sujeto concreto. “Se dice”, “se sabe”, “se rumora”, “alguien afirmó” o el consabido “uno no sabe qué pasó allí”. ¿Quién es “uno”? ¡Nadie! Es decir, lo perfectamente invisible.
Cuando esto sucede, se está construyendo realmente un mecanismo perverso de despersonalización que lo más seguro es que conduzca a nunca encontrar culpables de nada de lo que suceda en nuestro país”.  

Entonces, como podríamos salvar a la burgomaestra del sin sentido? Muy sencillo, diciéndolo de la siguiente manera: “Presidente, saludar la iniciativa que usted ha tenido, al  ordenar esta jornada de desinfección de las parroquias caraqueñas, es lo que me propongo reconocer a través de esta intervención”. Si usted lo deja hasta caraqueñas quedará un largo punto suspensivo cuya funcionalidad es insuficiente para proporcionarle sentido completo.

El otro aspecto por destacar es que toda redacción comience con un infinitivo, corresponde al enunciado de un objetivo, propósito, meta o misión. En estos casos se trata únicamente de especificar  la acción que alguien previamente identificado en otra parte del texto, va a ejecutar.

Maigualida, sin embargo mete chola a fondo en el análisis, al punto de llegar a una conclusión determinante:
“En una situación comunicacional como la que explicas en tu artículo,  en la que el Presidente  inquiere la participación de la alcaldesa de la capital en relación con acciones preventivas de salud por el problema del coronavirus, ella simplemente “saludar” la iniciativa o interviene “para saludar” la iniciativa, es una clara muestra de despersonalización del discurso.
En el español tenemos muchas formas de esas despersonalizantes que desaparecen al sujeto como por arte de magia y una de ellas es comenzar por un verbo en infinitivo que en realidad ejerce funciones de sustantivo, gramaticalmente hablando, pero que no singulariza a nadie. Están empleando, nuestros revolucionarios, esa forma discursiva para evitar personalizar las actuaciones”.

Pensándolo bien, es posible que todos estos líderes de la revolución tengan razón en utilizar un discurso despersonalizado, porque como acota Maigualida alcaldes, gobernadores y ministros lo único que hacen es “saludar” las iniciativas del Presidente, porque muy pocos las cumplen …saludos como los que se  hacen en los buques con la bandera, en señal de bienvenida. Cortesía pura.

Al cierre de esta crónica me quedó sembrada la duda,  de si es inocente que cada vez que se dan pases en vivo y directo  y los referidos dicen cosas como “aquí estamos, Presidente, cumpliendo con las instrucciones que nos dio……”, ¿será realmente ingenuo o será que, por si algo sale mal, tener el camino abonado para decir que eso fue culpeMaduro? Ah pues, se han visto casos ….o sea!