domingo, 28 de enero de 2018

“Unido, sano y feliz así quiero a mi país”


¡O el regreso a donde estábamos!

Con esa melodía “Unido, sano y feliz así quiero a mi país”, acaba de finalizar un buen programa del domingo en la noche, el cual nos sirve para ver la vida por ese espejo retrovisor por el que todo se ve de colores, aunque la mayoría de los sketchs están en blanco y negro por razones edad.

Me llama la atención que con esa sabrosona voz del Sonero del mundo, Oscar D´León, la melodía nos exhorta a ser ese país feliz que siempre fuimos, a aquel país donde no había divisiones y en el, consecuentemente, éramos todos iguales o para resumirlo en las palabras de una buena señora que conozco,  el país en el que “éranos felices y no lo sabíanos” (Mi amiga, dixit)

La resonancia de este discurso ha tenido una honda y profunda repercusión hasta en los estratos más humildes de la población (ese es su fin), tal vez porque quienes lo han popularizado han sido personas que de una u otra forma han tenido una voz que se amplifica por su cercanía a los dueños de los medios de comunicación. Por eso sus exponentes son personas como Miguel Angel Landa, Laureano Márquez, Leonardo Padrón, Oscar D´León, Emilio Lovera, Claudio Nazoa, etc.

Pero, en realidad “éranos felices y no lo sabíanos”? O de verdad queremos regresar a donde estábamos? Es que de verdad verdad era bien chévere donde estábamos?
Sin hacer mucho arqueo de fuentes vamos a revisar a capela algunas de las cosas que recuerdo este domingo 28 de Enero de 2018. Ok!

En la Venezuela que venimos existía una pobreza que, sin inducción de ninguna naturaleza rondaba, según cifras de la época, el 80%. O sea que de cada 10 personas, 8 eran pobres! Seguro que éramos iguales?

De ese mismo 80% de la población, había un 30% que no había forma de calificarlo porque era de tal magnitud su pobreza que clasificaciones autorizadas se veían en dificultades para caracterizarlo. Finalmente se llamó “pobreza atroz”, ya que era gente que vivía con menos del equivalente a un dólar mensual. En palabras irremediablemente llanas, esa era gente que hacía menos de una comida al día. De verdad cesa gente sería feliz? O de verdad esa gente querrá regresar al paraíso?

En esa Venezuela paradisíaca la vivienda era una mercancía y también muy pocos tenían acceso a una vivienda propia. Había en esa Venezuela un déficit que rondaba las 3 y medio millones de viviendas, ya que haciendo “100 mil casitas por año” (Caldera dixit), jamás se iba a superar ese déficit. Serían felices esas casi 20 millones de personas que vivían alquilados, en pensiones, o simplemente en la calle? De verdad querrán regresar a la Venezuela Saudita? En serio?

Sin manipulación ni inducción a la economía informal, el desempleo rondaba el 33%. Será verdad que un desempleado se sentía feliz al igual que quienes tenían su empleo o eran dueños de los medios de producción? Será verdad que quienes hasta no hace mucho tenían su empleo querrán regresar a la Venezuela de donde vienen? En serio?

En aquella Venezuela añorada por los precitados artistas, escritores de telenovelas y cómicos, existía una ley llamada “La Ley contra vagos y maleantes” la cual era aplicada muy a discreción de un político o de un juez acomodaticio contra cualquier pobre diablo (que eran muchos, ya dijimos que la pobreza rondaba el 80%) y sin ninguna fórmula de juicio eran enviados directo a las Colonias Móviles de El Dorado, un infierno para pendejos que había en el Estado Bolívar, o para cualquier antro de los existentes en la época como el Retén de Catia, la Cárcel de El Paraíso o alguna otra de condiciones iguales o peores del interior del país. En serio que quien alguna vez conoció un antro como los nombrados querrá regresar a la igualdad en la que vivíamos en aquellos tiempos? En serio?

Del mismo modo, en la Venezuela idílica que nos venden los mercaderes anteriores, había dos millones de analfabetas, para los cuales no había otra salida que seguir en la obscuridad de las letras, a pesar que alguna vez fueron invitados a Acudir a algunos centros donde los estaban esperando. Como ellos no hacían mucho zaperoco porque les podían aplicar la Ley de Vagos y Maleantes, quedaba entendido entonces que vivían felices y que por lo tanto ellos eran iguales a sus paisanos del Country Club. Como hermanos, pues! No obstante lo felices que eran siendo iguales a los amos del valle, querrán estos dos millones de alfabetizados regresar a las tinieblas igualitarias de donde vienen? Seguro?


Por último, para cerrar este ejercicio caletrero del domingo nocturno, ¿saben por qué vivíamos en una aparente paz? Esa paz le costó a Venezuela mas de 10 mil muertos, siendo los muertos aquellos que osaban insubordinarse al poder omnímodo de las clases dominantes y de sus operadores políticos, como Betancourt, Leoni, Caldera, Carlos Andrés, Luis Herrera y Lusinchi y sus esbirros ministros del Interior de turno, porque además, al primero de los nombrados se le ocurrió la genialidad de autorizar a sus policías a  que “disparen primero y averigüen después”! ¿Seguro que los familiares de los muertos y aún desaparecidos querrán volver a la paz de los sepulcros que le garantiza el pasado añorado por Landa, Laureano, Padrón, D´León, Nazoa y Lovera? En serio?