viernes, 31 de agosto de 2018

Crónica Incómoda ¿Por qué tanto atrevimiento de parte de la ignorancia?



Una de las cosas que hace a la ignorancia  tan atrevida es creer que el tamaño del mundo es del tamaño en que ella lo conoce. Al creer esto la ignorancia desconoce las limitaciones de su propia ignorancia. Ya que la ignorancia es anti conocimiento, entonces la ignorancia carece de un estimado de la cuantía de su conocimiento.

Cuando la ignorancia cree que ella es la medida del tamaño del mundo, entonces soslaya el hecho de que otras personas puedan tener el mundo de un tamaño superior al suyo, de allí entonces que desvalora y desmerita lo que otros pudieran saber de las cosas que ella cree saber. La ignorancia entonces no tiene lugar a dudas de la vastedad de su conocimiento y de la ignorancia de los demás. Al menospreciar el conocimiento de otros la ignorancia se vuelve fácilmente predecible y, ante personas que anejan cierto conocimiento de alguna materia, la ignorancia se podría decir que juega con las cartas marcadas, ya que todas sus jugadas son anticipadas por el conocimiento.

Sólo como ejemplo me voy a referir a una doctora que me desahució al pensar que a ciencia era del tamaño en que ella la conocía. La Dra Susan Mc Aly se negó a operarme de un carcinoma de próstata porque como me había previamente sometido a quimioterapia, ella suponía que tenía adherencias con intestino, vejiga, etc., y que operarme suponía el riesgo seguro de llevarse un pedazo de otro órgano y dejarme con una fístula que me llevaría a un irremediable final. En su transparencia ella veía claramente mi final  con un 5000% de seguridad, por lo que se excusó diciéndome “yo no te voy a operar y dudo que cualquier urólogo se arriesgue a operarte”. Es decir, váyase para su casa a morirse.

Como no podía darle la última palabra a esa galena, apelé su decisión ante un veterano urólogo de otra clínica, quien al planearle la situación me dijo “será ella la que no te puede operar porque no sabe que existen unos aparatos que tienen una lupa de este tamaño y que esas adherencias se ven ahí del tamaño de una autopista, sin riesgo alguno de llevarse ningún pedazo de otro órgano, así que véngase para echarle cuchillo”.  De esta manera la ignorancia y sobre el atrevimiento de la doctora Susan quedó en evidencia ante personas que, por supuesto, la superaban abiertamente en muchísimas cosas de las cuales ella tenía un limitado conocimiento. Y ese es una de los problemas de la ignorancia, que desconoce la cuantía de sus carencias al creer que ella está al tope de los conocimientos.

Otro ejemplo es el de la joven política que ante las cámaras de televisión afirmó, sin ningún atisbo de dudas, que era necesario, para contribuir al saneamiento ambiental, reciclar los barriles de petróleo. Ella ignoraba que los barriles de petróleo no eran físicamente barriles, sino que son una medida constituída por 42 galones, equivalentes a 159 litros aproximadamente. La golosidad de su ignorancia fue aumentada cuando, no contenta con semejante metida de mata, aseveró que en la Asamblea Nacional existían estudios sobre el reciclaje de los barriles de petróleo. Cuando la ignorancia se combina con la mentira el descomedimiento se vuelve ilimitado.

Bajo mi óptica la mayor desfachatez que comete la ignorancia es la falta de sindéresis expresada en el menosprecio por la sabiduría, por la sapiencia, porque para la ignorancia no existe la duda que es el elemento desencadenante de conocimiento. Entonces ante la ausencia de dudas, la  ignorancia se nutre de inmodestia, de des humildad,  como para que nadie   se atreva a contrariarla.

Quien sí carecía de esos complejos que caracterizan a la ignorancia era la Abuela de Gualberto, quien la describe en esta estrofa de despedida de esta crónica, como una persona ponderada y consciente de sus propias limitaciones:

“Que iba a saber mi abuela de política barata
Si mi abuela no ofrecía para no meter la pata”.

Un poquito de la filosofía de la Abuela de Gualberto no le hace daño a nadie. Y si a esto le agregamos una frase que  me conseguí alguna vez en un baño público, la superación de la ignorancia estaría cada vez más cerca:

“Cuando no tengas nada interesante que decir (ofrecer), no pierdas la oportunidad de quedarte callado”