Hace ya un siglo
que el senador norteamericano Hiram Johnson (1917) acuñara magistralmente la
conclusión de que en una guerra la primera víctima era la verdad. De igual modo
el general prusiano Carl von Clausewitz explicaría el efecto de la comunicación
en tiempos de guerra: "Una gran parte de las noticias que se reciben en la
guerra son contradictorias, otra parte aún mayor son falsas, y la mayor parte
son bastante inciertas..." En suma, concluye Clausewitz, "la mayoría
de las noticias son falsas, y el temor de los seres humanos refuerza la mentira
y la no verdad".
Es un hecho cierto,
entonces, que una de las dos partes en conflicto en una guerra, es mitómana.
Bastaría con recordar un hecho de algunos pocos años en el que la excusa para
desatar una de las peores guerras contemporáneas fue que “el enemigo” tenía
armas de destrucción masiva, es decir, armas químicas. Algunos años después de
la devastación del país, sus atacantes confesarían, sin un pelo de
arrepentimiento, que habían estado equivocados, pero bueno … ya había acabado
con 4 millones de seres humanos.
Esta semana apenas, otro
país, o lo que queda de él luego de cuatro años de bombardeos ininterrumpidos,
fue atacado nuevamente bajo la excusa que había usado armas químicas contra su
población. Otra vez el San Benito de las armas químicas para justificar las
inhumanas respuestas.
Lo cierto del caso es
que el discurso mitómano ha comenzado a calar hondo en la población en general.
Ya no son sólo los jóvenes quienes por
comodidad, desconocimiento de la historia y de sus escasas competencias para el
análisis socio-político, lo usan como bandera de lucha, no; hay mucho viejo,
viejos pendejos y convenientemente alzheiméricos,
que se entregaron a la conseja tramada desde afuera de que estamos viviendo en
un rrregimen que, por supuesto tiene
una forma de gobierno llamada dictadura y
que, lógicamente, en esta forma de gobierno gobierna a su saber y entender un dictador. Lista la puesta en escena para
que el país hegemónico lance un ataque
humanitario (otro de los términos favoritos en la jerga eufemística de la
guerra).
Ahora bien el país
hegemónico es el mismo que acaba de lanzar un ataque (ya no sabemos qué número)
sobre Siria, para defender a la población del cruel asalto de su gobernante,
perdón de su dictador, porque en la
lingüística intoxicada de la guerra los buenos tienen gobernantes, mientras los
malos tienen dictadores; los buenos tienen
democracia mientras los malos tienen régimen;
los buenos producen daños colaterales, mientras los malos cometen ataques de lessa humanidad.
Todo esto lo que
significa es que nada en la guerra sucede por azar, todo está milimétricamente
calculado y que lo que en un momento no es usado es porque está muchas veces planificado
para serlo una década después, por eso es que la actual proliferación en el
discurso ideológico del metafórico régimen,
dictadura o dictador pudiera ser, ahora sí, el momento para pasar a la
acción con un ataque preventivo que
disuada al dictador de seguir usurpando
el poder. Por supuesto, luego podrían venir algunos otros ataques humanitarios no para disuadir, sino para echar del poder al
cruel dictador. Les es conocida toda
esta retórica?
Juguemos ahora un poco
con las estadísticas de la guerra, ya que en nuestro país Venezuela hay mucha gente sollozando, implorando al
cielo que desde allá caigan racimos de bombas ¿o bombas de racimo?, en el
entendido que las bombas serán lo suficientemente inteligentes como para
acertar solo en los blancos enemigos, es decir, en los amigos de la dictadura o seguidores del dictador.
Para todos ellos las
noticias no son nada alentadoras, ya que en este ultimo ataque a blancos sirios
la efectividad del mismo (y por efectividad entendemos la capacidad del
instrumento para hacer daño a quienes va dirigido) fue de un 39%, lo que
rápidamente significa que el 61% ocasionó daños
colaterales, es decir daños a personas y entidades que nada tenían que ver
con el peo (hospitales, escuelas, niños, viejos, mujeres) muchos de los cuales,
incluso, pudieran tratarse de enemigos del régimen
y, por lo tanto, incitadores de la intervención externa.
Con esa performance
como referente tendríamos que en nuestro medio un ataque al suelo patrio le
haría daño, es decir mataría a 4 chavistas de cada 10 afectados, lo que sin lugar a duda indicaría
que el resto, es decir 6 serían afectos a los bombardeadores. Simple: en cada
ataque mueren 4 chavistas y 6 escuálidos. Matemática de Primer Grado.
Como los daños colaterales se producen cuando las
bombas no dan en el blanco, sino que se desvían cayendo en otras áreas,
podríamos decir entonces que en una eventual incursión, sea el caso en la
populosa Petare, de cada 10 bombas 4 caerán, justamente, en Petare; pero las
otras 6 bien podrían caer, una en El Márquez, otra en La California, otra en Macaracuay,
otra en Colinas de Los Ruices, una en Terrazas del Ávila y una última, digamos
en la Universidad Metropolitana.
En un ataque al Palacio
de Miraflores, es posible que las 4 bombas acierten; pero las otras 6 bien
pudieran dirigirse a San Bernardino, El Paraíso, Las Mercedes, Bello Monte, la
Alta Florida y Los Caobos.
Durante el año 2016 EEUU
disparó un total de 26171 bombas en 7 países a los que salió a buscarle
pleitos, siempre azuzados, además, por las sociedades civiles de esas naciones
y por los esclarecidos seres pensantes de las mismas. En promedio cada país
recibió 3783 bombas. Si este fuera el standard las noticias fueran totalmente
terribles para los opositores en Venezuela, que son quienes oran todos los días
por un ataque de la OTAN, ya que 1458 bombas caerían en terreno del chavismo;
pero 2303 harían estragos en la humanidad de los opositores.
Van a seguir con la guevonada de la dictadura, el dictador y la
libertad? Ahhh?