El
lenguaje oculto de la guerra
“Un fantasma recorre Europa: el fantasma del
comunismo. Todas las fuerzas de la vieja Europa se han unido en santa cruzada
para acosar a ese fantasma: el Papa y el zar, Metternich y Guizot, los
radicales franceses y los polizontes alemanes.”
Por muy manoseada que parezca la expresión anterior, arrancada del
Manifiesto del Partido Comunista escrito por Marx y Engels hace 168 años, pues siguen matando cristianos por defender una
cruz, es decir, sigue siendo tan actual que aún amenazan a sociedades
enteras con el San Benito del Comunismo depredador, come muchachitos y
enajenador de conciencia, independientemente que hoy en día sólo un 2.5% de los
países del orbe sean constitucionalmente comunistas y que algunos de ellos
hayan realizado reformas para coexistir con la economía de mercado.
Un retrógrado derechista y discúlpenme el pleonasmo, se reirá tal vez
con la cita anterior y con aires de sabiduría intentará ridiculizarla, sin
saber seguramente el origen que en la genética de la guerra tiene su actitud despreciativa
y trivializante.
Ayer mismo, literalmente hablando, se le ha ganado una guerra a la paz,
cuando en Colombia triunfó el retorno al enfrentamiento armado, en lugar, como
muchos en el mundo suponían, que se le pondría un cese a más de medio siglo de
guerra en cuyo saldo resalta, entre otras nimiedades, la desaparición de más de
5 millones de seres humanos y el desplazamiento alrededor del mundo de más de
10 millones de colombianos.
Y cuál fue el principal argumento que usaron los opositores al proceso
de paz en ese país? Pues el mismo que desde hace 168 años se viene usando en el
universo para aterrorizar a las poblaciones, es decir, el ya senil fantasma del
Comunismo, o lo que es lo mismo en su acepción resumidamente tropicalizada, de Santos-comunismo,
Chávez-comunismo, Maduro-Castrismo, Santos-Chavismo o Vene-Cubismo.
La instalación de la expresión en el subconsciente colectivo es lo que
impide que muchos, muchísimos, por comodidad del intelecto, no se atrevan a
someterla a cuestionamiento; lo cual se haría muy simple al pensar que, por
ejemplo, Cuba envía 15 mil médicos a África para la lucha contra el Sika,
mientras para el mismo propósito los EEUU mandan a 150 mil soldados.
Pero es que la guerra, además de enfrentar bélica y físicamente a
pueblos entre sí, también usa un lenguaje que le es propio, a través del cual
logra abortar las posibles disidencias que hubieran de producirse, además de
crear los suficientes distractores como para mantener ocupado el hemisferio
racional del cerebro, el encargado de preguntar por qué y cómo. En otros
ensayos hemos dicho que la espiral
producción-consumo-producción es el factor determinante en la idiotización
de las masas; mas hoy queremos derivar hacia otros factores aún menos tangibles
con los que la guerra planta dura batalla contra verdad.
De esta manera cada
día adquiere mayor sentido lo dicho por el senador Hiram Johnson cuando en
1917, un siglo atrás, afirmaba que en una guerra la primera víctima es la
verdad.
Un siglo antes que él, el militar y teórico de la guerra, el
general prusiano Carl Von Clausewitz afirmaba que en una guerra "Una gran parte de las noticias que se reciben son
contradictorias, otra parte aún mayor son falsas, y la mayor parte son bastante
inciertas..."
Finalmente concluiría diciendo que "la mayoría de las noticias son falsas,
y el temor de los seres humanos refuerza la mentira y la no verdad".
Si la conclusión
es que en una guerra la mayoría de las noticias son falsas, significa que
existe un medio a través del cual se transmiten esas noticias. Existe además un
cómo, una manera en que se transmiten
esas noticias y existe finalmente un instrumento que las hace conocidas.
El lenguaje es
el instrumento preciso, de allí que en su fuerza radica el poder que éste tiene
para embellecer lo feo; distorsionar la realidad y manipular los hechos; todos
estos elementos fundamentales en el lenguaje de la guerra.
Pero sin un
medio que se haya ganado cierta autoritas
mediante la aplicación de técnicas de laboratorio, la palabra no tendría por sí
sola el poder para hacer creer las mentiras que, como en la guerra que vivimos,
terminan imponiéndose en la colectividad.
De allí que a
medios como CNN, FOX, REUTERS, EFE, BBC, UPI, FRANCE PRESS, ETC. se les haya
entregado la autoridad para desinformarnos a su antojo, a través de sus canales
de televisión, periódicos y emisoras de radio, quedando instalado en el
imaginario que si lo dijo CNN tiene que
ser verdad, sin derecho a discusión porque la discusión es enemiga del
dogma de los medios, porque en la medida que cuestionas te desatas el nudo de la
doctrina guerrerista.
Lo demás,
entonces, es aplicar una vez y otra vez y otra vez la misma receta, recuerden
que aún muerto el Comunismo sigue siendo el coco que mete miedo, o como dicen en el vulgo, viejo es el diablo y todavía asusta.
Veamos algunos
pocos ejemplos de cómo la ingesta de palabras nos hace amar al verdugo y odiar
a nuestros aliados.
El uso de la retórica de guerra nos vende el uso de
vocablos que constituyen verdaderos sarcasmos, pero que como los compramos por el
prestigio que nos ofrece el vendedor, es decir el medio, la opción del regateo
queda temporalmente suspendida. Así, el verdadero horror de la guerra queda
enmascarado al ofrecernos “ataques
humanitarios”, “guerras limpias” y “bombas inteligentes”.
En esta misma línea
se sitúa el uso de eufemismos con
los se califican los actos desafortunados de la guerra. Así, para los que están
en desventaja cualquier éxito en una batalla podría ser considerado como un “crimen de guerra o de lesa humanidad”,
en cambio para los faraones del conflicto bélico un error voluntario como lo
podría ser un bombardeo a una escuela o a un hospital, es conocido con el joker
de “daños colaterales”.
Por otro lado, “las
metáforas de la naturaleza aparecen en términos como "guerra relámpago" (término preferido de los nazis), "oleadas de bombardeos",
"tormenta del desierto", etc. Se suscita así la impresión de que
las guerras son catástrofes naturales contra las que nada se puede hacer para
evitarlas (Vicente Romano, “Intoxicación Lingüística”)
Del mismo modo está la omisión o el secuestro del emisor
que sucede cuando el medio al que la audiencia ha entregado toda su confianza, narra la noticia, la cual ha sido emitida por una “fuente digna de todo crédito”,. Igual uso se le da al “alguna gente piensa que” o “la fuente que pidió no ser identificada” .
Estos mismos medios,
generalmente al principio de la receta de guerra, comienzan por identificar a su
aliado, es decir, el de ellos, como “el gobierno de fulano”,
mientras que a los malos los identifica como “el régimen de mengano”. Por eso es que cuando usted oiga en la
calle hablar del régimen, usted ya
debe saber a quién le apuesta el medio.
La mutilación del modo condicional es una costumbre de los medios que
están en la guerra, para distorsionar la declaración del enemigo. Si el
declarante ofrece “si se produce un
fraude electoral, saldremos a la calle a hacer respetar la voluntad popular”, el
medio obvia la condición y en consecuencia
lo que se publicita hasta la saciedad es la acción, es decir que “el
régimen saldrá a la calle si pierde las elecciones”, siendo esto lo que se
escuche a lo largo de semanas y que servirá para restarle méritos al régimen.
La falsificación de la
realidad a través del embellecimiento del lenguaje para justificar las cosas
malas, es lo que últimamente han hecho países neocolonialistas para justificar
invasiones, destrucciones y robo de las
riquezas de los pueblos. Así ante el peligro que representaban las hábil y
míticamente creadas “armas de destrucción masiva” se procedió a hacer “bombardeos
preventivos”, y “ataques humanitarios” “para salvar al mundo del
terrorismo”. La vieja técnica de la dicotimización de la guerra, es decir los buenos contra los malos.
Es tanta la fe en los
medios que ni siquiera la confesión de que las armas de destrucción masiva fue
un invento de Occidente (este también es un eufemismo, Occidente es EEUU) para
atacar a Irak, una gran parte del planeta fue incapaz de descreer en esos
mismos medios cuando llamaron a la Guerra en Libia y Siria posteriormente. Los
medios se apropian de la capacidad de reflexión de la gente.
Y ya que de reflexión
se trata, concluyo con Romano en su precitada obra:
“Donde
la reflexión es imposible, el mundo recibido debe considerarse como "la
realidad". La autenticidad de la percepción difusa con el medio técnico
hace que la imagen televisiva o el texto de prensa sea la cosa misma. Lo
"esencial" es haberlo oído, visto o leído en la radio, la TV o el
periódico.”
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