Elogio de "La Insaciable".
Heme aquí ante este sorprendido auditorio
para en un inesperado yo pecador,
hablarles de mi presencia a lo largo de la historia, en todos los escenarios
humanos.
Nunca he demandado favor alguno de nadie,
pero sí soy requerida con inusitada frecuencia para, con mi abnegada cual
discreta actuación, otorgar placeres a mis requirientes
en la confianza de mi reconocida opacidad.
Desde reyes hasta mendigos; desde rectores
hasta bedeles; desde enfermos hasta curanderos; desde ahorristas hasta
banqueros; desde funcionarios hasta ministros; desde civiles hasta mariscales y
desde uno hasta más infinito, he acudido al llamado urgente para otorgar mis
favores a todos cuantos me necesitan y aunque estoy siempre a la moda, son
siglos de experiencia los que he acumulado a lo largo de la historia de la
humanidad.
A veces me mantengo en el hit parede de algún país, pero no es
solo allí donde marcho de líder, puedo hacerlo en muchos países a la vez, solo
que eso no se sabe hasta que alguien revela mi presencia, porque para mi
no demando la menor publicidad, ya que mi trabajo mientras más discreto …. más efectivo.
Menos mal que mis urgidos han sabido justificarme,
aunque al explicarme no pocos se descubren.
Así, en cierto país donde mi acción ha sido inexpugnable me han dado clara promoción con resultados muy favorables en un principio, al sentenciarse que en ese país cuando blancos mandan, ellos me usan pero permiten que otros también me usufructúen.
Así, en cierto país donde mi acción ha sido inexpugnable me han dado clara promoción con resultados muy favorables en un principio, al sentenciarse que en ese país cuando blancos mandan, ellos me usan pero permiten que otros también me usufructúen.
Contrario, han de decir, cuando se
refieren a sus antiguos rivales verdes, que cuando mandaban hacían uso exclusivo
de mis servicios no permitiendo a otros beneficiarse. Por ello se anclaría en
el inconsciente colectivo que cuando en el país me usan y dejan que me usen, en
ese país se vive mejor.
En ese mismo sentido en una oportunidad
fui vivamente reivindicada cuando el ministro de una gran corporación regañó a
uno de sus gerentes, no porque me estaba usando, sino porque no compartía con
los suyos las mieles del favor que le dispensaba. "Yo no lo puse allí para que la use para usted solo",
recuerdo haber escuchado espetar a aquel gran super ministro.
Aunque nadie me ve, todos saben que sí
existo; me intuyen, me vaticinan, me sospechan. Saben dónde puedo estar; aunque
justo habré de reconocer, que no hay sitio donde no haya estado, incluso, en
los pulpitos de los más altos tabernáculos, allí me han encontrado y me siguen
encontrando cada vez que alguien intenta hurgar en los cenáculos sensibles de la
sacristía.
Por eso hay muchos, muchísimos, que
seguros de mis eficientes servicios han expresado que a ellos nada les regalen,
que no quieren dádivas, ni limosnas; que a ellos simplemente los pongan donde
sepan que yo esté.
Mi vida no ha estado exenta de polémicas,
de diatribas y de percances serios con la justicia; pero siempre han habido
argucias para sacarme de las oquedades en que han tratado de meter a mis
representados, saliendo siempre el argumento adecuado que convenza a algún usía
que osara demandarme, por muy baladí que pudiera parecer la argumentación.
Por eso, en este momento de declaraciones
ante este excelso público, a mi memoria llena de mega bytes del mismo tenor, llega la contundente explicación que
diera un alto general del ejército emparentado con un Presidente de la
República, quien al ser interpelado por la gran cantidad de cabezas de ganado
que pastara en sus tierras, habidas en un corto período de observación, expresó
lacónica y convincentemente ante el juez y ante los medios “es que mis semovientes paren”.
No puede quedar fuera de esta confesión el
impacto que ha tenido mi naturaleza en todos los espacios de la vida, al punto
de muchos ganar prestigio público al dar a conocer novedosas formas de usarme que se van haciendo
socialmente aceptadas. Así, en este país en el que ya llevo décadas, tal vez
siglos, instalada, se ha instaurado una cultura con muchísimos acólitos que
profesan mi devoción y que para ganar indulgencias de parte del electorado los
han puesto a repetir inconscientemente “los
blancos roban; pero hacen obras que se ven”, dando lugar a un legajo de
explicaciones que no hacen más que allanarme el camino hacia la total
aceptación de mi presencia en el país.
Yo no lo hubiera querido así, pero mi
imagen y presencia se ha instalado en la psiquis misma de la gente, haciendo de
mí un familiar del que se está genéticamente encadenado y al que difícilmente se
pueda renunciar. Y aunque por mal uso, han caído gobiernos y dinastías, en el
tiempo presente soy avalada, soy justificada, soy explicada, soy consentida y
aceptada por sectores que tienen suficiente poder para maquillar de bondad la
mala reputación que entre algunos, cada vez menos, pudiera tener.
De esta manera, cuando la mala dicha toca
la puerta de algún potentado que ha sido descubierto haciendo usufructo de mi
figura, alguna explicación de esas que gozan del consenso de la ciudadanía, ha
venido en su auxilio para convencer la necesidad de mis servicios; como aquella
que catapultó al ostracismo a aquel destacado gerente y filántropo, quien al
ser imprudentemente denunciado declaró que “sí,
efectivamente la estoy usando, pero esto me ha permitido dar empleo a mucha
gente”.
Mi trabajo ha sido de efectivo que en
estos momentos no hay sitio en el que no sea requerida: lo mismo en las
oficinas de ministros, que de gerentes de pequeñas corporaciones; estoy
imbricada en las gargantas del barrio mismo, al igual que en lujosas
urbanizaciones de gente pudiente; me pueden encontrar en las colas de gente que
clama dólares para darse un respirito en el extranjero, que en colas de gente
humilde que ha hecho de la reventa de productos de consumo masivo su manera de practicar
la libertad de comercio y empresa; del mismo modo en que me pueden conseguir en
el estetoscopio de un sabio y respetado galeno, que entre las medias blancas de
una sanitaria que entre sus piernas blanquea los adminículos usados para pasar
un medicamento a un paciente en extrema necesidad.
Heme aquí ante ustedes, en este ejercicio
de confesión, pero donde la más importante sea tal vez la que no he hecho, pero
que algunos se podrán imaginar y es que he logrado lo que pocos, permear las
distintas capas de la sociedad, deslizándome con igual maestría desde las altas
esferas hasta el intestino de los estratos subyacentes, logrando el milagro de
ser quien les habla, lo que estos extremos tengan en común, el vaso comunicante
entre ambos, el daemon que se hospeda
en ambos polos del espectro social.
Heme aquí ante ustedes, finalmente …. Soy yo,
“La Insaciable” …soy yo, La Corrupción ….
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