El
cielo no pudo esperar más por Conchita
No esperen que
este artículo se convierta en una suerte de elegía o canto a los muertos,
prefiero dejar las elegías para cantarle a los amores furtivos que así como llegan
de rápido, se marchan sin dejar huellas. Pero como Conchita es un amor que
jamás va a morir prefiero conjugarla en tiempo presente, porque presente es el
tiempo de los que duran para siempre.
Prefiero pensar
que su largo viaje a Francia la aportó por un tiempo de nuestro lado, pero
jamás podrá borrar la larga estela de dulces recuerdos que en mí ha dejado.
Prefiero
acordarme con Jorge Luis Borges cuando decía que él tenía amigos que pasaba
hasta treinta años sin verlos y no por ello dejaban de ser sus amigos; así que,
si en mis próximos cuarenta años no veo a Concha, ello no es motivo que
afectará mi intensidad hacia la amistad comprometida; de tal manera que no es
la frecuencia con que nos veamos lo que habrá de darle el sello al afecto que
me une a ella.
Prefiero pensar
que, como están las cosas, iba a ser muy difícil que yo diera un viaje a Paris
para verla –¡para mí Paris queda demasiado lejos!- y que al mudarse un poco más
allá del meridiano de Greenwich pues más difícil me la pondría la Concha, cosa
nada extraño en ella, así que para mí esto no es más que un cambio de residencia, cambio de residencia éste
que mejoraría en alguna medida el status
de su penúltima morada, si es que es cierto aquello que dicen los entendidos
según lo cual, si hay en la tierra algo parecido al Cielo entonces estamos
hablando de la Ciudad de la Luz.
Prefiero creer
que su cambio, de Educación al ejercicio de la práctica política en la
Gobernación de Bolívar, continúa hoy tan fuerte como ayer y que su absoluta
dedicación al régimen de Andrés
Velásquez continúa ocupando la mayor parte de su tiempo, para desgracia de
algunos que éramos sus habitués en
los saraos de los fines de semana.
Así que
prefiero pensar, no sin sentir una pequeña dosis de celos, por demás bien justificados,
que los nuevos amigos, hechos a la sombra de los gabinetes del gobernador de la
erre to´choreta, continúan
acaparándola y que aún hoy la mantienen secuestrada,
condenando con ello al ostracismo a muchos, quienes incluso llegamos al extremo
de conformarnos con llamarla a cualquier hora a su casa y tan sólo poder escuchar
su tradicional “dígame”. “¿Qué más quieres que te diga, mi amor?”, es lo que
normalmente le respondo.
Pensar en
Conchita es recordar sólo momentos buenos, porque de buenos momentos es que
debe estar llena la vida y la vida de la vieja Vázquez, como suele referirse a
ella la negra Teresa Pierluissi, lo ha estado. Así que, cómo no recordar, por
ejemplo, que cuando estaba a punto de dar a luz
a su segunda hija y todavía no había teléfono en casa de su hermano, se
le ocurrió proponerme que al presentársele las novedades ella me avisaría mi; y que yo fuera, supuestamente a la
medianoche, a casa de Mario y le moviera la camioneta hasta que sonara la
alarma, que eso lo levantaría y entonces le daba el parte médico. Esto
pareciera una estrategia normal; pero para los que no lo saben, su hermano,
Mario Vázquez, era en ese momento Campeón Nacional de Tiro al blanco, tiro al
negro, tiro al indio y tiro a todo lo que se moviera, así que al materializar
tal acción seguro que serviría yo de inspiración para una Crónica de una muerte
anunciada.
El anecdotario
compartido con la Concha está lleno de historias de esta naturaleza, todas con
un alto contenido humorístico, satírico y cómico, todas con finales felices,
todas con bajadas de telón sonoras de aplausos,
encandilantes de luz, ricas en sensaciones y de multivariados sabores.
Por eso es que
con todo y todo, no le echo la culpa al Cielo de quererla tener para el resto
de nuestros días, pues allá sabían de lo que se estaban perdiendo al dejarla
compartir con los privilegiados mortales, quienes nos dejamos atraer con su
magnetismo y comenzamos a sufrir de una especie de concha-adicción.
Así que, si en
los próximos años no vuelvo a ver a Conchita, no crean que es porque no he
querido, ¡es que se ha mudado aún más lejos para mí!; pero lo que sí es seguro
es que nos volveremos a ver, sólo que le voy a pedir tanto a Concha, como a sus
huéspedes en el Cielo, que conmigo tengan un poco de paciencia … ¡es que suelo
ser muy lento para algunas cosas!…. es más.
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