martes, 18 de noviembre de 2014



El cielo no pudo esperar más por Conchita


No esperen que este artículo se convierta en una suerte de elegía o canto a los muertos, prefiero dejar las elegías para cantarle a los amores furtivos que así como llegan de rápido, se marchan sin dejar huellas. Pero como Conchita es un amor que jamás va a morir prefiero conjugarla en tiempo presente, porque presente es el tiempo de los que duran para siempre.

Prefiero pensar que su largo viaje a Francia la aportó por un tiempo de nuestro lado, pero jamás podrá borrar la larga estela de dulces recuerdos que en mí ha dejado.

Prefiero acordarme con Jorge Luis Borges cuando decía que él tenía amigos que pasaba hasta treinta años sin verlos y no por ello dejaban de ser sus amigos; así que, si en mis próximos cuarenta años no veo a Concha, ello no es motivo que afectará mi intensidad hacia la amistad comprometida; de tal manera que no es la frecuencia con que nos veamos lo que habrá de darle el sello al afecto que me une a ella.

Prefiero pensar que, como están las cosas, iba a ser muy difícil que yo diera un viaje a Paris para verla –¡para mí Paris queda demasiado lejos!- y que al mudarse un poco más allá del meridiano de Greenwich pues más difícil me la pondría la Concha, cosa nada extraño en ella, así que para mí esto no es más que un cambio de residencia, cambio de residencia éste que mejoraría en alguna medida  el status de su penúltima morada, si es que es cierto aquello que dicen los entendidos según lo cual, si hay en la tierra algo parecido al Cielo entonces estamos hablando   de   la Ciudad de la Luz.

Prefiero   creer que su cambio, de Educación al ejercicio de la práctica política en la Gobernación de Bolívar, continúa hoy tan fuerte como ayer y que su absoluta dedicación al régimen de Andrés Velásquez continúa ocupando la mayor parte de su tiempo, para desgracia de algunos que éramos sus habitués en los saraos de los fines de semana.

Así que prefiero pensar, no sin sentir una pequeña dosis de celos, por demás bien justificados, que los nuevos amigos, hechos a la sombra de los gabinetes del gobernador de la erre to´choreta, continúan acaparándola y que aún hoy la mantienen secuestrada, condenando con ello al ostracismo a muchos, quienes incluso llegamos al extremo de conformarnos con llamarla a cualquier hora a su casa y tan sólo poder escuchar su tradicional “dígame”. “¿Qué más quieres que te diga, mi amor?”, es lo que normalmente le respondo.

Pensar en Conchita es recordar sólo momentos buenos, porque de buenos momentos es que debe estar llena la vida y la vida de la vieja Vázquez, como suele referirse a ella la negra Teresa Pierluissi, lo ha estado. Así que, cómo no recordar, por ejemplo, que cuando estaba a punto de dar a luz  a su segunda hija y todavía no había teléfono en casa de su hermano, se le ocurrió proponerme que al presentársele las novedades ella me avisaría mi; y que yo fuera, supuestamente a la medianoche, a casa de Mario y le moviera la camioneta hasta que sonara la alarma, que eso lo levantaría y entonces le daba el parte médico. Esto pareciera una estrategia normal; pero para los que no lo saben, su hermano, Mario Vázquez, era en ese momento Campeón Nacional de Tiro al blanco, tiro al negro, tiro al indio y tiro a todo lo que se moviera, así que al materializar tal acción seguro que serviría yo de inspiración para una Crónica de una muerte anunciada.

El anecdotario compartido con la Concha está lleno de historias de esta naturaleza, todas con un alto contenido humorístico, satírico y cómico, todas con finales felices, todas con bajadas de telón sonoras de aplausos,  encandilantes de luz,  ricas en  sensaciones y de multivariados sabores.

Por eso es que con todo y todo, no le echo la culpa al Cielo de quererla tener para el resto de nuestros días, pues allá sabían de lo que se estaban perdiendo al dejarla compartir con los privilegiados mortales, quienes nos dejamos atraer con su magnetismo y comenzamos a sufrir de una especie de concha-adicción.


Así que, si en los próximos años no vuelvo a ver a Conchita, no crean que es porque no he querido, ¡es que se ha mudado aún más lejos para mí!; pero lo que sí es seguro es que nos volveremos a ver, sólo que le voy a pedir tanto a Concha, como a sus huéspedes en el Cielo, que conmigo tengan un poco de paciencia … ¡es que suelo ser muy lento para algunas cosas!…. es más.

No hay comentarios.:

Publicar un comentario