martes, 18 de noviembre de 2014


1994
EL   ESCRITOR  DE  PROVINCIA




Quedó suficientemente claro en el articulo de Luís Barrera Linares el precio que debe pagar el escritor por mantenerse en ese rol, independientemente que a éste, la mayoría de las veces se le hace bien difícil cobrar. Pensaba yo, entonces, que si eso le pasaba al escritor-escritor: ése que es invitado a dar conferencias allende los mares, ése que es contratado ¿o mejor contactado? para cumplir con el uno por uno escritural  cuando viene algún colega extranjero, o ése que al morirse todos apuestan a que lo mató el Sida lo cual, aunque cueste creerlo, es hoy por hoy símbolo de status, ya que no cualquiera se muere de tan prestigiosa enfermedad; qué le quedará al escritor de provincia que no tiene medios ni de comunicación ni de los otros de que valerse para ver publicada su creatividad.

Si bien al escritor del amigo Barrera Linares muy esporádicamente cobra, el escritor mío, es decir al de provincia, muy frecuentemente paga; en primer lugar paga un realero en enviar sus artículos (éstos como no son de primera necesidad pagan impuesto al lujo) a los distintos medios impresos a ver quién se interesa en su producción. Aquí quienes ganan son las empresas de encomiendas, excluyendo Ipostel por supuesto, pero incluyendo a la CANTV por la gran cantidad de faxes que son enviados a los diarios. La segunda fase de este periplo comienza cuando se calcula que ya todos los diarios deben haber recibido los artículos: durante un tiempo indefinido se deben comprar ininterrumpidamente todos los días todos los periódicos a los que se les escribió. Esta es una tarea que a veces dura años y a un costo de, por lo menos quinientos bolívares diarios. ¿Qué por qué no publica en su terruño? Bueno, porque la máxima aquella según la cual nadie es profeta en su tierra, aquí se convierte en una sentencia.

Cuando ¡Al fin! Al escritor de provincia le publican en un diario nacional es cuando viene lo mejor. Primero, se compra unos diez ejemplares, por si se le pierde alguno en una de esas mudanzas. Luego, como no sabe cuándo le volverán a publicar, comienza ese mismo día a llamar a sus amigos de Mérida, Barquisimeto, Santa Elena de Uairén, Mesa de Aura; Apartaderos, San Fernando de Apure, Turén, etc. para que salgan corriendo a comprar el periódico y lo lean; es decir, lo lean a él, no todo el periódico. En esta etapa nuevamente la CANTV hace su agosto uniendo a toda esta gente a expensa de nuestro alegre y realizando escritor. Asimismo, a los amigos y familiares de la región hay que comprarles el periódico para obligarlos a que lo lean. Después de todo este desagüe de dinero vienen las llamadas de regreso para verificar que realmente lo leyeron y para buscar la realimentación positiva de lo que escribió. Hay otro gasto en fotocopias para los amigos que están en el extranjero, las cuales le son enviadas de cualquier manera; pero de que se enteran se enteran.

Por último, cuando le publican dos o tres veces seguidas ya se cree columnista fijo del diario y basado en ello comienza a reclamar, o más bien a implorar, para que le saquen algunos paguitos. Finalmente, termina convencido que no hay mejor pago que ver su obra semanalmente publicada; mientras continúa buscando la manera de pagarle al kioskero y los recibos telefónicos pendientes.


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