1994
EL ESCRITOR DE PROVINCIA
Quedó suficientemente claro en el articulo de Luís
Barrera Linares el precio que debe pagar el escritor por mantenerse en ese rol,
independientemente que a éste, la mayoría de las veces se le hace bien difícil
cobrar. Pensaba yo, entonces, que si eso le pasaba al escritor-escritor: ése
que es invitado a dar conferencias allende los mares, ése que es contratado ¿o
mejor contactado? para cumplir con el uno por uno escritural cuando viene algún colega extranjero, o ése
que al morirse todos apuestan a que lo mató el Sida lo cual, aunque cueste
creerlo, es hoy por hoy símbolo de status, ya que no cualquiera se muere de tan
prestigiosa enfermedad; qué le quedará al escritor de provincia que no tiene
medios ni de comunicación ni de los otros de que valerse para ver publicada su
creatividad.
Si bien al escritor del amigo Barrera Linares muy
esporádicamente cobra, el escritor mío, es decir al de provincia, muy
frecuentemente paga; en primer lugar paga un realero en enviar sus artículos (éstos
como no son de primera necesidad pagan impuesto al lujo) a los distintos medios
impresos a ver quién se interesa en su producción. Aquí quienes ganan son las
empresas de encomiendas, excluyendo Ipostel por supuesto, pero incluyendo a la CANTV por la gran cantidad
de faxes que son enviados a los diarios. La segunda fase de este periplo comienza cuando se calcula que ya todos
los diarios deben haber recibido los
artículos: durante un tiempo indefinido se deben comprar ininterrumpidamente
todos los días todos los periódicos a los que se les escribió. Esta es una
tarea que a veces dura años y a un costo de, por lo menos quinientos bolívares
diarios. ¿Qué por qué no publica en su terruño? Bueno, porque la máxima aquella
según la cual nadie es profeta en su tierra, aquí se convierte en una
sentencia.
Cuando ¡Al fin! Al escritor de provincia le publican
en un diario nacional es cuando viene lo mejor. Primero, se compra unos diez
ejemplares, por si se le pierde alguno en una de esas mudanzas. Luego, como no
sabe cuándo le volverán a publicar, comienza ese mismo día a llamar a sus
amigos de Mérida, Barquisimeto, Santa Elena de Uairén, Mesa de Aura;
Apartaderos, San Fernando de Apure, Turén, etc. para que salgan corriendo a
comprar el periódico y lo lean; es decir, lo lean a él, no todo el periódico.
En esta etapa nuevamente la
CANTV hace su agosto uniendo a toda esta gente a expensa de
nuestro alegre y realizando escritor. Asimismo, a los amigos y familiares de la
región hay que comprarles el periódico para obligarlos a que lo lean. Después
de todo este desagüe de dinero vienen las llamadas de regreso para verificar
que realmente lo leyeron y para buscar la realimentación positiva de lo que
escribió. Hay otro gasto en fotocopias para los amigos que están en el
extranjero, las cuales le son enviadas de cualquier manera; pero de que se
enteran se enteran.
Por último, cuando le publican dos o tres veces
seguidas ya se cree columnista fijo del diario y basado en ello comienza a reclamar,
o más bien a implorar, para que le saquen algunos paguitos. Finalmente, termina
convencido que no hay mejor pago que ver su obra semanalmente publicada;
mientras continúa buscando la manera de pagarle al kioskero y los recibos
telefónicos pendientes.
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