martes, 18 de noviembre de 2014

La naturaleza no da saltos


Natura non facit saltum

En estos días he estado acordándome   de un profesor, un buen profesor, que tuve en mi época de estudiante de Ciencias Sociales en el glorioso Pedagógico de Maturin, la escuelita como lo llamaban despectivamente. Oscar Velásquez era su nombre y ojalá que continúe siéndolo.

Era Oscar Velásquez un docente en toda la expresión: llegaba temprano, se iba tarde, preparaba muy bien sus clases, se preocupaba por motivar a los estudiantes y era un tipo de una amplitud asombrosa; además que en aquel calorón de Maturin, el hombre se preocupaba de cuidar su imagen, usando las chaqueticas que estaban de moda. Recuerdo que políticamente era de tendencia socialcristiana; pero lo mismo parecía marxista, que leninista, engelista, o maoista. Es más, recuerdo que en su momento lo llamábamos el copeyano troskista, ya que también tenía buenos conocimientos del autor de La Revolución Permanente.

Cuando llegábamos a clase era seguro que Oscar Velásquez tenía rato instalado,  con la parte superior de la pizarra  llena con datos de interés para nosotros. Tenía por costumbre escribir una pregunta o una frase cualquiera, a fin de atraer la atención de los despistados estudiantes orientales, que éramos la mayoría de la audiencia. Una calurosa tarde, como eran todas las tardes en el IUPEM, nos recibió con una pregunta, que ya tenía tiempo esperando   en el pizarrón: “¿Qué es Santo Domingo?”. 

Como estudiantes de Historia comenzamos a devanarnos los sesos pensando en una Real Cédula, en alguna Encomienda, Repartimiento o qué se yo que otra cosa. Después de media hora adivinando, con la parsimonia que lo caracterizaba nos dijo “Santo Domingo es la Capital de la República Dominicana” y por allí se fue para explicarnos la Historia de esa parte del Continente Americano. Claro, con esa simple pregunta tenía a los 30 desprevenidos estudiantes atentos a su perorata discursiva.

Recuerdo que en otra oportunidad nos explicó muy ilustrativamente cómo Manuelita Saénz ayudó a El Libertador a escapar de una conspiración que se le tendió en Colombia. Ayudado por el preparador de la materia, Chuberto, escenificó aquel histórico escape, haciendo que éste le tejiera con sus manos una pata ´e gallina en la que   calzó su pie derecho y se incorporó a ras de una alta ventana del salón de clases. La gorda Dinorah, a punto de un paro de tanta risa que le causó el asunto, no se resistió y le preguntó: “Profesor, de dónde saca usted tantos cuentos”? Ofendido, pero sin perder la compostura, Oscar Velásquez le respondió: 

“No sea ignorante, bachiller. Seguramente usted ya habrá comenzado a dar clases en los liceos. No sé qué le enseñará a sus alumnos. Vaya y lea El Diario de Bucaramanga para que no pregunte sandeces”. Y siguió dando su clase sin despeinarse. La flaca Eunice Barreto, que fue quien indujo a Dinorah a hacer la pregunta, tuvo que abandonar el salón directo al baño donde depositaría los efluvios de la risa contenida.

En otra tarde del eterno verano maturinés nos sorprendió con la siguiente expresión Natura non facit saltum, pretendiendo que aquellos bachilleres marginales le dijéramos qué significaba. Qué le podíamos decir, si ni siquiera sabíamos en qué idioma estaba escrito y los únicos que hablaban otro idioma eran Michael Narain, alias Maikí y el master García Maneiro, y no andaban por allí cerca. Era una época de cero celulares, cero internet, cero redes sociales y tampoco podíamos llamar a un amigo. 

Al darnos por rendidos, Oscar Velásquez respondería con pasmosa calma: eso significa "la naturaleza no da saltos”. Dicho esto arrancaría de one a explicarnos lo que significaba el Principio de Continuidad en la Teoría de Leibniz.

Lo que explicaba la teoría, a través de ese principio, en la boca del profesor Velásquez,  es que los procesos sociales tienen una determinada duración dialéctica y que ningún proceso histórico finaliza antes de lograr su máxima evolución y desarrollo, lo que hace que no se produzcan brincos en la historia, sobre todo brincos pa´ atrás. 

Los procesos sociales gozaban, en la teoría de este pensador del siglo XVII-XVIII, de una especie de inmunidad para continuar ya que en la naturaleza nada sucede de forma discontinua y de golpe; aunque, hablando de golpe, acoto yo, han sido los grandes e incruentos golpes (de Estado en este caso) los responsables de que en ocasiones se produzcan saltos, aunque inducidos, en la historia. Así que, apartando estos saltos, la Historia debe continuar su curso, ya que sin una razón suficiente, aforismo de la Razón Suficiente (también de Leibniz), “en el mejor de los mundos posibles la naturaleza no da saltos y nada sucede de golpe”.

Aunque estas interpretaciones no eran más que extrapolaciones  que Oscar Velásquez hacía de una teoría cuya aplicación original tenía en el campo de la Física, la Matemática, la Geometría y la Biología su génesis, no menos cierto era que en el campo social también había un terreno abonado para la interpretación de los procesos históricos.

Ahora, ya para cerrar, podemos concluir en que si bien la naturaleza no da saltos, en cambio aquel parsimonioso Profesor de Historia que era nuestro Oscar Velásquez sí era capaz de poner a darlos a todos aquellos bachilleres que lo agarraban para guachafita... o sea.

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