sábado, 27 de enero de 2024

"Oriente es de otro color" Crónica de un viaje de iniciación.

 

Crónica de un viaje de iniciación

"Oriente es de otro color"


Y no solamente es de otro color, sino que el lenguaje del oriental, su jerga, sus paráfrasis, etc., son de otro tenor, por lo cual, a veces, son vituperados. Sí, en Oriente, no cualquier palabra obscena es una grosería, ni todas las groserías tienen carácter ofensivo. En Oriente, un desgracia’o no es el desgracia’o ese de otros lugares. En esta región, existen variantes lexicales y semánticas muy especiales, específicas y propias de esta agraciada región, muy distintas a cualquier otra de la geografía nacional. Por eso, el lenguaje en Oriente no solo es de otro color, sino también de otro candor, esté o no esté usted enamorado, como dice la canción que sirve de título a esta crónica.

Era un diciembre y los estudiantes del Pedagógico de Maturín hacían maletas para regresar a sus hogares, la mayoría de ellos situados en el Oriente, cuña’o. Claro, ya conocía esta parte del Oriente monaguense, pero no me había adentrado en sus gargantas; es decir, de Caripito para allá y por ahí derecho, hasta llegar a donde nació este país.

Así que un buen día, arranqué para Oriente. Desde temprano en El Banqueado, en Maturín, esperé con paciencia que la vieja camioneta ranchera Chevrolet  Apache se llenara de pasajeros para empezar un periplo que me llevaría a atravesar todo el estado Sucre hasta llegar a la población de Irapa, la orgullosa capital del Municipio Mariño, allá en el Golfo de Paria.

La primera sorpresa que me llevé fue cuando intenté escoger el puesto de la puerta en la camioneta de El Chalanero. Así llamaban al conductor y dueño del vehículo, dadas las largas dimensiones de eslora del automóvil. Aunque tenía reservada la puerta, una señora que ya tempranamente me vio cara de nuevo, me la disputó con el argumento de que ella mareaba, por lo que tenía que ir en ese lugar. Entonces le dije que yo también mareaba, pero que además expelía, que de vez en cuando tenía retortijones y hasta me hacía aguas menores. “Ay no, pavito, usted está más grave que yo; mejor coja usted la puerta”, terminó cediendo la mujer.


Cualquier parecido con esta chalana es solo coincidencia.

Me llamó la atención en esta primera bitácora por el Oriente, que el lenguaje funcional (práctico, pragmático) del venezolano en el estado Sucre forma parte del paisaje; es decir, es la cotidianidad hecha comunicación informal y, si me apuran un poquito, casi oficial. Es muy común escuchar intemperancias, ese lenguaje gráfico tan común en el venezolano, pero sin llegar a la obscenidad o, como dicen algunos, soecidad y que aunque va dirigido a las personas, no tiene la intención de herir al otro; por eso, nadie se ofende en estas tierras por una palabra subida de tono.

Pasando a media mañana por el mercado de Carúpano, un lugareño se quejaba de que no tenía ganas de beber porque su mujer le había dado café antes de salir de casa. Decía el carupanero, “carajo, yo sí soy bien pendejo, me tomé un café que me metió Ernestina y ahora no tengo ganas de jalar caña”. Otro paisano que pasaba por el puesto le respondió “y más pendejo fuiste tú que te lo tomaste”. (Ah, porque esa es otra costumbre: en las conversaciones, sean públicas o privadas o diálogos de calle, puede intervenir todo el mundo). “Verdad, chico, yo sí soy bien pendejo”, reconoció el obligado abstemio… ¡Y todo el mundo feliz!

"Oriente es la tierra donde
amanece más temprano
y a las seis ya los paisanos
se regresan de la mar".

Por otro lado, la alusión al gentilicio, es una constante en todo Sucre, por lo que es muy común escuchar a los paisanos modificando el gentilicio de otros para causarle alguna molestia que, al final, se transforma en jocosidad para diversión mutua. De modo que es muy frecuente que a alguien de Río Caribe lo conozcan como río cariloco; porque esa es otra tradición, a la gente de Río Caribe le han dado fama de loca. Bueno, a veces      ¡hasta coincide! Sin embargo, los río carilocos no se quedan callados; al contrario, contraatacan llamando a los carupaneros, los carupatos. Todos sabemos lo que significa “pato” en la coloquialidad sexual del venezolano. Este tratamiento apelativo del gentilicio, lejos de producir molestias, denota familiaridad, cariño y es recibido por todos sin mayor animosidad.

Ahora bien, a veces la expresión corporal y el tono de voz que acompañan a estas expresiones, hasta hacer pensar al extraño que está ante un grave peligro. Eso me ocurrió, precisamente, en ésta mi primera vez, cuando llegué al pueblito de El Pilar, muy conocido, entre otros aspectos, por ser la cuna del cantor y Patrimonio Cultural, Gualberto Ibarreto y por tener una iglesia que se fue construyendo como todas; es decir, a golpe ´e capilla durante muchos años, pero se derrumbó al día siguiente de su inauguración.

El Pilar del estado Sucre. !No se le ocurra decir que es de Carúpano! 

Y es que uno puede ocultar cualquier cosa menos su primera vez, sobre todo cuando se estrena en una visita a alguna región del país. Por ello el Chalanero me tenía escaneado desde temprano, de modo que al llegar a El Pilar y atravesarlo bordeando su plaza central, disminuyó la velocidad para detenerse más adelante en cuanto vio a un señor que parecía oriundo del poblado. Segundos antes me había pedido que le preguntara a ese señor si este, el pueblo por donde pasábamos, era El Pilar de Carúpano. Con toda candidez, al detenerse la chalana al lado del don, le pregunté “señor, buenos días, ¿me puede indicar si este es El Pilar de Carúpano?” El hombre puso la mascá ´e tabaco de un lado de la boca y en forma despiadada me respondió “no sea trompa ´e verga, este es el Pilar del estado Sucre, Carúpano no tiene un coño ´e Pilar”. Los 16 pasajeros de la chalana más los loros, pájaros, gallinas y pollos que los acompañaban como equipaje de viaje, festejaron la gracia del lugareño y el bautizo que me dieron como primerizo. Allí aprendí que Carúpano no tiene pilar, a menos que usted quiera sacar de sus casillas a un pilareño, o sea.

Pero por atravesar todo El Pilar escuchando a Gualberto cantar El Furro y el Negro Font valió la pena cualquier exposición al ridículo…

"Po pop o pon me siento maluco,
si no oigo el furruco
del negrito Font.
Con él desde muy pequeño
yo supe catalogar,
lo sabroso de unas pascuas
y año nuevo en El Pilar.
Ya se fue, se perdió,
no se oye su entonación,
nadie sabe qué se hizo
el furro y el Negro Font".

De ahí en adelante, las particularidades se cuentan por docenas, con decirle que, más adelante, hay un pueblito llamado Tunapuy, con inflexión puesta en la u, pero el sucrense se empeña en colocarle el acento en la y griega y convertirlo en Tunapuí. “¿De dónde eres tú, mijó?” . “De Tunapuí”, responden los tunapuiceños. ¡No hay manera!

De igual modo, un poco más atrás, saliendo de Carúpano hacia Río Caribe, hay un bello poblado llamado El Morro de Puerto Santo, al que los propios lugareños le han modificado el gentilicio. Por ejemplo,cuando usted le pregunta a mi amiga Rosita Rodríguez de dónde es, ella siempre responde “yo soy del Mojrro”. Esa gutural jota morreña no hay forma de evitarla, aunque por desgracia del desarrollo de la modernidad y con ella el comercio de sustancias ilícitas ya es generalizada la costumbre de llamarlo El Porro. ¡No digo más, porque ese no es el tema!

La cuestión de la fonética mete en problemas a propios y extraños en estas maravillosas tierras del oriente venezolano, porque muchas veces hay que ser un experto para distinguir la pronunciación de las palabras y darle sus usos correctos. Por eso, se contaba en este viaje,que cuando estaban construyendo la carretera Tunapuy – Yaguaraparo, al finalizar la faena el Viernes, el Ingeniero Residente le dijo a los trabajadores que el día Lunes iban a asfaltar. Inexplicablemente todos se alegraron. Al llegar el Lunes el ingeniero se encontró solo porque los tipos no fueron a trabajar. Cuando les reclamó el día martes, explicaron que el ingeniero les había dicho textualmente que el día lunes iban "a faltar". Bueno, aquí los orientales utilizaron la síncopa muy convenientemente a su favor para hacerse de un puente. ¡Aunque muy seguramente su fin de semana largo fue con copas!

Desde Yaguaraparo y hasta Irapa se abren una serie de pueblecitos mitad playeros, mitad montañosos llenos de casitas de frondosos patios y cuyos frentes generalmente son usados para el secado del cacao que cultivan en las haciendas y solares de las casas. Aunque uno no ve muchos ríos en el camino, es llamativo para el recién llegado que casi todos los caseríos tienen nombre de ríos. Particularmente destacan tres ríos: Río Chiquito, Río del Medio y Río Grande, pero la cosa comienza a complicarse cuando uno se entera que Río Chiquito tiene un pedazo que es Río Chiquito Arriba; otra parte que es Río Chiquito Abajo y otra, que es Río Chiquito del Medio. Ah, pero lo mismo ocurre con Río del Medio, quien también tiene su Arriba, Abajo y en el Medio. No, no se extrañen porque igual sucede con Río Grande..

Dicen los lugareños que cuando los libadores salen a beber, supongamos que para Soro o Yoco, en la noche, cuando regresan ebrios, se duermen en los carros, entonces, los choferes los dejan en cualquiera de esos ríos, porque saben que van para allá, pero no a qué altura. A pesar de todo,nadie se ha ahogado en ninguno de ellos, a pesar de la embriaguez.

La entrada a Irapa, finalmente, no puede ser más hermosa. Desde el sector el Maco, parte alta del pueblo, se comienza a divisar a lo lejos el azul marino de un golfo que vierte sus aguas hasta la orilla de la playa,
dependiendo de la hora del día, por causa del fenómeno de las mareas. Enseguida la mirada se expande para contemplar los hermosos cocoteros que, como soldados, cuidan la orilla de la playa para darle cobijo al visitante. Un poco más abajo, la postal se completa al abrirse el espacio para contemplar el pueblo en todo su esplendor, con sus casas altas y calles perfectamente cuadradas que ni el mejor arquitecto sería capaz de diseñar. Huele a mar. Huele a pueblo. Huele a cacao. Huele a coco. Y huele a gente humilde, pero feliz.



!Y al fin llegamos a Irapa! La espera valió la pena!



"Y es que en Oriente mi hermano
la mar tiene otro color,
y el amarillo del sol es un poco azafranado,
el aire es menos pesado
y la luna es una flor,
que perfuma con amor
a quien está enamorado.
Por eso a Oriente, cuña'o,
lo llevo en mi corazón".

Cuando se entra en relación con los pobladores, uno de da cuenta de las no menos curiosas semejanzas con sus pares de los pueblos que hemos venido conociendo a lo largo de este interminable periplo en la chalana. Mismo tono de voz. Mismo parafraseo. Mismo vocabulario. Mismo carácter, pero distintos trompas de verga que abundan por el pueblo. También proliferan los care verga, incluso desde el propio Caripito. Lo único que no tienen los demás pueblos, es un bigotudo animal que es obligatorio en todas las mesas de los irapenses, llamado el Múcuro. Este pez, orgullo de la gente de Irapa, pareciera nacido en sus playas, porque es imposible hablar de Irapa sin que sus pobladores asuman la orgullosa propiedad del mencionado bagre. 
“Y si es con bola de plátano y coco es mucho mejor”, señalan con presunción sus habitantes. Y, por supuesto, no podía faltar el acompañante obligatorio de todos los saraos que se producen en la playa, en las aceras y en las casas: un aguardiente de dudosa reputación llamado el Paujil, solo que nuestros moradores lo llaman el paují.

La vida en Irapa transcurre en solaz placidez. En la mañana,temprano, se puede ir a tomar un baño en la playa. Después de las 10 es imposible porque el mar se retira al bajar la marea y la arena se convierte en un lodazal. Hay que esperar a que la marea vuelva a subir a eso de las 5 de la tarde y con ella, las aguas del mar terminan llenando la playa hasta el otro día. Durante el resto, se va a los ríos y se bebe Paujil. Se cazan cangrejos y se bebe paují. Se juega truco y se bebe paují. Se pesca camarones en trenes a la orilla de playa y, por supuesto, también se bebe paují. En las comidas se come Múcuro en sancocho, Múcuro guisado con bola e plátano y se puede cenar con un mucurito frito. A medianoche nunca falta quien después de un juego de truco o de ajiley invente hacer un sancocho (por supuesto, de Múcuro),allí mismo, a la orilla de calle. En las noches se pasea por el pueblo. Se
toman las birras en un pequeño boulevar y los más zanahorias se van a la plaza a darle vueltas y a contemplar a las muchachas tan bonitas que hay en Irapa.

“En la playa las mujeres
buenas mozas y sonrientes
hacen monerías decentes
por rebajar el pagar…”

El foráneo trata de mimetizarse con la población, aunque no todas las veces lo consigue de buenas a primeras. Siempre se nos ve el bojote porque son muchas las singularidades que deben aprenderse. De manera que una vez que me preparaba para el regreso a Maturín, le pregunté a Chuchú Loreta, a la sazón Prefecto de Irapa, si los camarones que esa noche íbamos a pescar en la playa, nos los traeríamos sancochados o así tal como los pescáramos. La mirada de desprecio del viejo, que seguramente un día fue pescador, hizo congruencia con la respuesta que de inmediato me dio “sí, trompa e verga, porque esos animales están amarrados ahí en la playa”. ¡Otra vez caído por inocente! Bueno … ¿y entonces cuándo voy a aprender?

Esa noche fuimos a la playa aprovechando la marea, a pescar los presuntos (no, porque si no me forman otro peo) camarones que nos llevaríamos, pero como son las creencias de los pueblos, esa noche no se consiguió nada, como para reafirmar el dogma de que no se pueden hacer planes con la naturaleza. ¿O contar los pollitos antes de nacer?

La última tarde de este primer encuentro con Oriente en su parte más saliente, don Chuchú me invitó a tomarme unos whiskies con él y aunque muchacho no toma whisky tuve que aceptar la invitación. Los tragos comenzaron siendo amargos porque nuestro hombre se presentó con una botella de un whisky recién llegado, pero que igual tenía una fama indeseable: el 100 Pipers. Menos mal que la botella ya estaba comenzada, como por los hombros, pero de todos modos exigía un gran esfuerzo del citadino cervecero. Y ese animal nada que bajaba.

Los muchachos más jóvenes se echaban sus palos cada vez que el viejo iba al baño. Sin embargo, ese alcohol de hospital iba haciendo algunos estragos en mi humanidad, los cuales trataba de disimular hasta donde podía. Total que cuando al fin terminamos con la botella, Chuchú Loreta se levanta y dice “carajo, al fin conseguí a alguien con quien tomarme esta porquería”.

Enseguida se mete al cuarto y sale con una botella de Buchanans 12 años. Ahí sí fue verdad que hicieron efecto los fermentos del piazo ‘e licor ese, con las enseñanzas que había adquirido en este viaje, más el malandro caraqueño cuyos vestigios aún tenía fresco, de tal manera que, envalentonado, me levanté y le increpé “pero bueno, trompa e verga, ¿tú no sabes que whisky bueno se toma de primero y que el malo se deja pa’ lo último? No joda, chico, ya tengo el paladar destrozado pa entrale al 12 años”.

Un silencio sepulcral se hizo en la sala. El viejo Chuchú no lo podía creer y yo menos. Cuando tomé conciencia de lo que había hecho ya era tarde para disculpas. Estaba llamando trompa ‘e verga al Prefecto, en su casa, delante de toda su cohorte y además primera autoridad de Irapa, la capital del Municipio Mariño del estado Sucre y hombre de un indiscutible y bien ganado respeto en todo el pueblo y sus alrededores. No era tontería el problema en el que me había metido.

Sin embargo,se quedó viéndome con esa mirada aguilucha y profunda que lo caracterizaba y cuando le iba a pedir disculpas me atajó y dijo: “¡No me digas nada! Yola (llamó a la esposa), prepara un Múcuro guisado con bola que quede bien sabroso, que este melenúo ya es uno de nosotros, aunque debería meterlo preso por faltarle el respeto a la autoridad”. ¡Guao!  ¡Aprobado el examen de iniciación!


Al otro día, temprano en la mañana me conseguí en el improvisado terminal de pasajeros de Irapa en busca de transporte para regresar a Maturín, luego de pasar unos días bien sabrosos en el Oriente del país. Y allí estaba el Chalanero cargando pasajeros para el regreso, a la espera de los 4 últimos que le faltaban para completar el pasaje. Al incorporarme a la chalana, una señora que me parecía conocida me ordenó “ponte tú en el medio, pavo, porque yo mareo”. No me quedó más que decirle la verdad: “y yo no solamente mareo, mi doña, si no que vengo con una intoxicación de Múcuro con Paujil y 100 Pipers que me tiene el estómago convulsionado”. La doña agarró de mal modo su asiento del medio, al lado del chalanero, no sin antes decirme “verga, melena, me vorviste a joder” y bajito como que le escuché decir … “trompa ‘e verga” … o sea.

"Ya se fue,
se perdió,
no se oye su entonación,
nadie sabe qué se hizo
el furro y el Negro Font". 

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