Ahora resulta que hay que explicar muy bien para poder justificar cómo fue que el jugador venezolano Luis Arráez obtuvo el campeonato de bateo de la Liga Americana con "tan bajo promedio".
Tiene tanto mérito el título de bateo que acaba de obtener Arráez con un promedio de .316, como el obtenido por Andrés Galarraga de .370. Tampoco hay mayor diferencia con el título obtenido por Jeff McNeil de la Liga Nacional, con .326 de average. Ambos promedios (el de Arráez y el de McNeil) corresponden a poblaciones estadisticamente comparables; lo que tal vez no las sean cuando hablamos de la temporada de 1993 en la que se coronó el Gato Galarraga con ese astronómico promedio, del mismo modo que tampoco se podía comparar con la de 1941, cuando Theodore Samuel Williams, alias Ted Williams, obtuvo el título de bateo con un hasta ahora inalcanzable promedio de .406. Un estadístico probablemente pueda explicar mejor que yo este fenómeno visto a través del paradigma que "reúne, clasifica y recuenta todos los hechos que tienen una determinada característica en común, para poder llegar a conclusiones a partir de los datos numéricos extraídos".
Lo otro que es importante destacar, ya lo hemos hecho en otras intervenciones, es que la MLB ha hecho lo imposible durante las dos últimas temporadas por beneficiar al pitcheo, muy por encima del bateo.
¡Y miren que lo ha logrado!
La de 2022 ha sido la temporada con el más bajo promedio de bateo (.243) en las Grandes Ligas en los últimos años y uno de los 7 más bajo en la historia de las Grandes Ligas.
Pero por otra parte la temporada de 2022 es una de las pocas en la última década en que la efectividad promedio de los pitchers baja de 4.00! Este año los pitchers obtuvieron una efectividad de 3.96. Se comprende entonces!
¿Sorprendente?
No, eso no tiene nada de sorprendente, ya que como dijimos anteriormente el sistema ligamayorista se ha ocupado de beneficiar el pitcheo. Observen ustedes todo lo que han hecho: las señas secretas se venían dando desde el dogout, pero ahora las señas las tiene el catcher en una computadora en la muñeca de su brazo izquierdo.
Por otra parte todos los jugadores tienen en sus bolsillos la chuleta que le dice cómo jugarle a cada bateador. El pitcher lo tiene en la gorra. De esta chuleta super confiable, estadisticamente hablando, se creó la "formación especial" la cual es la responsable de robarle una altísima cantidad de hits y de extrabases a los bateadores.
Pero por si todo esto fuera poco, ahora resulta que el pitcher tiene un audífono en la gorra a través del cual recibe la indubitable seña que le indica qué lanzarle al bateador.
Y el colmo... ahora es lícito detener el juego cuando el aparatico se desconfigura y el pitcher no escucha bien lo que le están pidiendo que lance. La MLB, tan celosa para disminuir la duración total del juego, ahora le da todo el tiempo al pitcher ....hasta que regrese la señal, como si se tratase de un relevista que viene a lanzar luego de una eventual lesión del pitcher anterior. Mientras tanto exponen al escarnio público a jugadores y equipos que le roban artesanalmente la señas al catcher, como si aquello fuera un delito de lessa humanidad.
De modo que bajo estas condiciones ampliamente ventajosas para los pitchers es de un enorme mérito obtener un campeonato de bateo con el promedio que sea, porque pegarle duro a esa pelotica cuando el pitcher, catcher y jugadores te tienen totalmente escaneado no debe ser tan fácil como pelar mandarinas.
Así que tan destacado es este campeonato de bateo del criollo Arráez como lo fue el obtenido por el temible Tony Gwynn en 1988 al promediar para 313, y con el exhibido por el incomparable Carl Yastrzemski en 1968 cuando ganó el champion con un promedio de .301. Ambos jugadores, que batearon para promedios inferiores a los del criollo, hoy descansan felices en el Salón de la Fama de Copperstown!
¿Qué es? ¡Dejen quieto a ese muchacho!
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