miércoles, 2 de junio de 2021

El robo de señas en las Grandes Ligas: tecnología versus artesanía

 


Uno de los axiomas de popular aplicación en el deporte rey venezolano y en todas partes donde éste se practique es que el buen pitcheo siempre se impondrá por encima del buen bateo.

Esto se demuestra a través del promedio al bate de los jugadores. El promedio define lo que es un pelotero exitoso cuando éste exhibe un bateo de .300 o más puntos. Un bateador de .300 siempre va a tener chamba en un equipo grande liga.

Y ¿qué significa .300 puntos de bateo? Simplemente que de cada 10 turnos al bate el bateador haya logrado batear de hit 3 veces. Y ¿las otras 7 veces? Bueno, en esas 7 veces el lanzador lo ha logrado dominar. O sea que aún dominándolo el 70% de las veces que se enfrentan, el bateador obtiene una victoria pírrica sobre el lanzador. Todo ese hándicap, aparente, que tienen los pitchers sólo indica lo difícil que es darle a la bola, tan difícil y tan celebrado que el último jugador que bateó para 400 puntos lo hizo hace 80 años exactamente y, de acuerdo a las últimas estrategias para dominar aún más al bateo, parece muy poco probable que eso vuelva a ocurrir en los próximos años.

No obstante toda esta ventaja a favor de los lanzadores, la ciencia del beisbol sigue favoreciéndolos. Auxiliados de la estadística producida por  los estudiosos del beisbol actuando a favor de los serpentineros, han logrado acumular guarismos de cada jugador presente en el big show, lo que les permite, entre otras tantas cosas, conocer cuál es el lanzamiento que más daño les hace, hacia dónde tienden a batear, qué lanzamientos hacerle (y cuáles no) en 1 y 1, en 2 y 1, en 2 y 2, en 1 y 2 y en 3 y 2,  en 2 y 3 no porque están ponchados, todo esto dependiendo incluso del inning que se esté jugando, si el juego está a favor o en contra, si el pitcher es derecho o zurdo, de su lugar en el line-up y de quién es el próximo bateador y con cuántos outs está bateando.


Computadora muñequera que utilizan los catchers para llamar el juego. 

Hasta no hace mucho los catchers eran los encargados de pedir los lanzamientos que debía lanzar el pitcher o como le dicen en beisbol de llamar el juego. Luego los managers y coaches, con estadísticas en mano les daban la señal a los cátchers de lo que debían pedir. Pero ahora, recientemente, se dejaron de pendejadas e inventaron una computadora de muñeca (wrist computer) que se colocan los catchers en sus antebrazos y que con solo destaparla se enteran de los lanzamientos que deben pedir, sin necesidad de estar volteando a cada momento hacia el dogout en busca de la señal del mandamás o de acumular visitas al montículo, lo cual ha sido limitado en los últimos años.

           En la actualidad el Pudge Rodríguez no tendría que tendría que estar constantemente mirando al dogout.


Para los escépticos van los siguientes dos datos acerca de la efectividad de  la computadora de muñeca: en este primer mes de temporada de 2021 se produjo el promedio al bate más bajo en mucho tiempo en la Grandes Ligas al acumular los jugadores un average de .232, lo que sin lugar a dudas prendió las alarmas en los dueños de equipos que saben que  los fanáticos pagan por ver carreras. Lo segundo que jamás se había producido en el beisbol fue ver 6 juegos sin hits ni carreras en apenas mes y medio de temporada. Este es un hecho insólito!

Por si algo faltaba, tanto el pitcher como los demás jugadores tienen en sus gorras un chuletario con información acerca de cómo jugarle a la defensiva a cada bateador, donde se les indica la posición exacta en la que deben colocarse para jugarle a cada bateador. Por eso ustedes ven a los jardineros viendo al interior de sus gorras luego de cada out y por eso mismo ustedes ya no ven al receptor haciendo más señas que el penado 14 con sus brazos desde la goma para acomodar en el outfield a los jardineros. Eso se acabó con la llegada de la tecnología, que también ha incidido en el nacimiento de una formación especial que es la manera como se acomoda el cuadro, todo alineado hacia la derecha si se trata de un zurdo, cuyos datos  estadísticos revelan que nunca batea hacia el lado izquierdo del campo. Por eso vemos a segundas bases sacando desde el terreno corto del right field  a bateadores  que en condiciones normales se hubieran anotado un sencillo, al menos. En beisbol las estadísticas no mienten! El inefable comentarista de beisbol que fue Carlitos González decía que en EEUU cualquiera podía ser comentarista ya que al llegar a la sala de transmisión tenían sobre el front la vida y obra de cada jugador de grandes ligas. “Así cualquiera”, decía el nativo de Tucupita.

Formación especial contra zurdos

  Y mientras tanto, ¿qué hacen los bateadores?

Los bateadores llegan al home plate a usar sus habilidades y aptitudes en busca de hacer un buen contacto que les permita embasarse, aunque para ello deben primero descifrar los pitcheos del lanzador quien, en promedio, emplea entre 5 y 6 distintos tipos de serpentinas. Por eso se dice que muchos bateadores llegan al home plate en busca de un lanzamiento. Otros llegan a adivinar. Y algunos otros llegan a pescar. Muchas veces el bateador entre lanzamiento y lanzamiento se sale de la caja de bateo para pensar cuál posiblemente sea el próximo pitcheo que haga el lanzador. Esta ley de probabilidades las maneja el bateador en su mente, ya que él no cuenta con una computadora en la muñeca ni en el mango del bate que le indique para cuál lanzamiento debe estar preparado. Muchas conexiones que salen del parque de jonrón se deben a que el bateador se sentó a esperar un lanzamiento y tuvo la suerte de que lo lanzaran y contó, por supuesto, con la habilidad para no desperdiciar la oportunidad o la adivinación.

Dado que voltear hacia atrás para ver las señales que emite el cátcher a su lanzador constituye una violación, algunos bateadores reciben ayuda de los coaches e incluso de algún otro bateador que haya logrado embasarse y tenga la jugada de frente, como lo es desde la segunda base. Respecto a esto mucho se ha hablado de la dupla formada por César Tovar y Vitico Davalillo quienes, de acuerdo a la tradición oral, tenían sus propias señas mediante las cuales se comunicaban entre ellos  el lanzamiento pedido por el receptor y  las jugadas que entre ambos armaban a continuación, como robo de base, bateo y corrido, toque de bola, etc. Hubo también algunos, como el slugger del Magallanes Luis Raven, a quien más de una vez las cámaras de TV lo pillaron tratando de ver por el rabito del ojo las  señas del receptor. Lo cierto del caso es que el robo de señas tanto en Venezuela, como en las Grandes Ligas ha existido desde que el beisbol es beisbol, aunque de manera doméstica o artesanal y ello habla sin duda alguna de la superioridad que el pitcheo tiene sobre el bateo.

Algo que parecía una leyenda urbana en las Grandes Ligas fue el tan comentado robo de señas que llevaría a los Astros de Houston a ganar la Serie Mundial de 2017. Según la investigación llevada a cabo por MLB los Astros instalaron una cámara en el center field, la cual enviaba las imágenes de los pitcheos pedidos por el receptor del equipo contrario a una cámara de video instalada en el club house del equipo, desde donde era transmitida a un operador colocado en el dogout quien se la enviaba al bateador de turno de los Astros a través de dos tipos de sonido que se obtenían golpeando un tobo: con un sonido se comunicaba si el pitcheo iba a ser rompiente y, dos,  la ausencia de sonido implicaba que el lanzamiento sería en recta. Todo esto sucedía durante los últimos 4 segundos de los 12 reglamentarios que tiene el pitcher en hacer el lanzamiento y ante el escándalo de la muchedumbre que generalmente ronda los 40 mil fanáticos presentes en el stadium. Es necesario acotar que, contradictoriamente, las sanciones que luego se produjeron en el equipo Houston no se debieron al robo de señas como tal, sino al uso de tecnología ajena a la naturaleza del juego, como serían las cámaras de videos. Definitivamente, digno de Ripley!

Aunque no es propósito de esta crónica discernir sobre las razones deontológicas de todo este escándalo, sí es bueno recordar que cuando los dueños de equipos, en contubernio con MLB, lo requirieron, encargaron el diseño de una pelota más activa que la esférica convencional. Las razones se  centraron en que siendo el Jonrón la gran atracción del juego, el que lleva aficionados a los parques de beisbol, el que paga la entrada pues, análogo a lo que en boxeo sería el nockout, los dueños de equipo  se dejaron de vainas y le hicieron una pequeña trampa al mercado al incorporar una pelota que viaja con más rapidez al ser chocada por el bate, todo esto para corregir las distorsiones del mercado que estaba llevando cada vez menos fanáticos a los estadios. Crearon, entonces, lo que en estos tiempos se conoce como la pelota salidora o “bolas que al ser bateadas muestran una aerodinámica fuera de lo normal cuando están en el aire, haciéndolas volar mucho  más de lo que una pelota reglamentaria se supone que lo haría”. En otras palabras se trata de una pelota trucada. (Estudio realizado por el portal Baseball Prospectus).

Como resultado, en 2019 y faltando 3 semanas para la culminación del calendario regular, fue superada la marca histórica de más jonrones en una temporada, al batearse el jonrón 6.106, dejando atrás la marca registrada en 2017.  Sin embargo desde 2016 se han bateado cada vez más jonrones en la Gran Carpa, sin desconocer que esta epidemia jonronera comenzó con el nuevo milenio, cuando en el año 2000 se batearon 5.693 batazos de vuelta completa.

Ya para ir cerrando, este tema del robo de señas que he planteado con el (dis) símil entre el pitcheo y el bateo, me hace recordar el cuento del esclavo que fue enterrado en medio del circo romano con solo la cabeza fuera de la arena, para enfrentarse a un fiero león que fue soltado apenas terminaron de acicalar el terreno. El león se abalanza sobre la cabeza del pobre esclavo y le clava una patada con sus garras retractiles, mientras da una vuelta lentamente para recibir los aplausos del soberano. Luego viene y le clava un mordisco en el hipotálamo, quedándose parado sobre el esclavo con los testículos sobre la cabeza de su víctima, disfrutando los vítores del graderío; ocasión que aprovecha la fácil presa que era el esclavo para morderle una bola, lo que hace que el león huya despavorido acusando el dolor que le causaba la mordida en la criadilla. Desde las tribunas los espectadores no pueden creer lo que ven y llenos de furia y de frustración le gritan al esclavo “sinvergüenza, tramposo, juega limpio desgraciado, aprende a jugar limpio, ojalá y te lleve el diablo” …. o sea.




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