O la sinceración de las evasiones judiciales
No hay dudas que la
actual situación de la vida de los venezolanos ha llegado a ámbitos en los que
no existían sospechas que pudieran ser afectados.
La crisis que en algún momento
pudo haber sido sólo política, en la actualidad ha permeado casi todos los
espacios de la vida, ocasionando malestares y sinsabores en uno y otro sector,
que es como decir mitad y mitad de los venezolanos, porque el sector
indiferente parece no existir en las coyunturas actuales.
En este sentido, el
enfrentamiento entre facciones políticas, aparentemente normales en la vida de
cualquier país donde la beligerancia sea el signo de la vida democrática, ha
venido escalando tanto en intensidad, como en frecuencia; pero al mismo tiempo
ha ido ampliando su radio de acción al desplegar sus largas alas por todo lo
ancho del espectro nacional, al punto que ya no hay ningún sector que haya
quedado incólume.
Las decisiones del
poder judicial, el que diera la impresión de haber hecho adherencias con los
demás poderes, no ha quedado exento de la diatriba, ya que sus decisiones tanto
por comisión lo mismo que por omisión, levantan mucho polvo cada vez que se
producen, haciendo mella en la psiquis de las personas dado que, cada evento lo
mismo causa el empoderamiento y entusiasmo de un sector, como la ira y la
frustración del otro sector en pugna, aunque más en los hinchas de cada uno de
ellos, que son quienes viven emocionalmente los fallos del sistema.
En este orden de cosas,
si hay un hecho que radicalice más a la población que está atenta del desarrollo de los
acontecimientos políticos del país, lo constituyen las evasiones judiciales,
esas que se producen cada vez que a algún alto político le conceden el
beneficio de casa por cárcel (no conozco del primer roba gallinas al que le
hayan dado ese socorro) y termina volándose fuera del país, despertando la
suspicacia de muchos que acaban pensando que a ese preso le hicieron una pata e
gallina (Francis Mirlene, dixit) es decir, que fue ayudado desde el gobierno. Lo que tampoco se puede
desconocer es que parece haber algo de injusticia aún en la justicia, cuando a
alguien lo hospedan en un hospicio de castigo del tipo Ramo Verde, sobre todo
cuando se trata de personas que en ningún momento estuvieron escondidas. Nada
de eso. Es más, público, notorio y comunicacional que toda su actuación fue a
vox populi!
El problema con las
fugas o evasiones de políticos que han sido sentenciados y que hasta ahora se
cuentan por decenas, es, por una parte, el sentimiento de injusticia que cunda
en el ambiente, ya que además, de ñapa, se produce una especie de burla. Pero
por otro lado, queda en la conciencia colectiva de que ya no puede ser casualidad
que tanta gente se evada sin contar con la complicidad de algún personaje del
alto gobierno. Sin embargo, el razonamiento va aún más allá cuando las personas
comienzan a intuir que estas sospechosas evasiones pudieran tratarse de
acuerdos entre gobierno y oposición, a los cuales se ha llegado en las fulanas
mesas de diálogo, para unos y de negociación para otros.
De común acuerdo con
esto que hemos venido planteando y observando, y ya que las evasiones se están
haciendo consuetudinarias y que a nadie en el alto gobierno parece importar, me
ha dado por pensar si es que ya no es hora de sincerar esta presunta aberración política-judicial,
diseñando una ley que consienta el destierro para ciertos y determinados
delitos cometidos por políticos, que no delitos políticos …. o también.
Estamos hablando,
entonces, pensando en los griegos, de una Ley de Ostracismo, que castigue al
delincuente extrañándolo de su país por un determinado tiempo, al cabo del cual
pueda regresar y ejercer todos sus derechos.
Los griegos, creadores
del concepto de Democracia y de la práctica de este sistema de gobierno dentro
de los demos y entre los Ciudadanos, que eran todos aquellos que no eran
esclavos, nos dieron en herencia la legislación acerca del Ostracismo, naciendo
esta figura por allá por el año 490 a.
de C. cuando el legislador Clístenes, uno de los padres de la Democracia
griega, hizo aprobar un paquete de leyes entre las que se contaba el
Ostracismo.
Con esta Ley se
castigaba a todos aquellos políticos que durante el ejercicio de sus funciones
hubieran cometido delitos, producto, muchas veces, de las prerrogativas de las que gozaban y, en
consecuencia, hubieran abusado en el ejercicio de ese poder. Para ello se reunían
los demos y en una votación que involucrara los dos tercios de los ciudadanos
se procedía al destierro de la persona que acumulara una alta votación.
Más allá del tecnicismo
y de la fidelidad histórica, lo que interesa es destacar la necesidad de
legislar sobre una materia que se viene convirtiendo en una práctica consuetudinaria,
de la cual el grueso de la población se crea sus propias explicaciones, eventualmente,
no lo sabemos, muy lejos de la intención de los poderes del Estado. O tal vez
cerca?
Lo que sí creemos es
que una Ley de Ostracismo vendría a sincerar las evasiones de políticos
incursos en delitos y a poner en remisión el desgaste emocional al cual se ha
visto sometida una amplia parte de los venezolanos, con lo que ya es una ganancia
exponencial, es más.
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