ELLAS
no se dan ni cuenta
Para este segunda
crónica de la saga “Cuando la madurez
llega así de esta manera …” me veo obligado, más por razones de
responsabilidad etaria que por convencionalismos éticos, a descubrir la fuente
o el origen de toda esta disertación que sobre la inefable y nunca bien
recibida madurez, he venido haciendo en estas dos últimas entregas.
Es ético, ahora sí,
decirles a todos cuantos me adjudican una erudición a prueba de plagios, que la
realización de toda esta identificación acerca de la edad de placa del género
humano, corresponde a autores y autoras que, a condición de mantenerlos en el
anonimato, han vaciado toda su experiencia matrimonial en la caricaturización de
la evolución ¿o involución? a través de
los años juntos, del ser humano con quien comparten parcela.
Fueron en primera
instancia ELLAS, esposas de amigos, quienes dieron toda la información que
permitió hacer un retrato a veces muy vívido, de esos indicios que delatan que
los hombres se han vuelto interés-antes.
Lo que no esperaba era que
de estas infidencias anónimas fueran a salir copias calcadas del comportamiento
de algunos caballeros, quienes al verse encarnados
en esas precisiones, planearon una entrevista con este cronista para ya, a
manera de venganza, echar el cuento que no se habían atrevido a contar en todos
estos años.
De tal manera,
entonces, que a partir de ahora, disfrutarán de pura Fenomenología de la Madurez
en ELLAS, pero contada por ELLOS, quedando este servidor relevado de
responsabilidades que pudieran acarrear demandas dentro del concilio conyugal.
Las infidencias de ELLOS a continuación y la manera como
se presenta el actuación práctica:
- Si es cada vez más
frecuente que te voltees hacia tu lado de cama y digas hacia el otro lado “la noche se hizo para dormir”
- Si te empeñas en que
cuanta pastilla te manden a ti, tu marido también se las tome.
- Si también asumes que
tienes próstata y te paras en la noche 10 veces a mear.
- Si ya comenzaste a
decir en diciembre “este es el último año
que en esta casa se hace hallacas”
- Si resulta que ahora
literalmente te meas de la risa
- Si tus uñas tomaron
formas acanaladas
- Si bailas reagueton
aplaudiendo
- Si después de usar toda
la vida diminutos bikinis e hilos dentales en tu ropa interior descubres que “las atrapa peos son más higiénicas”
- Si en tu clóset aún
conservas pelucas cuchita o quitipón porque “algún
día se pondrán de moda otra vez”
- Si te metes en un chat
y cada vez que respondes a algo, ya ese algo es extemporáneo.
- Si te la pasas mandando
a otros a que te repiquen para ver dónde carajo dejaste el teléfono, que generalmente
está en la cartera, la que ya habías revisado 10 veces.
- Si ahora detestas la
depilación púbica porque … “esos vellos sirven
de protección”
- Cuando en el fragor del
amaranto tu pareja te hace una proposición y tú le respondes … “eso no lo hizo Dios para eso”
- Si llegas a una
escalera eléctrica y justo allí dudas sobre cuál pie colocar primero.
- Si ver una foto en un
celular se convierte en un torneo de “préstame
tus lentes para verla”
- Si ya comenzaste a
chantajear a tus hijos con que pasen el diciembre contigo porque “quién sabe si este es mi último año”
- Si al llegar a la caja registradora
del supermercado comienzas a escoger con cuál tarjeta pagar, luego de haber comenzado
a pagar con los cesta-ticket de tickets y comprobar que no eran suficientes.
- Si cuando vienes de
viaje comienzas a sacar las llaves de tu casa justo en el último pueblo o
ciudad antes de la tuya.
- Si tu marido da varias
vueltas a la cuadra antes de salir definitivamente, en espera que te acuerdes o
descubras lo que se te olvidó.
Finalmente, la noticia
buena es que estas cosas le pasan a otros, nunca a uno. Siempre los que se ponen viejos son los demás
y cuando es uno, entonces es el último en enterarse, igual que el cacho, pues.
Y si no lo creen, vean lo que le ocurrió a esta muchacha.
TÚ ESTABAS EN MI CLASE
¿No les ha pasado alguna vez que miran a otra persona
de su misma edad y
piensan: "seguramente yo no puedo
parecer tan vieja"?
Bueno lean esta historia.
Mi nombre es Xiomara Marilú Ramos Suárez y estaba sentada en la sala de espera del dentista para mi primera consulta con
él.
En la pared estaba
colgado un diploma con su nombre completo.
De repente recordé a un
muchacho alto, buen mozo, pelo negro que tenía el mismo nombre y que estaba en
mi clase del Liceo como 42 años atrás.
¿Podría ser el mismo
chico del cual yo estaba secretamente enamorada?
Pero después de verlo en
el consultorio rápidamente deseché esos pensamientos.
Este era un hombre pelón, canoso, su cara estaba llena de arrugas y lucía muy viejo como para haber sido mi compañero de clase.
Después de que examinó
mis dientes le pregunté si había asistido al Liceo Agustín Aveledo, de La
Pastora.
- Sí Sí!!! Sonrió con
orgullo.
-¿Cuándo te graduaste? Le
pregunté:
-En 1973, me contestó.
-¿Por qué me lo
preguntas?
Y le dije:
-Tú estabas en mi clase!
El me miró detenidamente
Y ENTONCES ESE FEO, CALVO, ARRUGADO, GORDO, BARRIGÓN, CANOSO, DECREPITO E INFELIZ, ME PREGUNTÓ:
-¿QUÉ MATERIA DABA USTED, PROFESORA?
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