martes, 11 de agosto de 2015

2da parte de Cuando la madurez llega así de esta manera ...


ELLAS  no se dan ni cuenta


Para este segunda crónica de la saga “Cuando la madurez llega así de esta manera …” me veo obligado, más por razones de responsabilidad etaria que por convencionalismos éticos, a descubrir la fuente o el origen de toda esta disertación que sobre la inefable y nunca bien recibida madurez, he venido haciendo en estas dos últimas entregas.

Es ético, ahora sí, decirles a todos cuantos me adjudican una erudición a prueba de plagios, que la realización de toda esta identificación acerca de la edad de placa del género humano, corresponde a autores y autoras que, a condición de mantenerlos en el anonimato, han vaciado toda su experiencia matrimonial en la caricaturización de la evolución ¿o involución? a  través de los años juntos, del ser humano con quien comparten parcela.

Fueron en primera instancia ELLAS, esposas de amigos, quienes dieron toda la información que permitió hacer un retrato a veces muy vívido, de esos indicios que delatan que los hombres se han vuelto interés-antes.

Lo que no esperaba era que de estas infidencias anónimas fueran a salir copias calcadas del comportamiento de algunos caballeros, quienes al verse  encarnados en esas precisiones, planearon una entrevista con este cronista para ya, a manera de venganza, echar el cuento que no se habían atrevido a contar en todos estos años.

De tal manera, entonces, que a partir de ahora, disfrutarán de pura Fenomenología de la Madurez en ELLAS, pero contada por ELLOS, quedando este servidor relevado de responsabilidades que pudieran acarrear demandas dentro del concilio conyugal.

Las infidencias de ELLOS a continuación y la manera como se presenta el actuación práctica:

- Si es cada vez más frecuente que te voltees hacia tu lado de cama y digas hacia el otro lado “la noche se hizo para dormir”

- Si te empeñas en que cuanta pastilla te manden a ti, tu marido también se las tome.

- Si también asumes que tienes próstata y te paras en la noche 10 veces a mear.

- Si ya comenzaste a decir en diciembre “este es el último año que en esta casa se hace  hallacas”

- Si resulta que ahora literalmente te meas de la risa

- Si tus uñas tomaron formas acanaladas

- Si bailas reagueton aplaudiendo

- Si después de usar toda la vida diminutos bikinis e hilos dentales en tu ropa interior descubres que “las atrapa peos son más higiénicas”

- Si en tu clóset aún conservas pelucas cuchita o quitipón  porque “algún día se pondrán de moda otra vez”

- Si te metes en un chat y cada vez que respondes a algo, ya ese algo  es extemporáneo.

- Si te la pasas mandando a otros a que te repiquen para ver dónde carajo dejaste el teléfono, que generalmente está en la cartera, la que ya habías revisado 10 veces.

- Si ahora detestas la depilación púbica porque … “esos vellos sirven de protección”

- Cuando en el fragor del amaranto tu pareja te hace una proposición y tú le respondes … “eso no lo hizo Dios para eso”
- Si llegas a una escalera eléctrica y justo allí dudas sobre cuál pie colocar primero.

- Si ver una foto en un celular se convierte en un torneo de “préstame tus lentes para verla”

- Si ya comenzaste a chantajear a tus hijos con que pasen el diciembre contigo porque “quién sabe si este es mi último año”

- Si al llegar a la caja registradora del supermercado comienzas a escoger con cuál tarjeta pagar, luego de haber comenzado a pagar con los cesta-ticket de tickets y comprobar que no eran suficientes.

- Si cuando vienes de viaje comienzas a sacar las llaves de tu casa justo en el último pueblo o ciudad antes de la tuya.

- Si tu marido da varias vueltas a la cuadra antes de salir definitivamente, en espera que te acuerdes o descubras lo que se te olvidó.

Finalmente, la noticia buena es que estas cosas le pasan a otros, nunca a uno.  Siempre los que se ponen viejos son los demás y cuando es uno, entonces es el último en enterarse, igual que el cacho, pues. Y si no lo creen, vean lo que le ocurrió a esta muchacha.


TÚ ESTABAS EN MI CLASE

¿No les ha pasado alguna vez que miran a otra persona de su misma edad y piensan: "seguramente yo no puedo parecer tan vieja"?

Bueno lean esta historia.
Mi nombre es Xiomara Marilú Ramos Suárez y estaba sentada en la sala de espera del dentista para mi primera consulta con él.

En la pared estaba colgado un diploma con su nombre completo.

De repente recordé a un muchacho alto, buen mozo, pelo negro que tenía el mismo nombre y que estaba en mi clase del Liceo como 42 años atrás.

¿Podría ser el mismo chico del cual yo estaba secretamente enamorada?

Pero después de verlo en el consultorio rápidamente deseché esos pensamientos. 

Este era un hombre pelón, canoso, su cara estaba llena de arrugas y lucía muy viejo como para haber sido mi compañero de clase.

Después de que examinó mis dientes le pregunté si había asistido al Liceo Agustín Aveledo, de La Pastora.

- Sí Sí!!! Sonrió con orgullo.

-¿Cuándo te graduaste? Le pregunté:

-En 1973, me contestó.

-¿Por qué me lo preguntas?

Y le dije:

-Tú estabas en mi clase!

El me miró detenidamente 

Y ENTONCES ESE FEO, CALVO, ARRUGADO, GORDO, BARRIGÓN, CANOSO, DECREPITO E INFELIZ, ME PREGUNTÓ:

-¿QUÉ MATERIA DABA USTED, PROFESORA?



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