El País de Comiquita (1995)
El Medicánico de Caricuao
Esa mañana en el Ambulatorio de
Caricuao todo el ambiente era de absoluta normalidad. Los médicos dedicados a
sus quehaceres, pasaban sus consultas sin reportar ninguna novedad, porque
hasta los apuñaleados del día eran casi todos los mismos de siempre.
En un pequeño consultorio se
encontraba el Gineco-sexólogo esperando la entrada de su próxima paciente. Se
extasiaba mirando al su alrededor con una sonrisa que a las claras denotaba la
satisfacción de quien ve coronado sus esfuerzos con notables éxitos. A su
espalda estaba el Título de Médico Cirujano expedido por una universidad
nacional de reconocidos méritos. En otra de las paredes se podía ver un pequeño
dibujo fotocopiado mil veces, alusivo a la responsabilidad en la entrega de los
trabajos, con la trillada pregunta “¿Para
cuándo dijo que lo quería?”. Más hacia la derecha estaba toda una pared
tapizada de mujeres desnudas extraídas de diarios de vieja data, tal vez en
franca referencia a la sujeto-objeto de
su profesión. A algunas de ellas alguien tuvo la travesura de pintarle bigotes,
mientras que la mayoría presentaba manchas de grasa fibrosa. Un afiche de un
indio mal encarado daba la bienvenida a la clientela o a los pacientes, lo
mismo da, con una aseveración implacable: “Aquí
se fía, cuando este indio se ría”. Todas estas ensoñaciones fueron
interrumpidas cuando la enfermera hizo pasar a la siguiente paciente.
Luego de un breve relato que
hiciera la humilde mujer acerca del motivo de la consulta, el galeno le ordenó:
- - Métase
detrás del biombo y póngase la braga azul que está allí con la abertura hacia
el lado de adelante.
Pasados algunos segundos
comenzaría la rutina del reconocimiento por el experto en la materia:
- - Ahora
móntese en el puente y me coloca una rueda aquí y la otra acá. Relájese, le voy
a quitar las tapas de las cámaras para examinarla internamente. Muy bien! Anjá,
este motor tiene muy poca lubricación, las trompas están totalmente secas, casi
cristalizadas. Vamos a tener que rectificar las trompas, diagnosticaba y
recetaba el especialista.
- - Mire,
doctor, no entiendo, dijo ella interrumpiendo el monólogo.
- - No se
preocupe, doñita, después irá entendiendo, la tranquilizó el médico.
-
- Doctor, interrumpió
la señora antes de que cogiera mínimo otra vez, es que el tratamiento de la
ultima vez no me prestó, dijo preocupada.
-
- - Qué le va
a estar prestando, si es que aquí se ve a las claras que usted se puso a puyar
este motor antes de tiempo, ni siquiera le dio tiempo a que emparejara, aseguró
el galeno con vehemencia, para luego proseguir:
-
- Ahora le
digo una cosa: si rectificamos este bloque y su esposo no rectifica cigüeñal no
estamos haciendo nada!
-
- Y si me
hago el tratamiento bien, doctor, ¿cómo cree usted que quede después?
-
- Usted
puede salir a cero treinta, que es muy bueno para su edad, aseguró el doctor, dándole mucha confianza a su
paciente.
-
- Uhmm!
Doctor, también siento sofocones cuando estoy en la intimidad, como que no me
llegara suficiente aire, inquirió la dama en busca del sabio consejo.
- - Es
lógico, se ve que la bomba no está mandando y los filtros están tapados. Si no
se puede conseguir una bomba nueva, tendremos que cambiarle el kit a esta
vieja, afirmó mecánicamente el especialista.
-
- También,
mi dóctor, tardo mucho en alcanzar el climax!
-
- Eso puede
ser que tiene la mínima muy baja. Le aconsejo de todas maneras, que se caliente
bien antes de comenzar a meter las velocidades.
- Y fíjese bien si cuando mete
retro le pasa lo mismo. Sería bueno que su esposo también se eche una chequeaita, porque pudiera ser que tenga
una bujía enchumbá o que ya esté botando
la segunda y hasta la tercera. Por si acaso, le voy a mandar a que se aplique
en su parte, una poción de auto-médico y que se lubrique con la Fórmula 70-6,
de Laboratorios SQ, le dice que le den de la penetrante, especialmente preparada para estos casos, a
razón de cinco octavos de pulgada antes de cada encendida, terminó aconsejando
el cirujano.
Esta exhibición magistral de
grandilocuencia médica hubo de ser interrumpida por el tropel de un grupo de
hombres vestidos de negro, portando armas de todos los calibres, quienes
arrestaron al presunto médico, bajo la certera sospecha que, se trataba de
doctor, pero en automóviles; todo lo cual quedó al descubierto cuando uno de
los policías arrancó el título de médico que pendía en la pared, quedando al
descubierto el verdadero título, que no era otro que el de la CANATAME, o Cámara Nacional de Talleres
Mecánicos del Distrito Federal y Estado Miranda, del cual era miembro el
Medicánico de Caricuao. Unas abrazaderas y unos tirrás servirían de esposas para
inmovilizar al truhán, el cual fue llevado en grúa hasta una chivera en Villa Zoila, en la
cual pasará gran parte del resto de sus días.