sábado, 5 de abril de 2025

El conde de Cardona en cuatro patas

      Cuando uno lee un libro o cuento que lleva la impronta de un autor afamado, de esos laureados que se convierten en grandes catedrales de las letras, uno siente el peso de las auctoritas  al leer su obra, perdiendo ese espíritu crítico y combativo y entregándose al deleite de la obra, así brote en uno algunas diferencias; sin embargo cuando éstas aparecen uno mismo se persuade y se autochapea preguntándose “¿vas a saber tú más que Gabo?” o ¿quién eres tú para contradecir a Kundera? Esto genera cierta tranquilidad porque le permite a uno continuar el paseo sin las interrupciones de los diálogos interiores paralelos que se hacen presente ante cada crujir de la lógica discursiva.

     Justamente en eso andaba en estos días al leer un cuento de García Márquez cuya trama se me hacía muy familiar, tal vez porque, como cosa común en Gabo, la dueña y señora de su prosa en esta oportunidad era  una puta,  que aunque no era triste, por tal vez por no provenir de su libro homónimo, sí era una entristecida por el paso inclemente de los años.   

     Lo cierto es que en la medida que avanzaba en la lectura la narración de Gabo se me hacía cada vez más familiar, como si fuera un  cuento  que me estuvieran echando por segunda o tercera vez; sin embargo aun así para mi continuaba siendo un estreno y con esa emoción de los estrenos lo continuaba ojeando.

     María dos Prazeres se intitulaba  la obra cuyo personaje central, ella misma, era una prostituta brasilera que por cosas del destino fue a tener a Catalunya, y allí sola en íngrimo, en el anochecer de sus días,  preparaba su salida decorosa de este plano al escoger como última morada un cementerio en el que sus huesos descansaran a salvo de  naufragios invernales, como aquel vivido por María en un desbordamiento del Río Amazonas. Para María fue insuperable la experiencia de ver los cuerpos flotando libremente en el cementerio de Manaos y advertir cómo  pasaban por su casa vestidos, cabelleras, dentaduras y osamentas de quienes en vida se llamaban……..

     Por allí iba mi lectura y por ahí mismo se fraguaba mi sospecha de “este cuento lo conozco yo”. No encontraba cuándo ni dónde, pero en la medida que avanzaba había acontecimientos a los que podía adelantarme  y que me hacían hasta alardear pensando que de tanto  ejercer  mi oficio de lector  ya hasta me estaba pareciendo a García Márquez. Todo un atrevimiento de mi parte;  bueno, como toda así es la ignorancia: insolente y atrevida.

     Mis dudas comenzaron a disiparse cuando el vendedor de entierros trató de adivinar cuál sería la profesión de María dos Prazeres, según su experiencia basada en lo que encontraba en la casa de sus clientes, pero  en el caso de María no conseguía ninguna pista.  Excusándose ante su imprudente curiosidad terminó preguntándole directamente a María.  - Soy puta, hijo!, respondió  Dos Prazeres y decepcionada le preguntó al vendedor  ¿O es que ya no se me nota? Nada más deprimente para una puta que alcanzó  un alto nivel dentro de su oficio  que no ser reconocida. Por eso fue que al llegar a este punto de la lectura,   me dije “esta puta la conozco yo”, ya casi (casi, dije) sin ninguna duda.

     Así que con más datos que los que poseía el vendedor de entierros continué con  mi lectura. El punto de quiebre lo encontré en la relación que por cerca de medio siglo María dos Prazeres tenía con un enigmático personaje quien llegaba a visitarla todos los viernes entre 7 y 9 de la noche. Cenaban juntos y ritualmente se iban a la cama hasta antes de la medianoche. Este galán era El Conde de Cardona, viejo franquista con quien María tenía una amistad fundada en no se sabe qué cosa que, seguramente, ninguno de los dos  tenían en común. Llegado a este punto, ahora sí estaba convencido que este cuento ya me lo había leído, básicamente en la forma tan magistralmente elocuente como Gabo describía la relación entre María dos Prazeres y El conde de Cardona: “después de la cena, larga y bien conversada, hacían de memoria un amor sedentario que les dejaba a ambos un sedimento de desastre”. Y la segunda descripción era, definitivamente, de antología: “ambos eran conscientes de tener tan pocas cosas en común  que nunca se sentían más solos que cuando estaban juntos, pero ninguno de los dos se había atrevido a lastimar los cantos de la costumbre. Necesitaron de una conmoción nacional para darse cuenta,  ambos al mismo tiempo, de cuánto se habían odiado, y con cuánta ternura, durante tantos años”. ¡Por favor, un amor como este no puede olvidarse así tan fácilmente!

     Luego de esta experiencia narrativa del hijo de Aracataca me encontré sumido en una experiencia extra sensorial porque lo que venía a continuación no solo me permitió corroborar que ya había leído a María dos Prazeres, sino que además, saberme de memoria ese pasaje del cuento me facilitó detectar un gazapo en el texto de García Márquez; un preocupante gazapo que me hizo releer  dos o tres páginas para determinar en qué momento salí de concentración perdiéndome en ese maravilloso mundo de metáforas en que la prístina prosa garcíamarquiana me dejaría atornillado.  

     Sucedió entonces que en el párrafo siguiente al encuentro entre María dos Prazeres y el Conde de Cardona una descripción infame del Conde nos hace enjuiciar “eso no lo escribió García Márquez”, al menos no en esa secuencia. Entre otras cosas se puede leer que “al cabo de muchas tentativas frustradas (…) se empeñó en enseñarlo a llorar sobre la sepultura vacía para que siguiera haciéndolo por costumbre después de su muerte… Lo vio alejarse por la acera de sombra con un trote ligero y el culito apretado y triste bajo la cola alborotada, y logró a duras penas reprimir los deseos de llorar, por ella y por él…” ¡No puede ser! … ¿el conde de Cardona en cuatro patas con el culo apretadito?... celebraría de buen goce mi madrina Maigualida Rivas al conocer este cuento.

     Lo que realmente sucedió fue que María dos Prazeres estaba entrenando a Noi, un perrito que era su única compañía, para que a su deceso fuera los domingos al cementerio a llorar sobre su tumba, en la seguridad que allí en Barcelona no había nadie que la extrañara. Por mucho de realismo mágico que  les parezca, María había enseñado a Noi  a llorar como cualquier humano.

     Por último,  nada de esto hubiera  existido de no ser porque el exorbitante precio de los libros de carne y hueso  me ha obligado a comprar ejemplares de editoriales e imprentas de dudosa cualidad que, por ahorrarse unos churupos,  son capaces de volarse páginas completas del texto original. En este caso me hicieron dudar, no solo de la autoría del texto., sino también de si la demencia senil que padeció Gabo se había incubado desde 1979 y no desde 1999 que fue cuando oficialmente se declara la enfermedad… o sea.

domingo, 24 de noviembre de 2024

La muy popular Esquina de Gradillas

No sé si exista alguna estadística al respecto, pero mi percepción muy particular es que la Esquina de Gradillas es de las del centro de Caracas en general, y de la Plaza Bolívar en particular, la más mediática y, en consecuencia, la más fotografiada de todas cuantas existen. Esta, que pudiera tratarse de una especulación, la asocio a todo lo que ha rodeado a esa esquina, históricamente. 

Las Esquina de Gradillas con los escalones que le dieron el nombre

En Las Gradillas vivió el Libertador Simón Bolívar en lo que es hoy la Casa del Vínculo. Adyacente a esta casa funcionó la imprenta en la que se reprodujo el Acta de la Declaración de Independencia del 19 de Abril de 1810. En esa misma esquina quedaba y aún permanece allí  el Palacio Arzobispal, el que para épocas pasadas tenía un gran peso en la vida social, política económica y religiosa de la ciudad y en diagonal a éste se encontraba y aún permanece allí el Museo Sacro, debajo del cual funcionó el cementerio de la Catedral de Caracas, en el que enterraban a los curas de la élite episcopal.

 

Por cierto, es en 1843 cuando surge el nombre de Gradillas, aunque hay autoridades en la materia que afirman que para finales del año 1600 ya esa nomenclatura era conocida.  Esto se debió a que para entrar a la Plaza de Armas por el lado Sur Este había que ascender por unos anchos escalones que semejaban un graderío, a diferencia con las esquinas Norte que tenían escalinatas que descendían del nivel de calle. 



Por muchos años, un poco más hacia nuestros días, funcionó allí la Tienda Dovilla, la que posicionó en el imaginario colectivo nacional el slogan publicitario "Dovilla ... qué maravilla", haciendo rima, justamente, con la esquina de Gradillas. 


En ese mismo escenario a principio del siglo XX funcionó una panadería que,  de acuerdo a algunos entendidos, elaboró por primera vez el insustituible pan de jamón navideño y  posteriormente dio a luz a su hijo, el cachito de jamón. 


Le cupo a Las Gradillas el honor de ser el sitio en el que se escenificara el primer choque de automóviles, ocurrido en la ciudad capital el 11 de Julio de 1913, cuando dos vehículos colisionaron, tal vez producto de la excesiva velocidad que llevaban, la cual fue reportada por los diarios de la época entre 15 y 20 kilómetros por hora.

Tuvo la suerte la esquina de Gradillas de quedar justo en la mitad de un centro de compras que fue naciendo en Caracas. Subiendo hacia el Avila se desprendían las esquinas de Veroes y de Torre y bajando más  hacia el Sur, las de Sociedad y Camejo, pero siendo la más concurrida la cuadra de Gradillas a Sociedad.


 Tal vez por lo mismo  esta cuadra se hizo famosa por albergar en ella las principales y primeras tiendas fotográficas de Caracas, así como la presencia de renombrados fotógrafos. Incluso se conoce que el General Juan Vicente Gómez asistía junto a su gabinete a un estudio situado en esta cuadra, a tomarse las fotos oficiales. De “El Pampan de Gradillas a Sociedad” da cuenta Billo en su inspiración musical Sueño Caraqueño. 

En aquella Caracas también se tejían fábulas y leyendas semi urbanas, como aquella que daba cuenta de que en la esquina de Gradillas salía un muerto,  leyenda tal vez estimulada por el cementerio de prelados que hubo en su lado norte. Por eso sería que el maestro Billo Frómeta le compuso a esta creencia una canción que se hizo muy famosa en 1951, intitulada El Muerto de las Gradillas y popularizada con el son pegajoso de Manolo Monterrey.

Me jalaron por los pies

me agarraron

por las manos

y no se imagina hermano

el susto que me pasé

En la esquina de las gradillas

sale un muerto ..

con la pata de palo

y un saco de huesos.

https://www.youtube.com/watch?v=qci7y0ns2m4



Contemporáneamente ha funcionado en la Esquina de Las Gradillas un Restaurant familiar, Bistró del Libertador, en el que se pasan ratos muy agradables saboreando sus variadas exquisiteces culinarias, acompañadas con las bebidas de su preferencia, entre las que destacan una sabrosa cerveza artesanal home made que es degustada por los paladares más exigentes.


Por ello creo que todos estos condimentos hicieron posible que en la esquina de Gradillas se cocinara una parte significativa de la caraqueñidad.

Y ustedes ... ¿qué otra cosa saben de La Esquina de Las Gradillas? 



sábado, 27 de enero de 2024

"Oriente es de otro color" Crónica de un viaje de iniciación.

 

Crónica de un viaje de iniciación

"Oriente es de otro color"


Y no solamente es de otro color, sino que el lenguaje del oriental, su jerga, sus paráfrasis, etc., son de otro tenor, por lo cual, a veces, son vituperados. Sí, en Oriente, no cualquier palabra obscena es una grosería, ni todas las groserías tienen carácter ofensivo. En Oriente, un desgracia’o no es el desgracia’o ese de otros lugares. En esta región, existen variantes lexicales y semánticas muy especiales, específicas y propias de esta agraciada región, muy distintas a cualquier otra de la geografía nacional. Por eso, el lenguaje en Oriente no solo es de otro color, sino también de otro candor, esté o no esté usted enamorado, como dice la canción que sirve de título a esta crónica.

Era un diciembre y los estudiantes del Pedagógico de Maturín hacían maletas para regresar a sus hogares, la mayoría de ellos situados en el Oriente, cuña’o. Claro, ya conocía esta parte del Oriente monaguense, pero no me había adentrado en sus gargantas; es decir, de Caripito para allá y por ahí derecho, hasta llegar a donde nació este país.

Así que un buen día, arranqué para Oriente. Desde temprano en El Banqueado, en Maturín, esperé con paciencia que la vieja camioneta ranchera Chevrolet  Apache se llenara de pasajeros para empezar un periplo que me llevaría a atravesar todo el estado Sucre hasta llegar a la población de Irapa, la orgullosa capital del Municipio Mariño, allá en el Golfo de Paria.

La primera sorpresa que me llevé fue cuando intenté escoger el puesto de la puerta en la camioneta de El Chalanero. Así llamaban al conductor y dueño del vehículo, dadas las largas dimensiones de eslora del automóvil. Aunque tenía reservada la puerta, una señora que ya tempranamente me vio cara de nuevo, me la disputó con el argumento de que ella mareaba, por lo que tenía que ir en ese lugar. Entonces le dije que yo también mareaba, pero que además expelía, que de vez en cuando tenía retortijones y hasta me hacía aguas menores. “Ay no, pavito, usted está más grave que yo; mejor coja usted la puerta”, terminó cediendo la mujer.


Cualquier parecido con esta chalana es solo coincidencia.

Me llamó la atención en esta primera bitácora por el Oriente, que el lenguaje funcional (práctico, pragmático) del venezolano en el estado Sucre forma parte del paisaje; es decir, es la cotidianidad hecha comunicación informal y, si me apuran un poquito, casi oficial. Es muy común escuchar intemperancias, ese lenguaje gráfico tan común en el venezolano, pero sin llegar a la obscenidad o, como dicen algunos, soecidad y que aunque va dirigido a las personas, no tiene la intención de herir al otro; por eso, nadie se ofende en estas tierras por una palabra subida de tono.

Pasando a media mañana por el mercado de Carúpano, un lugareño se quejaba de que no tenía ganas de beber porque su mujer le había dado café antes de salir de casa. Decía el carupanero, “carajo, yo sí soy bien pendejo, me tomé un café que me metió Ernestina y ahora no tengo ganas de jalar caña”. Otro paisano que pasaba por el puesto le respondió “y más pendejo fuiste tú que te lo tomaste”. (Ah, porque esa es otra costumbre: en las conversaciones, sean públicas o privadas o diálogos de calle, puede intervenir todo el mundo). “Verdad, chico, yo sí soy bien pendejo”, reconoció el obligado abstemio… ¡Y todo el mundo feliz!

"Oriente es la tierra donde
amanece más temprano
y a las seis ya los paisanos
se regresan de la mar".

Por otro lado, la alusión al gentilicio, es una constante en todo Sucre, por lo que es muy común escuchar a los paisanos modificando el gentilicio de otros para causarle alguna molestia que, al final, se transforma en jocosidad para diversión mutua. De modo que es muy frecuente que a alguien de Río Caribe lo conozcan como río cariloco; porque esa es otra tradición, a la gente de Río Caribe le han dado fama de loca. Bueno, a veces      ¡hasta coincide! Sin embargo, los río carilocos no se quedan callados; al contrario, contraatacan llamando a los carupaneros, los carupatos. Todos sabemos lo que significa “pato” en la coloquialidad sexual del venezolano. Este tratamiento apelativo del gentilicio, lejos de producir molestias, denota familiaridad, cariño y es recibido por todos sin mayor animosidad.

Ahora bien, a veces la expresión corporal y el tono de voz que acompañan a estas expresiones, hasta hacer pensar al extraño que está ante un grave peligro. Eso me ocurrió, precisamente, en ésta mi primera vez, cuando llegué al pueblito de El Pilar, muy conocido, entre otros aspectos, por ser la cuna del cantor y Patrimonio Cultural, Gualberto Ibarreto y por tener una iglesia que se fue construyendo como todas; es decir, a golpe ´e capilla durante muchos años, pero se derrumbó al día siguiente de su inauguración.

El Pilar del estado Sucre. !No se le ocurra decir que es de Carúpano! 

Y es que uno puede ocultar cualquier cosa menos su primera vez, sobre todo cuando se estrena en una visita a alguna región del país. Por ello el Chalanero me tenía escaneado desde temprano, de modo que al llegar a El Pilar y atravesarlo bordeando su plaza central, disminuyó la velocidad para detenerse más adelante en cuanto vio a un señor que parecía oriundo del poblado. Segundos antes me había pedido que le preguntara a ese señor si este, el pueblo por donde pasábamos, era El Pilar de Carúpano. Con toda candidez, al detenerse la chalana al lado del don, le pregunté “señor, buenos días, ¿me puede indicar si este es El Pilar de Carúpano?” El hombre puso la mascá ´e tabaco de un lado de la boca y en forma despiadada me respondió “no sea trompa ´e verga, este es el Pilar del estado Sucre, Carúpano no tiene un coño ´e Pilar”. Los 16 pasajeros de la chalana más los loros, pájaros, gallinas y pollos que los acompañaban como equipaje de viaje, festejaron la gracia del lugareño y el bautizo que me dieron como primerizo. Allí aprendí que Carúpano no tiene pilar, a menos que usted quiera sacar de sus casillas a un pilareño, o sea.

Pero por atravesar todo El Pilar escuchando a Gualberto cantar El Furro y el Negro Font valió la pena cualquier exposición al ridículo…

"Po pop o pon me siento maluco,
si no oigo el furruco
del negrito Font.
Con él desde muy pequeño
yo supe catalogar,
lo sabroso de unas pascuas
y año nuevo en El Pilar.
Ya se fue, se perdió,
no se oye su entonación,
nadie sabe qué se hizo
el furro y el Negro Font".

De ahí en adelante, las particularidades se cuentan por docenas, con decirle que, más adelante, hay un pueblito llamado Tunapuy, con inflexión puesta en la u, pero el sucrense se empeña en colocarle el acento en la y griega y convertirlo en Tunapuí. “¿De dónde eres tú, mijó?” . “De Tunapuí”, responden los tunapuiceños. ¡No hay manera!

De igual modo, un poco más atrás, saliendo de Carúpano hacia Río Caribe, hay un bello poblado llamado El Morro de Puerto Santo, al que los propios lugareños le han modificado el gentilicio. Por ejemplo,cuando usted le pregunta a mi amiga Rosita Rodríguez de dónde es, ella siempre responde “yo soy del Mojrro”. Esa gutural jota morreña no hay forma de evitarla, aunque por desgracia del desarrollo de la modernidad y con ella el comercio de sustancias ilícitas ya es generalizada la costumbre de llamarlo El Porro. ¡No digo más, porque ese no es el tema!

La cuestión de la fonética mete en problemas a propios y extraños en estas maravillosas tierras del oriente venezolano, porque muchas veces hay que ser un experto para distinguir la pronunciación de las palabras y darle sus usos correctos. Por eso, se contaba en este viaje,que cuando estaban construyendo la carretera Tunapuy – Yaguaraparo, al finalizar la faena el Viernes, el Ingeniero Residente le dijo a los trabajadores que el día Lunes iban a asfaltar. Inexplicablemente todos se alegraron. Al llegar el Lunes el ingeniero se encontró solo porque los tipos no fueron a trabajar. Cuando les reclamó el día martes, explicaron que el ingeniero les había dicho textualmente que el día lunes iban "a faltar". Bueno, aquí los orientales utilizaron la síncopa muy convenientemente a su favor para hacerse de un puente. ¡Aunque muy seguramente su fin de semana largo fue con copas!

Desde Yaguaraparo y hasta Irapa se abren una serie de pueblecitos mitad playeros, mitad montañosos llenos de casitas de frondosos patios y cuyos frentes generalmente son usados para el secado del cacao que cultivan en las haciendas y solares de las casas. Aunque uno no ve muchos ríos en el camino, es llamativo para el recién llegado que casi todos los caseríos tienen nombre de ríos. Particularmente destacan tres ríos: Río Chiquito, Río del Medio y Río Grande, pero la cosa comienza a complicarse cuando uno se entera que Río Chiquito tiene un pedazo que es Río Chiquito Arriba; otra parte que es Río Chiquito Abajo y otra, que es Río Chiquito del Medio. Ah, pero lo mismo ocurre con Río del Medio, quien también tiene su Arriba, Abajo y en el Medio. No, no se extrañen porque igual sucede con Río Grande..

Dicen los lugareños que cuando los libadores salen a beber, supongamos que para Soro o Yoco, en la noche, cuando regresan ebrios, se duermen en los carros, entonces, los choferes los dejan en cualquiera de esos ríos, porque saben que van para allá, pero no a qué altura. A pesar de todo,nadie se ha ahogado en ninguno de ellos, a pesar de la embriaguez.

La entrada a Irapa, finalmente, no puede ser más hermosa. Desde el sector el Maco, parte alta del pueblo, se comienza a divisar a lo lejos el azul marino de un golfo que vierte sus aguas hasta la orilla de la playa,
dependiendo de la hora del día, por causa del fenómeno de las mareas. Enseguida la mirada se expande para contemplar los hermosos cocoteros que, como soldados, cuidan la orilla de la playa para darle cobijo al visitante. Un poco más abajo, la postal se completa al abrirse el espacio para contemplar el pueblo en todo su esplendor, con sus casas altas y calles perfectamente cuadradas que ni el mejor arquitecto sería capaz de diseñar. Huele a mar. Huele a pueblo. Huele a cacao. Huele a coco. Y huele a gente humilde, pero feliz.



!Y al fin llegamos a Irapa! La espera valió la pena!



"Y es que en Oriente mi hermano
la mar tiene otro color,
y el amarillo del sol es un poco azafranado,
el aire es menos pesado
y la luna es una flor,
que perfuma con amor
a quien está enamorado.
Por eso a Oriente, cuña'o,
lo llevo en mi corazón".

Cuando se entra en relación con los pobladores, uno de da cuenta de las no menos curiosas semejanzas con sus pares de los pueblos que hemos venido conociendo a lo largo de este interminable periplo en la chalana. Mismo tono de voz. Mismo parafraseo. Mismo vocabulario. Mismo carácter, pero distintos trompas de verga que abundan por el pueblo. También proliferan los care verga, incluso desde el propio Caripito. Lo único que no tienen los demás pueblos, es un bigotudo animal que es obligatorio en todas las mesas de los irapenses, llamado el Múcuro. Este pez, orgullo de la gente de Irapa, pareciera nacido en sus playas, porque es imposible hablar de Irapa sin que sus pobladores asuman la orgullosa propiedad del mencionado bagre. 
“Y si es con bola de plátano y coco es mucho mejor”, señalan con presunción sus habitantes. Y, por supuesto, no podía faltar el acompañante obligatorio de todos los saraos que se producen en la playa, en las aceras y en las casas: un aguardiente de dudosa reputación llamado el Paujil, solo que nuestros moradores lo llaman el paují.

La vida en Irapa transcurre en solaz placidez. En la mañana,temprano, se puede ir a tomar un baño en la playa. Después de las 10 es imposible porque el mar se retira al bajar la marea y la arena se convierte en un lodazal. Hay que esperar a que la marea vuelva a subir a eso de las 5 de la tarde y con ella, las aguas del mar terminan llenando la playa hasta el otro día. Durante el resto, se va a los ríos y se bebe Paujil. Se cazan cangrejos y se bebe paují. Se juega truco y se bebe paují. Se pesca camarones en trenes a la orilla de playa y, por supuesto, también se bebe paují. En las comidas se come Múcuro en sancocho, Múcuro guisado con bola e plátano y se puede cenar con un mucurito frito. A medianoche nunca falta quien después de un juego de truco o de ajiley invente hacer un sancocho (por supuesto, de Múcuro),allí mismo, a la orilla de calle. En las noches se pasea por el pueblo. Se
toman las birras en un pequeño boulevar y los más zanahorias se van a la plaza a darle vueltas y a contemplar a las muchachas tan bonitas que hay en Irapa.

“En la playa las mujeres
buenas mozas y sonrientes
hacen monerías decentes
por rebajar el pagar…”

El foráneo trata de mimetizarse con la población, aunque no todas las veces lo consigue de buenas a primeras. Siempre se nos ve el bojote porque son muchas las singularidades que deben aprenderse. De manera que una vez que me preparaba para el regreso a Maturín, le pregunté a Chuchú Loreta, a la sazón Prefecto de Irapa, si los camarones que esa noche íbamos a pescar en la playa, nos los traeríamos sancochados o así tal como los pescáramos. La mirada de desprecio del viejo, que seguramente un día fue pescador, hizo congruencia con la respuesta que de inmediato me dio “sí, trompa e verga, porque esos animales están amarrados ahí en la playa”. ¡Otra vez caído por inocente! Bueno … ¿y entonces cuándo voy a aprender?

Esa noche fuimos a la playa aprovechando la marea, a pescar los presuntos (no, porque si no me forman otro peo) camarones que nos llevaríamos, pero como son las creencias de los pueblos, esa noche no se consiguió nada, como para reafirmar el dogma de que no se pueden hacer planes con la naturaleza. ¿O contar los pollitos antes de nacer?

La última tarde de este primer encuentro con Oriente en su parte más saliente, don Chuchú me invitó a tomarme unos whiskies con él y aunque muchacho no toma whisky tuve que aceptar la invitación. Los tragos comenzaron siendo amargos porque nuestro hombre se presentó con una botella de un whisky recién llegado, pero que igual tenía una fama indeseable: el 100 Pipers. Menos mal que la botella ya estaba comenzada, como por los hombros, pero de todos modos exigía un gran esfuerzo del citadino cervecero. Y ese animal nada que bajaba.

Los muchachos más jóvenes se echaban sus palos cada vez que el viejo iba al baño. Sin embargo, ese alcohol de hospital iba haciendo algunos estragos en mi humanidad, los cuales trataba de disimular hasta donde podía. Total que cuando al fin terminamos con la botella, Chuchú Loreta se levanta y dice “carajo, al fin conseguí a alguien con quien tomarme esta porquería”.

Enseguida se mete al cuarto y sale con una botella de Buchanans 12 años. Ahí sí fue verdad que hicieron efecto los fermentos del piazo ‘e licor ese, con las enseñanzas que había adquirido en este viaje, más el malandro caraqueño cuyos vestigios aún tenía fresco, de tal manera que, envalentonado, me levanté y le increpé “pero bueno, trompa e verga, ¿tú no sabes que whisky bueno se toma de primero y que el malo se deja pa’ lo último? No joda, chico, ya tengo el paladar destrozado pa entrale al 12 años”.

Un silencio sepulcral se hizo en la sala. El viejo Chuchú no lo podía creer y yo menos. Cuando tomé conciencia de lo que había hecho ya era tarde para disculpas. Estaba llamando trompa ‘e verga al Prefecto, en su casa, delante de toda su cohorte y además primera autoridad de Irapa, la capital del Municipio Mariño del estado Sucre y hombre de un indiscutible y bien ganado respeto en todo el pueblo y sus alrededores. No era tontería el problema en el que me había metido.

Sin embargo,se quedó viéndome con esa mirada aguilucha y profunda que lo caracterizaba y cuando le iba a pedir disculpas me atajó y dijo: “¡No me digas nada! Yola (llamó a la esposa), prepara un Múcuro guisado con bola que quede bien sabroso, que este melenúo ya es uno de nosotros, aunque debería meterlo preso por faltarle el respeto a la autoridad”. ¡Guao!  ¡Aprobado el examen de iniciación!


Al otro día, temprano en la mañana me conseguí en el improvisado terminal de pasajeros de Irapa en busca de transporte para regresar a Maturín, luego de pasar unos días bien sabrosos en el Oriente del país. Y allí estaba el Chalanero cargando pasajeros para el regreso, a la espera de los 4 últimos que le faltaban para completar el pasaje. Al incorporarme a la chalana, una señora que me parecía conocida me ordenó “ponte tú en el medio, pavo, porque yo mareo”. No me quedó más que decirle la verdad: “y yo no solamente mareo, mi doña, si no que vengo con una intoxicación de Múcuro con Paujil y 100 Pipers que me tiene el estómago convulsionado”. La doña agarró de mal modo su asiento del medio, al lado del chalanero, no sin antes decirme “verga, melena, me vorviste a joder” y bajito como que le escuché decir … “trompa ‘e verga” … o sea.

"Ya se fue,
se perdió,
no se oye su entonación,
nadie sabe qué se hizo
el furro y el Negro Font". 

lunes, 15 de mayo de 2023

Amor en los tiempos del Medioevo

 Amor en los tiempos del Medioevo 

 Uno de los períodos más grises que ha vivido la humanidad es ese espacio que sucede a la caída del Imperio Romano de Occidente y que se extiende hasta el siglo XV. Es la denominada Edad Media o Medioevo. 

 En la Edad Media parece que todo se detuvo. La vida como que se congeló y todo ese empuje que traía cayó en un limbo espantoso. Fueron mil años de estancamiento, de sopor, de atraso. De hecho, algunos estudiosos la llamaron la edad perdida. 

 Las condiciones sanitarias durante el Medioevo fueron deplorables, lo que hacía que la población padeciera de enfermedades que los llevaba irremediablemente a una muerte prematura. Consecuencia de esto es que la población fuera diezmada al extremo que la esperanza de vida en promedio fuera menor a 40 años. 

 La higiene brillaba por su ausencia debido a la pobre presencia de agua, en parte producto de la desaparición de agua por acueductos; aunque mucho se ha hablado de los canales inventados por los romanos en el período precedente. De modo que la gente vivía casi exclusivamente del agua recogida durante la temporada de lluvia y de la de ríos y lagos cercanos, de tal forma que la higiene personal era muy precaria porque además no existían complementos como talcos, perfumes, fragancias, colonias, etc. Recordemos que el comercio en Occidente había desaparecido y las ciudades se atomizaron en pequeños ducados, reinados, marquesados, etc., todo bajo un concepto de absoluto endogenismo

 Bajo estas condiciones la vestimenta ayudaba a disimular los olores de hombres y mujeres. Las mujeres fundamentalmente usaban vestidos de hasta siete capas de telas, sedas y cáñamo, aparentemente para disimular los fuertes olores que provenían de sus partes íntimas. Se dice que eso que nos presentan en las películas donde se ve a las damas constantemente echándose aire con un abanico tenía en realidad la función de disipar el fuerte olor que las acompañaba, además también usaban flores para mitigar la pestilencia. 

 Y en el amor? Bueno, durante el Medioevo hacer el amor comportaba un altísimo riesgo de contraer alguna enfermedad que mal tratada podría desembocar en la muerte. Además, todo ese esfuerzo (el de hacer el amor) tenía sus consecuencias. Por ejemplo se dice que la precocidad en el aterrizaje nació en la Edad Media porque en el tránsito de la mujer desvestirse podía pasar hasta una hora antes de quedar completamente desnuda. En ese tiempo al hombre lo mataba la ansiedad ante la llegada del anhelado momento. Todo esto redundaría en un pobre desempeño, cuando no en actos totalmente fallidos. 

 Pero del mismo modo hay estudiosos que piensan que la pobre experiencia amatoria en el Medioevo se debía a que el hombre no disfrutaba plenamente del momento porque los olores que se desprendían en la desnudez obligaban a terminar rápido el trabajo para no morir de un paro respiratorio. Era un acto de respiración forzosa, es más. La ciencia sexual ahora nos argumenta que una deficiencia en la respiración, ocasionada por las fetideces impedía que el oxígeno y la sangre fluyeran a los cuerpos cavernosos dificultando la rectitud en los principios del fin. 

Ahora bien, en el Medioevo nadie podía sentirse orgulloso que se dijera que fulano de tal es un tigre en la cama, de la misma manera como hoy cualquier amante furtivo se sentiría honrado de serlo. Probablemente en el Medioevo la condición de tigre estaba más relacionada con la emanación de un desagradable vaho del cuerpo del varón que era una consecuencia lógica del desaseo personal. Todo esto hacía que el acto sexual fuera un episodio totalmente precarizado, por aburrido...o al contrario. De esta manera, nadie se iba a arriesgar, por ejemplo, a proponer un 96 invertido, del mismo modo en que no existía suficiente confianza en la eventual realización de un fellatio. El Medioevo fue una era tan inapropiada que, por razones más que obvias, tampoco se podía hacer con una mínima seguridad la práctica del cunnilingus sin la amenaza de sobrevivir al intento. Era como si existiera un cartel de advertencia que previniera al momento de intentar una maroma distinta, en los términos de “a partir de este momento usted va a su propio riesgo”, o sea. 

 Algunos curanderos recomendaban airearse mucho durante el acto sexual. Pero como no existían ventiladores las parejas tenían que hacerlos ellas mismas. La nobleza, sin embargo, tenía sus siervos que hacían por ella lo que les pidieran. Entonces se cuenta que muchas parejas aristocráticas ponían a sus vasallos a ventilarlos mientras ellos buscaban deleite en los placeres de la carne. Se cuenta, por ejemplo, que una pareja tenía de siervo a un emancipado norafricano de 1 metro noventa y quien agradecía su libertad con servicios. A él lo pusieron a echarles aire con un gran abanico. Pero la mujer tenía dificultades para alcanzar el éxtasis, mientras el esposo preocupado le decía al siervo "abanica, negro, abanica más fuerte", repitiéndose la escena por varias veces, hasta que el hombre en un desespero le pide al negro que se ponga él en su lugar, mientras él mismo (el noble) se dedica a enseñarle cómo es que debe abanicar correctamente … en vivo y directo, pues. 

 Dice la historia médica que apenas el negro tocó a la mujer y sin que siquiera el esposo comenzara a abanicar, la mujer le entró, también, una especie de exorcismo y comenzó a proferir frases desconocidas hasta ese momento, como "ay que me muero, oh my god, oh yeah, oh yeah, oh my godness”, mientras el noble le gritaba al negro, “te fijas negro, así es como tienes que abanicar”. Conocida esta experiencia se dice que en los palacetes de estos pequeños señoríos se escuchaba con frecuencia el exhorto desesperado de algún Señor Feudal quien ungía a su criado, diciéndole “abanica, negro, abanica, como yo te enseñé, no joda” … o sea.

viernes, 2 de diciembre de 2022

Crónica de un enfrentamiento épico en la pelota venezolana. El enfrentamiento entre Los Marcelinos!

 

A 60 años de un partido irrepetible en la pelota venezolana

El enfrentamiento entre los Marcelinos

Domingo 2 de Diciembre de 1962.  El estadio de la Ciudad Universitaria de Caracas se comenzó a llenar desde temprano en la mañana para presenciar el encuentro entre Los Industriales del  Valencia y los  Tiburones de La Guaira, equipo éste que en ese año hacía su debut en la Liga Venezolana de Beisbol Profesional o LVBP.

Como  era usual en esa época, los  domingos los juegos comenzaban a las 11 de mañana, que con la entonación del Himno Nacional a través de la pista del estadium el juego venía comenzado como las 11 y cuarto. Y ese domingo no fue diferente de lo que ocurría semanalmente durante el séptimo día de la  semana. Lo único distinto fue que ese domingo 2 de diciembre el mediodía caraqueño era más amigable con la llegada de Pacheco, que en aquellos tiempos le daba un encanto especial a  la ciudad capital, la que alguna vez fuera llamada La Sucursal del Cielo.

Así que a las 11.15 am con la voz de play ball por parte del árbitro principal, señor F. Blanford, se daría inicio a las hostilidades entre los llamados pericos del Valencia y Los Tiburones de La Guaira, juego que marcaría un hito en la pelota profesional de todo el Caribe e incluso  de los estados del Norte de América, ya que lo que estaba por ocurrir jamás se había  visto y difícilmente se volvería a ver,  a pesar del entusiasta axioma beisbolero que dice que los récords se hicieron para ser rotos.

A decir del momento el estadio de la UCV estaba “de bote en bote” un domingo en el  que, seguramente, se enfrentaban equipos con una marca rivalidad.

Saltaron al engramado del Estadio de Los Chaguaramos los Tiburones de La Guaira como equipo tradicionalmente home club en los juegos  de la capital con Dámaso Blanco en tercera, Aquiles Gómez en LF, Elio Chacón en el CF, Dave Roberts en 1B, Merrit Ranew de cátcher, J.C. Hartman en SS, Graciano Ravelo en el RF,  Jesús Mora en la 2da y el cubano  Marcelino López como lanzador.

Por su parte, los Industriales del Valencia contaba en su roster con Teolindo Acosta en el LF, Teodoro Obregón en el SS, Angel Scull en el CF, Bill Bryan cátcher, Gustavo Gil, en tercera, Ken Harrelson en 1B, Luis Rodríguez en el RF, Antonio Obregón en 2B y el pitcher criollo Marcelino Sánchez.

El primer ininng transcurrió sin anotaciones, en lo que parecía más bien un round de estudio, como dijeran en boxeo. La primera carrera del juego entró de caballito  cuando en la primera parte del 2do episodio el pitcher cubano Marcelino López perdió momentáneamente el home luego de 2 outs, concediendo base por bolas a Harrelson, luego vendría un hit de Luis Rodríguez y para rematar el descontrol otorgaría boletos seguidos a Antonio Obregón y al lanzador Marcelino Sánchez, con lo que el partido se pondría 1 a 0  a favor de Los Industriales.

La paridad en el marcador se produciría en la segunda del  cuarto episodio cuando La Guaira logra anotarle una carrera al Marcelino del Valencia,  mediante imparable de Dámaso Blanco (Dámaso siempre ha dicho  que él no  era un out por regla y en este juego lo demostraría) y Aquiles Gómez toca la bola para sacrificarse y poner hombre en segunda. Seguidamente a Elio Chacón le conceden 4 bolas malas en busca de un doble play salvador, pero lo que ocurre es que los corredores avanzan por wild pich del Marcelino criollo.  Ya en tercera, Dámaso se engomaría por flay de sacrificio de Dave Roberts. De esta manera al cerrar el cuarto ininng el juego se empataría a una carrera por bando.

Marcelino López,  el de Cuba, grabó su nombre para siempre en la vida de los fanáticos del deporte favorito de los venezolanos con esos 15 ininngs de extraordinaria labor.



A partir de este momento comienza a escribirse la historia con este duelo entre los dos Marcelinos, el de Cuba y el de Venezuela. El de Cuba, Marcelino López, era un joven de 19 años que venía haciendo carrera en las granjas del equipo de Grandes Ligas Los Phillips de Filadelfia, dejando buenos números, lo mismo  de abridor que como relevista. 

Siendo todo un veterano a los 23 años, Marcelino Sánchez, el de Venezuela, inscribió su nombre en el libro de grandes hazañas  del béisbol venezolano.

Por su parte el Marcelino de Venezuela, el Sánchez, a los 23 años era considerado un experimentado jugador ya que desde los 17 años comenzó a jugar beisbol profesional con Orientales, en la temporada de 1956-1957. Al momento de este memorable  duelo, Marcelino Sánchez tenía una experiencia acumulada de 6 temporadas, en las que al menos en 3 de ellas terminó con efectividad por  debajo de los 3.00 puntos, histórica cifra de excelencia en pitcheo.

La moderna pizarra eléctrica del parque UCV

La pizarra eléctrica del estadio de la Ciudad Universitaria marcaba cero tras  cero a partir del 5to capítulo sin que ninguno de los 2 Marcelinos diera muestra de dejar el encuentro así como estaba, de hecho se dice, en lo que muy bien pudo ser considerada  como una leyenda urbana, que al finalizar el ininng 11 con la pizarra empatada a 1 el manager del Valencia le habría pedido la pelota a Marcelino Sánchez para dar paso a un lanzador relevista, lo que el criollo habría respondido con un lanzallamas “si él  (Marcelino López) sale para el 12 yo también salgo a pichear”. Leyenda o no lo que sí iba camino a convertirse en una fábula del beisbol venezolano y caribeño era este encuentro entre estos dos Marcelinos al prolongarse la paridad en el pizarrón de Los  Chaguaramos por espacio de 15 ininngs. 

 Sí, leyó bien la  fanaticada que recientemente se incorpora al deporte rey de Venezuela, ¡15 ininngs! Y no solo eso, si no que durante esos 15 ininngs ninguno de los dos lanzadores daría muestras de bajarse del montículo.

Llegaría entonces el cierre del  episodio número 15 con los dos últimos hombres y el primero del line up de La Guaira en el orden al bate. Jesús Mora inicia el capítulo anotándose un infield hit, en una controversial decisión arbitral vehemente protestada por el equipo visitante pero que, como estábamos muy lejos de que existiera el recurso de retar la jugada, se quedaría tal  como fue apreciada. El segundo bateador de la entrada era el propio lanzador Marcelino López que, contrario a lo que ustedes están pensando, consumió su turno al bate obteniendo su pasaporte a primera vía desbol o golpeado por el lanzador su tocayo Marcelino  Sánchez quien aún guapeaba para salir con vida de esta emboscada, víctima también de su propio descontrol y del cansancio. 

Dámaso Blanco, estrella de los tiburones.

Quedaría la mesa servida para que viniera al bate Dámaso Blanco con hombres en primera y segunda sin outs. El tercera base oriundo de Curiepe sacaría un trueno que pasó por encima de la segunda produciendo la carrera de la victoria en las piernas de Angel Mora, quien a toda mecha anotó desde la segunda base dejando tendidos en el terreno a los Industriales del Valencia y dando por finalizado un juego que además de jugarse a 15 entradas consumió un tiempo de 4 horas con 5 minutos. 

“La locura se prendió en el universitario”, comentaba  Delio Amado León.

En el sumario del juego podemos apreciar que a pesar de la gran cantidad  de entradas jugadas, entre los dos equipos apenas se conectaron 15 hits (6 el Valencia y 9 La Guaira).   Por el Valencia solo Teodoro Obregón y Angel Scull duplicaron, mientras que por los Tiburones lo lograron Dámaso Blanco y Jesús Mora. Esto fue muestra del férreo dominio de ambos lanzadores. Apenas entraron al juego dos emergentes y ambos fueron de los litoralenses. Uno de los jugadores más destacados del encuentro fue, sin lugar a  dudas, Dámaso Blanco (¿Quién dijo que Dámaso era un out fácil? Además, el de Curiepe se prendía en las postemporadas) al irse de 7-2, anotó la primera carrera de su equipo y empujó la del gane. En aquel tiempo y hasta no hace mucho se destacaba el jugador que empujaba la carrera ganadora, de modo que tenía méritos para ser considerado entre los más valiosos del maratónico encuentro, incluso el más valioso …. de no haber sido por la permanencia en el morrito de Marcelino López, en una performance para la historia, en la que marcó una minúscula efectividad de 0.60.

Difícilmente, por no hablar de imposibles,  un juego  con iguales características pudiera repetirse en el presente y en el futuro de este deporte porque es que el béisbol ha cambiado tanto que ya es extraño que un lanzador cubra la  ruta completa. Una salida de calidad, en nuestros días, significa que el pitcher trabajó durante 6 entradas y recibió 3 carreras o menos, de modo que en este encuentro entre los dos  Marcelino, en justicia se habrían producido casi 6 salidas de calidad, 3 para cada lanzador. Es que en el béisbol moderno, es decir, el  jugado actualmente, además del pitcher abridor, existen los relevos largos, los relevistas intermedios, los llamados set up (los que lanzan el 8vo ininng y se acreditan un hold si logran mantener la ventaja) y los relevistas de cierre o salvadores de juego. A todos ellos  les pagan un dineral por sus servicios  y tienen que demostrar su valía en el terreno de juego. Eso que ahora llaman la  sabermetría vino a cambiar el beisbol para siempre.

Lo más cercano a un juego como éste fue el duelo de cubanos protagonizado por Luis Tiant, por los Industriales del Valencia y Orlando Peña por los Leones del Caracas el 5 de Febrero de 1964, en lo que fue el séptimo juego de la serie por el campeonato de la temporada 1963-1964, el cual se extendió por 10 ininngs con ambos pitchers lanzando las serpentinas. Para matar la curiosidad de los fanáticos de los eternos rivales,  este juego se definió en el cierre del décimo a favor de Los Gloriosos Leones del Caracas. ¡Ya va…sin parcialismos, por favor! 

Hoy 02 de Diciembre de 2022 se está cumpliendo 60 años de un hito en el beisbol venezolano, el día en que se produjo un show irrepetible … el enfrentamiento entre los Marcelinos.

 “Este juego se fue a la historia” seguramente dijo Marco Antonio de Lacavalerie o “Musiú  Lacavaleri”, voz oficial del circuito de los Tiburones de La Guaira, al finalizar el juego.

¡Pero qué manera de irse a la historia, caballeros!