¿𝐘𝐚 𝐝𝐨𝐧 𝐑𝐚𝐟𝐚𝐞𝐥 𝐡𝐚𝐛𝐥𝐨́?
(𝐨 𝐞𝐥 𝐬𝐞𝐜𝐫𝐞𝐭𝐨 𝐝𝐞𝐥 𝐬𝐞𝐜𝐫𝐞𝐭𝐨)

¿𝐘𝐚 𝐝𝐨𝐧 𝐑𝐚𝐟𝐚𝐞𝐥 𝐡𝐚𝐛𝐥𝐨́?
(𝐨 𝐞𝐥 𝐬𝐞𝐜𝐫𝐞𝐭𝐨 𝐝𝐞𝐥 𝐬𝐞𝐜𝐫𝐞𝐭𝐨)
𝐅𝐢𝐞𝐛𝐫𝐞 𝐝𝐞 𝐥𝐮𝐜𝐮𝐥𝐢𝐚𝐧𝐢𝐬𝐦𝐨 𝐝𝐞 𝐯𝐢𝐞𝐫𝐧𝐞𝐬 𝐩𝐨𝐫 𝐥𝐚 𝐭𝐚𝐫𝐝𝐞
Era la última tarde de un curso que había durado toda la semana. En uno de esos downs (caídas de emoción) que suelen ocurrir en estos eventos se me ocurrió hacerle a los participantes una pregunta provocadora, un poco para mover las emociones y así no dejar morir el taller a última hora.
De modo que sin que establecer ningún contexto les pregunté: “𝐴 𝑣𝑒𝑟, ¿𝑐𝑢á𝑛𝑡𝑜𝑠 𝑑𝑒 𝑢𝑠𝑡𝑒𝑑𝑒𝑠 𝑎𝑙 𝑠𝑎𝑙𝑖𝑟 𝑑𝑒 𝑎𝑞𝑢í 𝑣𝑎𝑛 𝑎 𝑝𝑟𝑎𝑐𝑡𝑖𝑐𝑎𝑟 𝑒𝑙 𝑙𝑢𝑐𝑢𝑙𝑖𝑎𝑛𝑖𝑠𝑚𝑜? La activación fue inmediata, a pesar de que ninguno de ellos sabía de qué se trataba el nuevo vocablo. Eso sí, les sonaba demasiado sabrosón y sugerente, de manera que eso que llaman el 𝑺𝑽𝑻, es decir, 𝒆𝒍 𝑺𝒊𝒏𝒅𝒓𝒐𝒎𝒆 𝒅𝒆𝒍 𝒗𝒊𝒆𝒓𝒏𝒆𝒔 𝒑𝒐𝒓 𝒍𝒂 𝒕𝒂𝒓𝒅𝒆 en lo inmediato se adueñaría de la sala y las respuestas iban y venían cada vez más subidas de tonos. “𝑌𝑜 𝑛𝑜 𝑠é 𝑞𝑢é 𝑐𝑜𝑠𝑎 𝑒𝑠 𝑒𝑠𝑎 𝑝𝑒𝑟𝑜 𝑑𝑒𝑏𝑒 𝑠𝑒𝑟 𝑏𝑖𝑒𝑛 𝑟𝑖𝑐𝑎”, respondió una participante. Otra, una doctora medio gordita (ahh porque el evento era para el personal de una clínica), dijo “𝑜𝑗𝑎𝑙á 𝑠𝑒 ℎ𝑖𝑐𝑖𝑒𝑟𝑎 𝑒𝑙 𝑚𝑖𝑙𝑎𝑔𝑟𝑜 𝑑𝑒 𝑠𝑎𝑙𝑖𝑟 𝑑𝑒 𝑎𝑞𝑢í 𝑎 𝑙𝑢𝑐𝑢𝑙𝑖𝑎𝑟 𝑝𝑜𝑟𝑞𝑢𝑒 𝑦𝑜 𝑡𝑒𝑛𝑔𝑜 𝑡𝑖𝑒𝑚𝑝𝑜 𝑞𝑢𝑒 𝑛𝑜 𝑣𝑒𝑜 𝑎 𝑙𝑖𝑛𝑑𝑜”. Por este par de intervenciones y algunas otras menos atrevidas pude darme cuenta que, por una suerte de confusión semántica, el tema había caído en el terreno de la lujuria tropical… muy propia del viernes crepuscular, por cierto ¡𝙲ó𝚖𝚘 𝚑𝚊𝚢 𝚚𝚞𝚎 𝚟𝚎𝚛 𝚚𝚞𝚎 𝚙𝚘𝚛 𝚎𝚜𝚝𝚊𝚜 𝚕𝚊𝚝𝚒𝚝𝚞𝚍𝚎𝚜 𝚗𝚘 𝚑𝚊𝚢 𝚗𝚊𝚍𝚊 𝚚𝚞𝚎 𝚎𝚜𝚝𝚒𝚖𝚞𝚕𝚎 𝚖á𝚜 𝚕𝚊 𝚒𝚖𝚊𝚐𝚒𝚗𝚊𝚌𝚒ó𝚗 𝚚𝚞𝚎 𝚎𝚕 𝚍𝚒𝚜𝚌𝚛𝚎𝚝𝚘 𝚞𝚜𝚘 𝚍𝚎 𝚞𝚗 𝚍𝚘𝚋𝚕𝚎 𝚜𝚎𝚗𝚝𝚒𝚍𝚘 𝚍𝚎 𝚒𝚗𝚜𝚒𝚗𝚞𝚊𝚌𝚒𝚘́𝚗 𝚊𝚖𝚊𝚝𝚘𝚛𝚒𝚊! ¡𝚂𝚘𝚕𝚘 𝚒𝚗𝚜𝚒𝚗𝚞𝚊𝚌𝚒ó𝚗!
Aunque los doctores estaban dotados con muy buenos celulares, de los que había en su momento, muy difícil se les hizo encontrar el significado de 𝒍𝒖𝒄𝒖𝒍𝒊𝒂𝒏𝒊𝒔𝒎𝒐, así que la incógnita no se develaría sino hasta el momento de la despedida, tiempo a partir del cual comenzaría para ellos el verdadero luculiar… ¡porque ese sustantivo debe venir de alguna parte!
Justo para ese momento me guardé la explicación y es que resulta que Lucio Licinio Lúculo fue un político y astuto militar romano nacido aproximadamente el año 16 a. de n. e. Lúculo sirvió en varias expediciones en su carrera militar obteniendo innumerables éxitos en casi todas las batallas. Pero además en un momento Lúculo fue nombrado Cónsul, que era la más alta magistratura que existía en la Republica romana, cargo en el que una aparente partida secreta permitía cierta discrecionalidad en la administración de los botines de guerra, lo que aprovechó nuestro personaje para hacerse de una de las más grandes fortunas de las que se tuviera conocimiento.
Esta súbita riqueza cambió la vida de Lúculo por completo. Para su nuevo life style Lúculo se construyó un palacio en el monte Pincio que era la envidia del mundo antiguo. Construído en diez hectáreas de terreno el palacio albergaba una treintena de habitaciones, entre las cuales doce eran comedores en los que atendía a sus frecuentes invitados. Lúculo, entonces había cambiado el mundo de las armas y las leyes por el sibaritismo y el disfrute de platos gourmets preparados por los mejores chefs, además había adquirido un refinado y exquisito gusto por la buena mesa, lo que le permitía ofrecer frecuentemente opíparas cenas, dando vuelo a su tan comentado ostentoso estilo de vida.
Cada noche Lúculo tenía invitados en algunos de sus comedores, los que variaban en lujo y en el menú de acuerdo a la categoría de los invitados. En una oportunidad en la que no tenía invitados, Lúculo fue llamado a cenar en un comedor de poca monta, por consiguiente con una comida de pocos adjetivos por considerarse que cenaría él solo. Lúculo montó en cólera y le reclamó al capitán “𝑞𝑢𝑒́ 𝑣𝑎𝑖𝑛𝑎 𝑒𝑠 𝑒𝑠𝑡𝑎, ¿𝑐𝑜ó𝑚𝑜 𝑚𝑒 𝑣𝑎𝑠 𝑎 𝑝𝑜𝑛𝑒𝑟 𝑎 𝑐𝑜𝑚𝑒𝑟 𝑒𝑛 𝑒𝑠𝑡𝑒 𝑐𝑜𝑚𝑒𝑑𝑜𝑟? Desconcertado el jefe de cocina le respondió que como no tenía invitados no creyeron que tuviera importancia cenar en cualquiera; a lo que Lúculo insolentemente respondió “𝑛𝑜 𝑗𝑜𝑑𝑎, 𝑒𝑠𝑜 𝑞𝑢é 𝑙𝑒𝑠 𝑖𝑚𝑝𝑜𝑟𝑡𝑎, 𝑢𝑙𝑡𝑖𝑚𝑎𝑑𝑎𝑚𝑒𝑛𝑡𝑒 𝑎𝑞𝑢𝑖 𝐿𝑢𝑐𝑢𝑙𝑖𝑎𝑛𝑜 𝑐𝑒𝑛𝑎 𝑐𝑜𝑛 𝐿𝑢𝑐𝑢𝑙𝑖𝑎𝑛𝑜”. ¡𝚄𝚗 𝚙𝚘𝚚𝚞𝚒𝚝𝚘 𝚍𝚎 𝚌𝚘𝚗𝚐𝚛𝚞𝚎𝚗𝚌𝚒𝚊, 𝚙𝚘𝚛 𝚏𝚊𝚟𝚘𝚛, 𝚙𝚊𝚛𝚎𝚌í𝚊 𝚛𝚎𝚌𝚕𝚊𝚖𝚊𝚛 𝙻𝚞𝚌𝚞𝚕𝚘!
Su fama desmedida de ostentoso sibarita dio motivo a que sus amigos Cicerón y Pompeyo ¡cualquier tontería! hicieran una apuesta, bajo la duda de que Lúculo disfrutara a diario las exquisiteces de buen comensal comentada por todos en Roma. Así que un día lo llamaron y le pidieron que los invitara a cenar, pero con la condición de que sus chefs prepararan la comida que normalmente él comía, por tanto no debía decirles con quiénes cenaría esa noche. Lúculo aceptó pero también puso su condición y fue que les dejara decirles que prepararan el comedor para la cena de esa noche.
Al aceptar y dar por cazada la apuesta, Lúculo se dirigió a sus criados y mandó a preparar el 𝐒𝐚𝐥ó𝐧 𝐀𝐩𝐨𝐥𝐨. Lúculo no tenía necesidad de darles más información porque este era el comedor al que asistían sus más importantes invitados. ¡Ya con eso era más que suficiente! Para tener una idea, en ese salón en una cena con todos sus jugueticos se gastaba la fortuna de 50,000 dracmas. Solo así quedaron convencidos Cicerón y Pompeyo que el apetito pantagruélico de Lúculo no era la leyenda urbana que se narraba en Roma. De por aquí viene, entonces, el luculianismo!
Con seguridad, los participantes habían confundido a Lúculo con el Dios Eros (¿acaso habría una evocación, tal vez, por el apellido de nuestro hombre?) y por ello en sus pensamientos solo habían escenas libidinosas; mas la triste realidad hizo aterrizar a aquella ilusionada participante que soñaba con ver finalizada su temporada de veda, misma que finalmente manifestaría con un dejo de decepción “𝑝𝑜𝑟 𝑙𝑜 𝑞𝑢𝑒 𝑣𝑒𝑜 𝑒𝑠𝑡𝑎 𝑛𝑜𝑐ℎ𝑒 𝑡𝑎𝑚𝑏𝑖𝑒𝑛, 𝑒𝑠𝑡𝑎 𝐿𝑢𝑐𝑢𝑙𝑖𝑎𝑛𝑎 𝑡𝑒𝑛𝑑𝑟𝑎 𝑞𝑢𝑒 𝑐𝑒𝑛𝑎𝑟 𝑐𝑜𝑛 𝐿𝑢𝑐𝑢𝑙𝑖𝑎𝑛𝑎…” o sea.
Cuando uno lee un libro o cuento que lleva la impronta de un autor afamado, de esos laureados que se convierten en grandes catedrales de las letras, uno siente el peso de las auctoritas al leer su obra, perdiendo ese espíritu crítico y combativo y entregándose al deleite de la obra, así brote en uno algunas diferencias; sin embargo cuando éstas aparecen uno mismo se persuade y se autochapea preguntándose “¿vas a saber tú más que Gabo?” o ¿quién eres tú para contradecir a Kundera? Esto genera cierta tranquilidad porque le permite a uno continuar el paseo sin las interrupciones de los diálogos interiores paralelos que se hacen presente ante cada crujir de la lógica discursiva.
Justamente en eso
andaba en estos días al leer un cuento de García Márquez cuya trama se me hacía
muy familiar, tal vez porque, como cosa común en Gabo, la dueña y señora de su
prosa en esta oportunidad era una puta, que aunque no era triste, por tal vez por no
provenir de su libro homónimo, sí era una entristecida por el paso inclemente
de los años.
Lo cierto es que en la
medida que avanzaba en la lectura la narración de Gabo se me hacía cada vez más
familiar, como si fuera un cuento que me estuvieran echando por segunda o
tercera vez; sin embargo aun así para mi continuaba siendo un estreno y con esa
emoción de los estrenos lo continuaba ojeando.
María
dos Prazeres se intitulaba la obra cuyo personaje central, ella misma,
era una prostituta brasilera que por cosas del destino fue a tener a Catalunya,
y allí sola en íngrimo, en el anochecer de sus días, preparaba su salida decorosa de este plano al
escoger como última morada un cementerio en el que sus huesos descansaran a
salvo de naufragios invernales, como aquel
vivido por María en un desbordamiento del Río Amazonas. Para María fue
insuperable la experiencia de ver los cuerpos flotando libremente en el
cementerio de Manaos y advertir cómo pasaban por su casa vestidos, cabelleras,
dentaduras y osamentas de quienes en vida se llamaban……..
Por allí iba mi lectura
y por ahí mismo se fraguaba mi sospecha de “este
cuento lo conozco yo”. No encontraba cuándo ni dónde, pero en la medida que
avanzaba había acontecimientos a los que podía adelantarme y que me hacían hasta alardear pensando que de
tanto ejercer mi oficio de lector ya hasta me estaba pareciendo a García
Márquez. Todo un atrevimiento de mi parte; bueno, como toda así es la ignorancia: insolente
y atrevida.
Mis dudas comenzaron a
disiparse cuando el vendedor de entierros
trató de adivinar cuál sería la profesión de María dos Prazeres, según su
experiencia basada en lo que encontraba en la casa de sus clientes, pero en el caso de María no conseguía ninguna
pista. Excusándose ante su imprudente curiosidad
terminó preguntándole directamente a María. - Soy
puta, hijo!, respondió Dos Prazeres y
decepcionada le preguntó al vendedor ¿O es que ya no se me nota? Nada más
deprimente para una puta que alcanzó un
alto nivel dentro de su oficio que no
ser reconocida. Por eso fue que al llegar a este punto de la lectura, me dije “esta
puta la conozco yo”, ya casi (casi, dije) sin ninguna duda.
Así que con más datos
que los que poseía el vendedor de
entierros continué con mi lectura. El
punto de quiebre lo encontré en la relación que por cerca de medio siglo María
dos Prazeres tenía con un enigmático personaje quien llegaba a visitarla todos
los viernes entre 7 y 9 de la noche. Cenaban juntos y ritualmente se iban a la
cama hasta antes de la medianoche. Este
galán era El Conde de Cardona, viejo
franquista con quien María tenía una amistad fundada en no se sabe qué cosa
que, seguramente, ninguno de los dos
tenían en común. Llegado a este punto, ahora sí estaba convencido que
este cuento ya me lo había leído, básicamente en la forma tan magistralmente elocuente
como Gabo describía la relación entre María dos Prazeres y El conde de Cardona:
“después de la cena, larga y bien
conversada, hacían de memoria un amor sedentario que les dejaba a ambos un
sedimento de desastre”. Y la segunda descripción era, definitivamente, de
antología: “ambos eran conscientes de
tener tan pocas cosas en común que nunca
se sentían más solos que cuando estaban juntos, pero ninguno de los dos se
había atrevido a lastimar los cantos de la costumbre. Necesitaron de una
conmoción nacional para darse cuenta,
ambos al mismo tiempo, de cuánto se habían odiado, y con cuánta ternura,
durante tantos años”. ¡Por favor, un amor como este no puede olvidarse así
tan fácilmente!
Luego de esta
experiencia narrativa del hijo de Aracataca me encontré sumido en una
experiencia extra sensorial porque lo que venía a continuación no solo me
permitió corroborar que ya había leído a María dos Prazeres, sino que además, saberme
de memoria ese pasaje del cuento me facilitó detectar un gazapo en el texto de
García Márquez; un preocupante gazapo que me hizo releer dos o tres páginas para determinar en qué
momento salí de concentración perdiéndome en ese maravilloso mundo de metáforas
en que la prístina prosa garcíamarquiana me dejaría atornillado.
Sucedió entonces que en
el párrafo siguiente al encuentro entre María dos Prazeres y el Conde de
Cardona una descripción infame del Conde nos hace enjuiciar “eso no lo escribió García Márquez”, al
menos no en esa secuencia. Entre otras cosas se puede leer que “al cabo de muchas tentativas frustradas (…)
se empeñó en enseñarlo a llorar sobre la sepultura vacía para que siguiera
haciéndolo por costumbre después de su muerte… Lo vio alejarse por la acera de
sombra con un trote ligero y el culito apretado y triste bajo la cola
alborotada, y logró a duras penas reprimir los deseos de llorar, por ella y por
él…” ¡No puede ser! … ¿el conde de Cardona en cuatro patas con el culo
apretadito?... celebraría de buen goce mi madrina Maigualida Rivas al conocer
este cuento.
Lo que realmente
sucedió fue que María dos Prazeres estaba entrenando a Noi, un perrito que era
su única compañía, para que a su deceso fuera los domingos al cementerio a
llorar sobre su tumba, en la seguridad que allí en Barcelona no había nadie que
la extrañara. Por mucho de realismo mágico que
les parezca, María había enseñado a Noi
a llorar como cualquier humano.
Por último, nada de esto hubiera existido de no ser porque el exorbitante
precio de los libros de carne y hueso me ha obligado a comprar ejemplares de
editoriales e imprentas de dudosa cualidad que, por ahorrarse unos churupos, son capaces de volarse páginas completas del
texto original. En este caso me hicieron dudar, no solo de la autoría del
texto., sino también de si la demencia senil que padeció Gabo se había incubado
desde 1979 y no desde 1999 que fue cuando oficialmente se declara la enfermedad…
o sea.
No sé si exista alguna estadística al respecto, pero mi percepción muy particular es que la Esquina de Gradillas es de las del centro de Caracas en general, y de la Plaza Bolívar en particular, la más mediática y, en consecuencia, la más fotografiada de todas cuantas existen. Esta, que pudiera tratarse de una especulación, la asocio a todo lo que ha rodeado a esa esquina, históricamente.
![]() |
Las Esquina de Gradillas con los escalones que le dieron el nombre |
En Las Gradillas vivió el Libertador Simón Bolívar en lo que es hoy la Casa del Vínculo. Adyacente a esta casa funcionó la imprenta en la que se reprodujo el Acta de la Declaración de Independencia del 19 de Abril de 1810. En esa misma esquina quedaba y aún permanece allí el Palacio Arzobispal, el que para épocas pasadas tenía un gran peso en la vida social, política económica y religiosa de la ciudad y en diagonal a éste se encontraba y aún permanece allí el Museo Sacro, debajo del cual funcionó el cementerio de la Catedral de Caracas, en el que enterraban a los curas de la élite episcopal.
Por cierto, es en 1843 cuando surge el nombre de Gradillas, aunque hay autoridades en la materia que afirman que para finales del año 1600 ya esa nomenclatura era conocida. Esto se debió a que para entrar a la Plaza de Armas por el lado Sur Este había que ascender por unos anchos escalones que semejaban un graderío, a diferencia con las esquinas Norte que tenían escalinatas que descendían del nivel de calle. Por muchos años, un poco más hacia
nuestros días, funcionó allí la Tienda Dovilla, la que posicionó en el
imaginario colectivo nacional el slogan publicitario "Dovilla ... qué maravilla", haciendo rima, justamente,
con la esquina de Gradillas. En ese mismo escenario a principio
del siglo XX funcionó una panadería que, de acuerdo a algunos entendidos,
elaboró por primera vez el insustituible pan de jamón navideño y
posteriormente dio a luz a su hijo, el cachito de jamón. Le cupo a Las Gradillas el honor de
ser el sitio en el que se escenificara el primer choque de automóviles,
ocurrido en la ciudad capital el 11 de Julio de 1913, cuando dos vehículos
colisionaron, tal vez producto de la excesiva
velocidad que llevaban, la cual fue reportada por los diarios de la época entre
15 y 20 kilómetros por hora. Tuvo la suerte la esquina de Gradillas de quedar justo en la mitad de un centro de compras que fue naciendo en Caracas. Subiendo hacia el Avila se desprendían las esquinas de Veroes y de Torre y bajando más hacia el Sur, las de Sociedad y Camejo, pero siendo la más concurrida la cuadra de Gradillas a Sociedad. Tal vez por lo mismo esta cuadra se hizo famosa por albergar en ella las principales y primeras tiendas fotográficas de Caracas, así como la presencia de renombrados fotógrafos. Incluso se conoce que el General Juan Vicente Gómez asistía junto a su gabinete a un estudio situado en esta cuadra, a tomarse las fotos oficiales. De “El Pampan de Gradillas a Sociedad” da cuenta Billo en su inspiración musical Sueño Caraqueño. En aquella Caracas también se
tejían fábulas y leyendas semi urbanas, como aquella que daba cuenta de que en
la esquina de Gradillas salía un muerto,
leyenda tal vez estimulada por el cementerio de prelados que hubo en su lado
norte. Por eso sería que el maestro Billo Frómeta le compuso a esta creencia
una canción que se hizo muy famosa en 1951, intitulada El Muerto de las Gradillas y popularizada con el son pegajoso de
Manolo Monterrey. Me jalaron por los pies me agarraron por las manos y no se imagina hermano el susto que me pasé En la esquina de las gradillas sale un muerto .. con la pata de palo y un saco de huesos. https://www.youtube.com/watch?v=qci7y0ns2m4 Contemporáneamente ha funcionado en la Esquina de Las Gradillas un Restaurant familiar, Bistró del Libertador, en el que se pasan ratos muy agradables saboreando sus variadas exquisiteces culinarias, acompañadas con las bebidas de su preferencia, entre las que destacan una sabrosa cerveza artesanal home made que es degustada por los paladares más exigentes. Por ello creo que todos estos
condimentos hicieron posible que en la esquina de Gradillas se cocinara una
parte significativa de la caraqueñidad. Y ustedes ... ¿qué otra cosa saben de La Esquina de Las Gradillas? |
Crónica de un viaje de iniciación
"Oriente es de otro color"![]() |
Cualquier parecido con esta chalana es solo coincidencia. |
![]() |
El Pilar del estado Sucre. !No se le ocurra decir que es de Carúpano! |
![]() |
!Y al fin llegamos a Irapa! La espera valió la pena! |
"Ya se fue,se perdió,no se oye su entonación,nadie sabe qué se hizoel furro y el Negro Font".