La
Cultura Occidental todo lo convierte en fashionería
Héctor Acosta Martínez
“Una
joven venezolana, Luz María España, decidió aumentarse los glúteos y por
recomendación de una amiga eligió practicarse el procedimiento con
un producto “natural” que supuestamente no tendría efectos secundarios en su
organismo. La
sustancia que le suministraron resultó ser Biofil, silicona líquida derivada
del petróleo, al ser inyectada directamente en su torrente sanguíneo le
ocasionó la muerte horas después”.
Noticias como ésta cada vez se producen con mayor
frecuencia en nuestro país; aunque a decir verdad, son infinitamente mayores
los casos en que no ocurre ninguna desgracia y las mujeres andan luciendo sus
nuevos cuerpos repletos de silicona, biopolímeros, botox y otros aditivos que
“realzan” la hermosura de las venezolanas, quienes desde ya bastante tiempo
constituyen un modelo de belleza aún en estado virginal. Sin embargo, esto
parece haber sido insuficiente para la mujer criolla, habiendo una motivación que la ha
impulsado a adoptar otros patrones de belleza, a fin de estar a la moda
en cuanto a las tendencias corporales de encantamiento femenino.
En este sentido, ya casi ninguna parte del
cuerpo de la mujer criolla ha quedado exenta de ser mejorada mediante tratamientos que van desde los más
rudimentarios, que se hacen incluso en las aceras de las avenidas, como son los
tratamientos dentales y piercings, así como en las más sofisticadas clínicas
privadas del Este de la ciudad capital. Las partes del cuerpo que más se
intervienen en la actualidad son los senos, los glúteos y la región abdominal
(barriga); sin embargo, desde el cabello hasta los dedos de los pies son
susceptibles de ser intervenidos a través de técnicas de refrescamiento. A
muchos especialistas se les va la mano causando grandes problemas estéticos,
como son la pérdida de la proporcionalidad de las partes intervenidas con
respecto a las no atendidas, creándose un círculo vicioso de operaciones para
reparar los daños causados, lo que ha aterrizado en la creación del modelo que
encarna Doña Cayetana, mejor conocida como la Duquesa de Alba o el de la
multimillonaria suiza Jocelyn Wildenstein. Todo esto sin soslayar la mar de
problemas que se presentan en estas operaciones ocasionados por complicaciones
inherentes a malas praxis médicas, infecciones naturales en este tipo de casos
y rechazo del cuerpo humano a sustancias extrañas, lo que en muchas
oportunidades ha ocasionado la pérdida de la vida.
Jocelyn Wildenstein |
Duquesa de Alba o Doña Cayetana |
Si bien las mujeres parecen más orientadas a
alimentar su vanidad a través de estos riesgosos tratamientos, no menos cierto
es que los hombres también se han ido incorporando paulatinamente al boom de
los cuerpos espectaculares, siendo cada vez más frecuente ver la pérdida del
pudor inicial y su inserción en centros de cosmetología. Hay muchos ya que se han hecho los glúteos a fin de
mejorar la caída de la ropa y no son pocos los que recurren a las
abdominoplastias para tonificar los músculos en esa región y lograr los ansiados chocolaticos. De igual modo, los del sexo fuerte están tomando riesgos cada vez mayores con la ingesta
de esteroides anabólicos cuyo propósito es mejorar el rendimiento en las
actividades físicas en las que participan y en lograr resultados más rápidos en
la modulación muscular.
¿QUÉ ES
LO QUE ESTÁ PASANDO?
Toda esta situación se torna cada vez más
preocupante por todo lo que implica para la salud física, psíquica y mental,
además de su contribución a lo no generación de bienestar en muchas personas
que ven frustradas sus aspiraciones de lucir un cuerpo envidiable,
convirtiéndose muchas veces en bulímicas o anoréxicas y sus consecuentes
disfunciones sociales.
A mi manera de ver esto está relacionado con
las creencias con las que a pie juntillas las personas se identifican, haciendo
de ellas una especie de religión o dogma de obligatorio cumplimiento. Son las
creencias las responsables que las personas se orienten con mayor complacencia
hacia algo en la vida; son abocamientos que direccionan la acción de las
personas, constituyéndose en patrones o modelos de comportamientos
individuales, grupales, familiares, sociales y hasta culturales.
Las creencias no tienen un fundamento lógico o
racional, de hecho son notoriamente refractarias a la lógica, simplemente son decretos
que actúan como mandatos que son de estricto cumplimiento, porque en el fondo
lo que subyace es que “algo malo va a pasar si no se cumple con esa creencia”.
A las creencias nos las conseguimos en casi
todas las cosas de la vida. Hay las que tienen que ver con las causas de lo que
ocurre; algunas sobre lo que significa cada acontecimiento de la vida; hay las
que afectan la identidad de las personas y familias; todas ellas abarcan los
más diversos campos de la vida de las personas.
Por todo lo anterior, creo, que en algún
momento de la vida tuvo que haber ocurrido algo, en esta parte del orbe que lo
delimitamos como la Cultura Occidental,
relacionado con algún patrón de belleza física, el cual se haya expresado de
forma incidental pero que fue procesado y adoptado como un veredicto de vida
por y para los habitantes de este vasto territorio interoceánico y cuya
constante estimulación por parte de algunos ha sido la responsable de que ese
enunciado haya sido universalizado.
LA CULTURA OCCIDENTAL
“Aunque el origen de nuestra Cultura
Occidental se puede remontar a épocas anteriores a Grecia y la misma cultura
Griega bebió de fuentes más antiguas pertenecientes a otras civilizaciones, se
tiene que reconocer que el origen del conjunto de hechos, escritos, modos de
pensar e interpretar y hasta el modo de enfrentarse a los problemas de la
naturaleza se encuentra vinculado a lo que llamamos mundo grecorromano”
(Joaquín Fernández Pérez).
Esta
primera definición de Cultura Occidental identifica la misma con sus orígenes
étnicos, afirmando, como lo hacen muchos otros autores, que fueron Grecia y Roma
la cuna originaria de dicha civilización. Esto traerá a la larga explicaciones que apuntan a justificar la herencia de la que
somos beneficiarios por estar nuestra geografía dentro de los linderos de esta
acepción.
Pero
en segundo lugar el concepto de Cultura Occidental nos refiere también a
referentes eminentemente geográficos, ya que al hablar de “occidente” estamos haciendo referencia a un punto
cardinal mejor conocido como el “oeste”; de manera que ese punto geográfico se
refiere básicamente al oeste de Europa y Asia, lo cual nos lleva a pensar que
la Cultura Occidental se extiende desde el extremo oeste de Europa hasta el
extremo, por supuesto occidental del Hemisferio Oeste.
Pese a que no existen
fronteras precisas y la mayoría de los países son multiculturales, suele
decirse que el mundo occidental está formado por Europa, América, Australia, Nueva
Zelanda y Sudáfrica. Algunos países, como Rusia o Israel,
pueden ubicarse en uno u otro lado.
Denominamos, entonces, Cultura Occidental al proceso histórico que
apareció en Grecia alrededor del siglo VI a. de C. y que define el modo de
percibir y manejar la realidad mediante la razón, lugar común donde diferentes personas
construyen su identidad a través de un banco de representaciones mentales
compartidas que definen el sentido de la verdad. Tuvo su asiento en Grecia una cultura
que expandió por todo el mundo conocido grandes legados en cuanto a las artes y
a las ciencias, destacándose sus grandes logros en la Medicina, Matemáticas,
Arquitectura, Filosofía, Geometría, Pintura, Escultura, Política, Religión,
etc.
Del
mismo modo los primeros estudios sobre la belleza humana también se asentaron
en los aportes dados por los griegos, muchos de ellos provenientes del estudio
de otras ciencias como la Matemáticas y la Geometría; de hecho para los griegos
la vida misma se explicaba a través del lenguaje de los números.
Para
los griegos, entonces, la belleza era un problema de proporciones en las
dimensiones, idea expresada básicamente
por Pitágoras, quien a su vez coincidía con Santo Tomás de Aquino
(1225-1274), quien pensaba que la belleza era el resultado de tres
prerrequisitos, a saber: integridad o perfección, armonía y claridad o
brillantez. Por su parte, León Battista Alberti (1404-1472) el denominado mayor
arquitecto del Renacimiento puso el énfasis en los atributos formales de los
edificios y sus detalles, proporcionalidad y ornamentación. Al respecto
expresaba que la belleza es “una armonía de todas las partes, en cualquier
sujeto en que aparezca, ensamblado con tal proporción y conexión, que nada
podría añadirse, disminuirse o alterarse, si no es para peor” (J.
Ignacio Extremiana Aldana-Universidad de la Rioja: La Divina Proporción).
Como podemos ver en
estas primeras referencias, la idea más extendida entre los griegos acerca de la belleza es la de que
ésta se relaciona indefectiblemente con armonía y las proporciones entre las
partes de casi cualquier cosa que exista sobre la tierra, de allí que, como se
demostrará empíricamente en estudios ulteriores, los sentidos de las personas
se inclinan preferentemente hacia aquello que les resulta más agradable y
atractivo, hacia lo que les resulta bello.
Sin embargo no es sino hacia los años de 27 a. de C. cuando se realizan los
primeros estudios científicos acerca de las dimensiones humanas, cuando el
Emperador Julio Cesar encomienda al arquitecto Marcus Vitruvius Pollio el
diseño y fabricación de máquinas de guerra y éste desarrolla en su obra De
Architectura diez tomos en el que uno de ellos es dedicado a resaltar
las proporciones humanas.
EL HOMBRE DE VITRUVIO
La obra de Vitruvio
es escrita por vez primera en Roma entre
los años 27 y 23 a de C., haciéndose posteriormente numerosas reediciones,
siendo Leonardo Da Vinci, quien en el año 1486 –segunda mitad tal vez- recrea la imagen gráfica del Hombre de
Vitruvio a través de un dibujo que le daría fama y relevancia a la obra
científica del antes nombrado arquitecto.
Las proporciones descritas por Vitruvio
son las siguientes:
§
La frente mide igualmente otra tercera parte.
§
El pecho equivale igualmente a una cuarta parte.
§
El ombligo es el punto
central natural del cuerpo humano. En efecto, si se coloca un hombre boca
arriba, con sus manos y sus pies estirados, situando el centro del compás en su ombligo y
trazando una circunferencia, esta tocaría la punta
de ambas manos y los dedos de los pies.
§
La figura circular trazada sobre el cuerpo humano nos posibilita el lograr también
un cuadrado: si se mide desde la planta de los pies
hasta la coronilla, la medida resultante será la misma que se da entre las
puntas de los dedos con los brazos extendidos.
Además, Da Vinci corrige algunas
proporciones y añade otras:
§
Cuatro dedos hacen una palma.
§
Cuatro palmas hacen un pie.
§
Veinticuatro palmas hacen a un hombre.
§
Si separas la piernas lo suficiente como
para que tu altura disminuya 1/14 y estiras y subes los hombros hasta que los
dedos estén al nivel del borde superior de tu cabeza, has de saber que el
centro geométrico de tus extremidades separadas estará situado en tu
ombligo y que el espacio entre las piernas será un triángulo equilátero.
§
Desde la parte superior del pecho al nacimiento del pelo será la séptima
parte del hombre completo.
§
La anchura mayor de los hombros contiene en sí misma la cuarta parte.
§
Desde el codo a la punta de la mano será la quinta parte.
§
La mano completa será la décima parte.
§
El pie es la séptima parte.
§
Desde debajo de la rodilla al comienzo de los genitales será la cuarta
parte.
Se manifiesta en toda esta producción la perfección
geométrica del cuerpo humano, perfección que llega al límite de lo
inconmensurable, derivándose de aquí el concepto de Divina Proporción o Zona
Áurea, ya que para los griegos la belleza era una creación de Dios.
Ahora bien, para los fines que nos hemos establecido en este artículo, los hallazgos
fundamentales que encontramos en estos estudios es que posteriores
investigaciones han determinado que el patrón de belleza expresado a fines de
la Edad Media en esta obra, continúa hoy más que nunca siendo un modelo de
referencia. Del mismo modo se han llevado a cabo numerosos estudios en los que
ha quedado demostrado que el rostro de las modelos y reinas de belleza, se
adecúa más que las del resto de las mortales a la divina simetría de la Zona
Áurea, lo cual eventualmente explica el por qué las encontramos bellas, por lo
menos dentro de los linderos de la Cultura Occidental.
Por otro lado un grupo de científicos de la Universidad de Texas se propuso
hace unos años descubrir los secretos de la belleza femenina y sus averiguaciones acabaron con la imagen de las chicas 90-60-90 como modelo de perfección.
Según estos estudios, existe la llamada “proporción áurea del deseo”, representada por la
cifra 0.70588253, y, si el coeficiente entre los centímetros de cintura y los de cadera da un resultado
cercano a esta cifra, estaremos muy cerca de las verdaderas medidas de la belleza.
Si tenemos en cuenta las consideraciones de este estudio, no
importan tanto las medidas concretas o “estandarizadas”, sino la proporción
entre esas dos partes de la anatomía femenina.
“La belleza, como lo planteaba Kant, no puede ser
definida, sino que solamente puede reconocerse y aunque es relativa está supeditada de acuerdo a la
relación con algún ideal cultural, que produce placer en quien lo contempla”.
Como lo plantea Eco (2005) lo bello y la belleza están
directamente ligados a valores y elementos de evaluación que la sociedad ha
visto como positivos y que le son de agrado y deseo.
En este sentido, sólo es posible hablar de belleza en
un determinado espacio de distinciones comunes para todos los habitantes de una
región, en donde lo principal que se comparte son los patrones o cánones de
belleza, en este caso, lo que queda aceptado como una declaración de conformidad con las
dimensiones del asunto. Por ello, el patrón de belleza de la mujer occidental
sólo es válido para las personas que se encuentren comprometidas con los
patrones de la Cultura Occidental que hemos definido anteriormente; pero poco o
nada tiene que ver con el patrón de belleza de otras culturas, tan legítimas
como la de Occidente, como sería el caso de las Mujeres Jirafas o Padaung, de Africa,
quienes en su afán de lucir bellas, usan aros desde muy pequeñas alrededor de
sus cuellos que aseguran el crecimiento del mismo a expensas de la separación
de los espacios cervicales, por lo que tienen que usar las argollas de por vida, so pena de perder el sostén de la
cabeza y morir asfixiadas, como en efecto ha ocurrido cuando por causa de un
castigo por adulterio le son retiradas
las argollas, sobreviniéndoles la muerte.
Niñas Jirafas se preparan para ser bellas |
Belleza Jirafa adulta |
A mi manera de ver lo que en ambos casos se pone de
manifiesto es la creencia de que si se cumplen con los parámetros establecidos
por la cultura a la que se pertenece, se es bella o bello. En el caso de la
Cultura Occidental que es la que nos ocupa, la creencia de que si el cuerpo
posee la Divina Proporción en todas sus partes se está dentro de los ideales de
belleza, es lo que estimula el desafío de la propia naturaleza de cada persona,
lo que conlleva en muchos casos a correr los riesgos que sean necesarios para
cumplir con tan vanidoso propósito. Esto se convierte en un problema de aceptación/no aceptación; de manera que
si se poseen las medidas la persona se acepta a sí misma, porque siente que
está siendo aceptada por el resto de la sociedad. Pero si no tiene las
proporciones mágicas su vida se trunca, porque comienza a ver en el espejo una
autoimagen deformada de sí misma, su percepción la persuade de la perfección de
su propia naturaleza y en consecuencia comienza a sufrir de problemas, tales
como la dismorfia corporal.
El desorden dismórfico consiste básicamente en la
preocupación excesiva que acumulan algunas personas porque algunas partes de su
cuerpo no son de su agrado, contribuyendo la autopercepción a distorsionar
exageradamente esa visión, generando un rechazo traumático que lleva a la
frustración, al miedo, a la ira y al aislamiento.
“En los hallazgos
realizados a través del Foro Social Anxiety Support, se tuvo como resultado una
serie de visiones subjetivas de la enfermedad Dismorfia Corporal por parte
de personas que la sufren, que han sido
diagnosticadas y otras que sospechan por su sintomatología tenerla, en este
caso usando testimonios femeninos exclusivamente. Las personas se identifican
en términos globales como feos, deformes, asimétricos, también muestran una
tendencia de fobia a los espejos, y algunos muestran conductas masoquistas ante
este objeto pues se enfrentan repetidamente para observar su cuerpo. Presentan
una obsesión respecto a su aspecto físico, tienen una autoimagen muy negativa,
presentando incluso algunas veces somatización de su problema mental, tales como mareos y
nauseas.
En cuanto a la morfología del cuerpo se observan imágenes mentales de
deformación y distorsión en el cuerpo, así como también exacerbación de las
reacciones ante un defecto real, se mencionan muchos problemas con respecto a la
forma de los labios, caderas, piernas, nariz, cabeza, entre otras. Se encontró
también que algunas se comparan con patrones de belleza que encuentran en
revistas (fotos), se encuentran influenciadas por ideales de belleza (cánones),
impuestos por la sociedad. La imagen que perciben estas mujeres está asociada a
lo con lo asimétrico y deforme o desproporcionado”. (Isabel Maduro: concepción estética del cuerpo femenino a través de la
Distorsión Perceptiva de la Forma).
La Cultura Occidental, definitivamente, exacerba el culto
a la belleza, creando, además del patrón o modelo, las exhortaciones o
consignas que aúpan la insistencia en conseguir el tan ansiado trofeo.
Expresiones tales como “sin tetas no hay paraíso”, “no hay mujer fea, lo que
hay son limpias” y “una novia sin tetas, más que novia es una buena amiga”,
explican en parte el fenómeno del cual son víctimas nuestras mujeres
occidentales.
Todo esto junto lo que hace es crear un cristal a través
del cual se mire al mundo, de manera que todo aquello que no sea nítido, es
rechazado y por lo tanto queda fuera del sistema creado.
De tal manera que la
creencia de un ideal de belleza occidental basado en la posesión de chocolaticos en los hombres y de una
perfección corporal a través de la Divina Proporción, Zona Áurea o número phi
en la mujeres lo que impulsa es a la lucha desenfrenada por parecerse al modelo
inventado, transformado y corregido en la Cultura Occidental actual.
Lo otro que es importante destacar, es que los grandes
centros de la moda mundial con sedes en Londres (Europa), Nueva York (América),
Paris (Norte de Europa) y Milán (Centro Europa) imponen sus gustos al resto del
planeta, determinan los patrones y diseñan el perfil del hombre y de la mujer
que se adapte a la mercadería. De allí a que desde hace ya varios siglos, todo
aquello que no cumpla con las medidas, si es de interés de Occidente es forzado
a que las cumpla.
De esta manera podemos ver al personaje más importante de
nuestra era como lo es Jesucristo, como se ha ido transformando en los lienzos
y serigrafías occidentales hasta convertirlo en un prototipo de actor de
Hollywood.
Jesuscristo occidentalizado |
Así sería el verdadero rostro de Jesús |
De acuerdo a investigadores, quienes usaron técnicas
tridimensionales y de antropología forense, el verdadero Jesús era un hombre de
baja estatura, de tez morena y no tenía los ojos azules como el Jesús fashion de la invención occidental, todo
ello de acuerdo al estudio del Santo Sudario o Manto Sagrado con el que fue
envuelto una vez muerto, que en sí es lo
único material con que se cuenta para hacer el estudio. Este Jesús, dicen los
historiadores, es más parecido al tipo de hombre de su época y lugar.
En contraposición, Occidente nos presenta un Jesús alto,
de piel blanca, ojos azules, cabello liso con un peinado moderno, barba bien
afeitada, con una simetría tal que más bien se asemeja al Hombre de Vitruvio.
Algunos testimonios de historiadores dicen que a este Jesucristo los guardias
que lo capturaron, no hubieran d tenido problemas en identificarlo cuando el
Isacariote lo delata, ya que contrasta enormemente con el modelo de hombre de
la época.
El Simón Bolívar de nuestra historia |
Simón Bolívar en 3D |
Un caso idéntico es el de nuestro Libertador Simón
Bolívar, a quien los pintores le asignaron unas características plasmadas en
los lienzos y otra imagen distinta salió del estudio en 3D al que fue sometido
luego de su exhumación hace poco más de tres años.
Por qué nos cuesta tanto reconocernos en el Bolívar 3D?
Para mí la respuesta tiene que ver con las creencias, tanto en el caso de
Bolívar como en el de Jesucristo: nos vendieron la perfección en la simetría
occidental, nuestros cristales se adaptaron perfectamente a esa visión,
rechazando todo aquello que cae fuera de ese cristal. Todas estas cosas se
rechazan desde el inconsciente ya que es allí donde tiene su asiento la
creencia que nos han inoculado desde hace tantos siglos y que a cada minuto los medios de comunicación
occidental se encargan de reforzarla. Alguien dijo, muy acertadamente, “es que occidente todo lo convierte en
mercancía”.
LA OCCIDENTALIZACIÓN
DE LAS CREENCIAS EN LA POLÍTICA
La política es otro de los sectores en el que las creencias son utilizadas para ganar adeptos y lograr lo que de otro modo resultaría un poco más difícil. Recientemente en Venezuela se produjeron unas elecciones para elegir al Presidente de la República y en la que dos candidatos, fundamentalmente, se enfrentaron por la máxima magistratura. El uso de las creencias, vale decir, no es ni bueno, ni malo per sé, por lo cual no existe ningún juicio de valor en apelar a ellas en un momento de máxima necesidad.
Lo cierto del caso es que los asesores de uno de los
dos candidatos desempolvaron el mágico
maletín de las creencias, para invocar mensajes que llegaran un poco más allá,
hasta el inconsciente colectivo y generar el resultado deseado. El uso
impecable de una estrategia seguida con rigurosidad y precisión de cirujano, se encargaría del resto. Así, el
candidato Henrique Capriles, seguiría cuidadosamente un plan que lo conectara
con El Hombre de Vitruvio y el ideal de belleza y salud del Hemisferio
Occidental. La estrategia consistiría en mostrar al candidato como la vedette
que, supuestamente, está presente en el imaginario social, así en hombres como
en mujeres. Ciñéndose a este plan, el candidato empezó por autodenominarse “el
flaquito”, colocando aquí parte del deseo o del sueño frustrado de muchos.
Luego, levantando su camisa y enseñando parte de la región abdominal
gritaría, “chocolate nuevo”.
Henrique Capriles R.
El candidato enseña su Zona Áurea |
Se suponía que instalado en el inconsciente colectivo el
patrón de belleza occidental, recordárselo a los electores completaría el
trabajo, por eso el candidato siguió con su estrategia mostrando su buen estado
de salud, al recorrer cientos de pueblos en tres meses, y además decirlo en
todas sus intervenciones; jugar caimaneras
de baloncesto y de pelotica de goma y participar en maratones, total que hacía
ya bastante tiempo que un candidato, Carlos Andrés Pérez, había prometido “democracia con energía” (ambos, democracia y energía, valores occidentales) y demostrado su buen estado
físico, saltando charcos a zancadas y no le había ido mal.
El otro aspecto interesante de esta estrategia es que a quien tenía como contrincante
representaba todo lo contrario, era el antimodelo Vitruvio, ya que el
Presidente Chávez venía saliendo de una enfermedad (enfermo, un antivalor) y había
quedado con unos cuantos kilos de más (gordura representa lo rechazado en
occidente).
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