El Placer y la gratificación: una nota y dos entonaciones!
Hace muchos
años tuve una preocupación al ver que mis amigos tenían cada uno, una pasión en
su vida. Para algunos era la aventura, para otros eran las lanchas, para
algunos otros era la música, en tanto que los carros y la velocidad cubrían el
tiempo libre de otros. Los fines de semana nos reuníamos para hablar de aquello
que llamábamos hobbies, de cada uno
de mis panas. Hasta que un día comencé a cuestionarme: - pero, bueno, Héctor, y
cuál es tu pasión en esta vida? Todo el mundo tiene la suya, y la tuya qué? Así
pasé un largo tiempo de cuestionamiento, de autocrítica, de autorechazo y de, en consecuencia, de una auto imagen
deformada. Las semanas transcurrían llenas de actividades rutinarias: comer,
trabajar, leer, escribir, correr y los fines de semanas pasarla bien con los
amigos, familiares, vecinos, etc. Era muy común que en la semana recibiera
llamadas de gente que se anotaba con
tiempo para reunirse conmigo, bien en mi casa o en sus casas, o en la playa, en
la montaña o a la orilla del río. Así, cada vez que alguien llamaba a partir
del Miércoles, preguntaba ¿Quién se anotó? De esa manera pasaron los días,
semanas y meses, hasta que un día me dije: - Carajo, Héctor, tú sí tienes una
pasión y es una pasión muy grande: tú pasión es la familia, tu pasión son tus
amigos, tu pasión es la gente que te quiere y tú quieres. Quieres más pasión?
Ese día sentí una sensación maravillosa al darme cuenta que estaba viviendo mi
pasión desde mucho tiempo, incluso antes que mis amigos descubrieran la suya y
no me había dado cuenta.
Tiempo más
tarde comprendí que esa pasión se alimentaba de una concepción de la vida que
poco a poco se iba convirtiendo en el leit
motiv de mi existencia: vivir para sentir bienestar y extrapolar ese
bienestar a todo el que me rozara! Hasta que, luego de todo esto, me dio por
estudiar, ahora sí sistemáticamente, sobre la felicidad, el amor, el bienestar,
el placer, el optimismo, la gratificación, etc.
Fue entonces
cuando aprendí que la vida está llena de situaciones placenteras y de
situaciones gratificantes, claro, además de muchísimas otras. Y que aunque una
y otra se parecen tienen explicaciones prácticas profundamente distintas.
Entendí que cuando me echaba palos con cualquiera por cumplir con Nuestra Señora del Fin de Semana,
sentía una sensación distinta que cuando compartía unos tragos con algún
familiar o con un amigo cercano. Y cuál era la diferencia? Bueno, hay una
diferencia en cuanto a la duración de la sensación de bienestar. En el primer
caso, la duración era efímera: apenas uno o dos días después, estaba
completamente olvidada. En el segundo caso, la sensación de bienestar se
mantenía por meses, incluso por años, ya que con el correr del tiempo, puedo
evocar con claridad algunos trailers
de esa experiencia y revivir aquello como si hubiera pasado hace apenas unos
días. Del mismo modo, la intensidad con que se vive una y otra experiencia son
igualmente distintas. En el primer caso se trata de una experiencia de baja
intensidad; mientras que en el segundo caso la vivencia se puede considerar de mediana
a alta intensidad, ya que se entregan afectos profundos, se entrega confianza,
se entrega genuidad y se entrega autenticidad. La noticia es aun mejor cuando
sabemos que todo eso que entregamos también lo recibimos de vuelta. El placer,
primer caso, es transitorio, se desvanece con increíble facilidad, pero produce
habituidad. Recuerdo que en un tiempo tuve un amigo de tragos –parece mentira, pero éstos existen- con el que
salía cualquier día de la semana a refrescarnos.
Lo extraño de este amigo era que al otro día lo veía en el trabajo y me
saludaba con un seco –Buenos días,
profesor! Esa escena se repitió muchas veces, hasta que dejé de tomar. Ahí se
acabó la amistad (¿?).
La
Gratificación, por su parte, como dijimos anteriormente, supone la entrega de
una parte de la personalidad que en condiciones normales, de disfrute
superficial, se obvia u oculta. Por otro lado, la experiencia gratificante se
considera como una inversión psicológica que se revaloriza aún más con el paso
del tiempo. Por eso, cuando el tiempo nos alcanza y el tiempo por vivir es
muchísimo menor que el vivido, entonces esas experiencias gratificantes vividas
intensamente en el pasado lejano, cobran mayor importancia para el inversionista.
Mucha gente vive
en una búsqueda constante en todos los sentidos: viven relaciones sentimentales
fugaces, cambian constantemente de actividades, cambian de amistades, etc.
Muchos jóvenes y aún algunos adultos, tienen
sexo constantemente con parejas furtivas; de cada experiencia surgen nuevas
necesidades que quedan insatisfechas, creándose un círculo interminable de
insatisfacciones. No ocurre lo mismo cuando se hace el amor, porque hacer
el amor implica entrega, implica dejarse fluir, entrando en tal estado de
transparencia que, además del cuerpo, quedan desnudos los sentimientos.
En esta línea
de pensamiento, me ocurrió que en estos días tuve una experiencia cimera de
gratificación al asistir a un Reencuentro de amigos, graduados de Bachilleres
en el año 1973, en el Liceo Agustín Aveledo, de La Pastora, Caracas. Cerca de
40 personas estaban allí, la mayoría de las cuales tenían 40 años que no se veían. Habían allí
personas que fueron grandes amigos, grandes compañeros, algunos otros que
habían sido novios. Pero …. qué era lo que unía a esas personas? Por supuesto
que tenían muchas cosas en común, pero a mi manera de ver, el vaso comunicante
de ese encuentro fue la nostalgia, ese sentimiento de ver el pasado con cariño,
de extrañar aquello que se ha querido, que se ha tenido, pero que ya no se
tiene. Las personas nostálgicas no tienen problemas en manejar el vehículo de
la vida mirando preferentemente por los espejos retrovisores; viven contentos
con su pasado y eso es lo que hace que revivan –vuelvan a vivir- las experiencias
del pasado. Por cierto, en un estudio sobre el Bienestar se recomienda a las
personas invertir su dinero, aunque no hace falta que sea dinero, en
experiencias; experiencias que puedan ser vividas como la primera vez. En este
sentido, una de las características de la gratificación está en el fluir (flow) y eso fue lo que cada uno de los reencontrados hizo al entregarse al
disfrute total de la actividad. El flow
lo define el psicólogo Mihalyi
Csikszentmihalyi, “como un estado en el que la persona se encuentra
completamente absorta en una actividad para su propio placer y disfrute,
durante la cual el tiempo vuela y las acciones, pensamientos y movimientos se
suceden unas a otras sin pausa. Todo el ser está envuelto en esta actividad, y
la persona utiliza sus destrezas y habilidades llevándolas hasta el extremo. La
persona está en flow cuando se
encuentra completamente absorbida por una actividad durante la cual pierde la
noción del tiempo y experimenta una enorme satisfacción”. Justamente, al
reencontrarnos 40 años después, sin penas, sin prejuicios, sin miedos, nos
tomamos de las manos como solíamos hacerlo, nos abrazamos y besamos como
solíamos hacerlo, bailamos todos juntos en una danza amorosa de agradecimiento
al creador por permitir volvernos a ver 4 décadas después.
Lo que no sabía yo era que desde
hace 40 o más años he estado invirtiendo en gratificación y que había
descubierto mi pasión a temprana edad, pero no me había dado cuenta por estar entregado al
flow, lo que me había impedido
ponerle nombre a mi pasión. Creo que en el futuro seguiré haciendo este tipo de
inversiones, ahora que ya lo sé!
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