Uno de los axiomas de popular aplicación en el deporte rey venezolano y en todas partes donde éste se practique es que el buen pitcheo siempre se impondrá por encima del buen bateo.
Esto se demuestra a través del promedio al bate
de los jugadores. El promedio define lo que es un pelotero exitoso cuando éste
exhibe un bateo de .300 o más puntos. Un bateador de .300 siempre va a tener
chamba en un equipo grande liga.
Y ¿qué significa .300 puntos de bateo?
Simplemente que de cada 10 turnos al bate el bateador haya logrado batear de
hit 3 veces. Y ¿las otras 7 veces? Bueno, en esas 7 veces el lanzador lo ha
logrado dominar. O sea que aún dominándolo el 70% de las veces que se
enfrentan, el bateador obtiene una victoria pírrica sobre el lanzador. Todo ese
hándicap, aparente, que tienen los pitchers sólo indica lo difícil que es darle
a la bola, tan difícil y tan celebrado que el último jugador que bateó para 400
puntos lo hizo hace 80 años exactamente y, de acuerdo a las últimas estrategias
para dominar aún más al bateo, parece muy poco probable que eso vuelva a
ocurrir en los próximos años.
No obstante toda esta ventaja a favor de los
lanzadores, la ciencia del beisbol sigue favoreciéndolos. Auxiliados de la
estadística producida por los estudiosos
del beisbol actuando a favor de los serpentineros, han logrado acumular
guarismos de cada jugador presente en el big
show, lo que les permite, entre otras tantas cosas, conocer cuál es el
lanzamiento que más daño les hace, hacia dónde tienden a batear, qué
lanzamientos hacerle (y cuáles no) en 1 y 1, en 2 y 1, en 2 y 2, en 1 y 2 y en
3 y 2, en 2 y 3 no porque están
ponchados, todo esto dependiendo incluso del inning que se esté jugando, si el
juego está a favor o en contra, si el pitcher es derecho o zurdo, de su lugar
en el line-up y de quién es el próximo bateador y con cuántos outs está
bateando.
Computadora muñequera que utilizan los catchers para llamar el juego. |
Hasta no hace mucho los catchers eran los encargados de pedir los lanzamientos que debía lanzar el pitcher o como le dicen en beisbol de llamar el juego. Luego los managers y coaches, con estadísticas en mano les daban la señal a los cátchers de lo que debían pedir. Pero ahora, recientemente, se dejaron de pendejadas e inventaron una computadora de muñeca (wrist computer) que se colocan los catchers en sus antebrazos y que con solo destaparla se enteran de los lanzamientos que deben pedir, sin necesidad de estar volteando a cada momento hacia el dogout en busca de la señal del mandamás o de acumular visitas al montículo, lo cual ha sido limitado en los últimos años.
En la actualidad el Pudge Rodríguez no tendría que tendría que estar constantemente mirando al dogout. |
Formación especial contra zurdos |
Y mientras tanto, ¿qué hacen los bateadores?
Los bateadores llegan al home plate a usar sus habilidades y aptitudes en busca de hacer un
buen contacto que les permita embasarse,
aunque para ello deben primero descifrar
los pitcheos del lanzador quien, en promedio, emplea entre 5 y 6 distintos
tipos de serpentinas. Por eso se dice que muchos bateadores llegan al home plate en busca de un lanzamiento.
Otros llegan a adivinar. Y algunos otros llegan a pescar. Muchas veces el bateador
entre lanzamiento y lanzamiento se sale de la caja de bateo para pensar cuál
posiblemente sea el próximo pitcheo que haga el lanzador. Esta ley de probabilidades las maneja el
bateador en su mente, ya que él no cuenta con una computadora en la muñeca ni
en el mango del bate que le indique para cuál lanzamiento debe estar preparado.
Muchas conexiones que salen del parque de jonrón se deben a que el bateador se sentó a esperar un lanzamiento y tuvo
la suerte de que lo lanzaran y contó, por supuesto, con la habilidad para no
desperdiciar la oportunidad o la adivinación.
Dado que voltear hacia atrás para ver las señales
que emite el cátcher a su lanzador constituye una violación, algunos bateadores
reciben ayuda de los coaches e incluso de algún otro bateador que haya logrado
embasarse y tenga la jugada de frente, como lo es desde la segunda base. Respecto
a esto mucho se ha hablado de la dupla formada por César Tovar y Vitico Davalillo
quienes, de acuerdo a la tradición oral, tenían sus propias señas mediante las
cuales se comunicaban entre ellos el
lanzamiento pedido por el receptor y las
jugadas que entre ambos armaban a continuación, como robo de base, bateo y
corrido, toque de bola, etc. Hubo también algunos, como el slugger del Magallanes Luis Raven, a quien más de una vez las
cámaras de TV lo pillaron tratando de ver por el rabito del ojo las señas del
receptor. Lo cierto del caso es que el robo de señas tanto en Venezuela, como
en las Grandes Ligas ha existido desde que el beisbol es beisbol, aunque de
manera doméstica o artesanal y ello habla sin duda alguna de la superioridad
que el pitcheo tiene sobre el bateo.
Algo que parecía una leyenda urbana en las
Grandes Ligas fue el tan comentado robo de señas que llevaría a los Astros de
Houston a ganar la Serie Mundial de 2017. Según la investigación llevada a cabo
por MLB los Astros instalaron una
cámara en el center field, la cual enviaba las imágenes de los pitcheos pedidos
por el receptor del equipo contrario a una cámara de video instalada en el club
house del equipo, desde donde era transmitida a un operador colocado en el dogout quien se la enviaba al bateador
de turno de los Astros a través de dos tipos de sonido que se obtenían
golpeando un tobo: con un sonido se comunicaba si el pitcheo iba a ser
rompiente y, dos, la ausencia de sonido
implicaba que el lanzamiento sería en recta. Todo esto sucedía durante los
últimos 4 segundos de los 12 reglamentarios que tiene el pitcher en hacer el
lanzamiento y ante el escándalo de la muchedumbre que generalmente ronda los 40
mil fanáticos presentes en el stadium. Es necesario acotar que,
contradictoriamente, las sanciones que luego se produjeron en el equipo Houston
no se debieron al robo de señas como tal, sino al uso de tecnología ajena a la
naturaleza del juego, como serían las cámaras de videos. Definitivamente, digno
de Ripley!
Aunque no es propósito de esta crónica discernir
sobre las razones deontológicas de todo este escándalo, sí es bueno recordar
que cuando los dueños de equipos, en contubernio con MLB, lo requirieron, encargaron el diseño de una pelota más activa
que la esférica convencional. Las razones se
centraron en que siendo el Jonrón la gran atracción del juego, el que
lleva aficionados a los parques de beisbol, el que paga la entrada pues,
análogo a lo que en boxeo sería el nockout, los dueños de equipo se dejaron de vainas y le hicieron una pequeña trampa al mercado al incorporar
una pelota que viaja con más rapidez al ser chocada por el bate, todo esto para
corregir las distorsiones del mercado
que estaba llevando cada vez menos fanáticos a los estadios. Crearon, entonces,
lo que en estos tiempos se conoce como la pelota
salidora o “bolas que al ser bateadas
muestran una aerodinámica fuera de lo normal cuando están en el aire,
haciéndolas volar mucho más de lo que
una pelota reglamentaria se supone que lo haría”. En otras palabras se
trata de una pelota trucada. (Estudio
realizado por el portal Baseball Prospectus).
Como resultado, en 2019 y faltando 3 semanas para
la culminación del calendario regular, fue superada la marca histórica de más
jonrones en una temporada, al batearse el jonrón 6.106, dejando atrás la marca
registrada en 2017. Sin embargo desde
2016 se han bateado cada vez más jonrones en la Gran Carpa, sin desconocer que
esta epidemia jonronera comenzó con el nuevo milenio, cuando en el año 2000 se
batearon 5.693 batazos de vuelta completa.
Ya para ir cerrando, este tema del robo de señas
que he planteado con el (dis) símil entre el pitcheo y el bateo, me hace
recordar el cuento del esclavo que fue enterrado en medio del circo romano con
solo la cabeza fuera de la arena, para enfrentarse a un fiero león que fue
soltado apenas terminaron de acicalar el terreno. El león se abalanza sobre la
cabeza del pobre esclavo y le clava una patada con sus garras retractiles,
mientras da una vuelta lentamente para recibir los aplausos del soberano. Luego
viene y le clava un mordisco en el hipotálamo, quedándose parado sobre el
esclavo con los testículos sobre la cabeza de su víctima, disfrutando los
vítores del graderío; ocasión que aprovecha la fácil presa que era el esclavo
para morderle una bola, lo que hace que el león huya despavorido acusando el
dolor que le causaba la mordida en la criadilla. Desde las tribunas los
espectadores no pueden creer lo que ven y llenos de furia y de frustración le
gritan al esclavo “sinvergüenza,
tramposo, juega limpio desgraciado, aprende a jugar limpio, ojalá y te lleve el
diablo” …. o sea.