Mi más auténtico homenaje
40 años después!
Héctor
Acosta Martínez
A puntico de
cumplirse 40 años de mi egreso de mi Glorioso
Pedagógico de Maturín, se me acrecientan las ganas de evocarlo y declararle
mi agradecimiento por esos 4 años de crecimiento adquirido en sus muy calurosas
aulas.
Allí llegué un
mes de Marzo de 1974 cuando estaba cambiando la piel del irreverente adolescente venido de la Capital, por la del
adulto preocupado por la trascendencia del género humano.
Y es que así nos
lo comenzaron a inyectar desde el comienzo un grupo de jóvenes profesores
–aunque para mi eran ya unos viejos- entre los que se destacaban Pedro Márquez,
(Pitongo), con su cátedra Estudio y Comprensión del Hombre; Eddy Córdova
Córcega, con su Antropología Cultural, Manuel
Moreno y su Problemática del Desarrollo, Carlos López Monteverde y su
Filosofía, etc. Realmente nos recibieron con plomo del grueso. Por eso cuando
regresé a Caracas en mis primeras vacaciones y aún sin cumplir los 20 años, mis
amigos del bachillerato me decían “carajo, guayanés, es que estás madurando muy
rápido”. No había de otra!
Maturín y mi
Pedagógico representaron el regreso al pueblo, a la sencillez, a la humildad,
al sin prisa de la provincia de las horas eternas, al encuentro afectivo y transparente
con los lugareños que había abandonado hacía 6 años en mi natal Ciudad Bolívar,
a la amistad franca y desprendida de los nuevos amigos y conocidos, a la
aceptación y al reconocimiento hacia el nuevo habitante del que todos se dieron
cuenta al llegar. Maturín fue, indudablemente, el comienzo de una nueva vida,
el despertar de nuevas pasiones, el descubrimiento de un nuevo ser: “el pelúo, el melenúo, el caraqueño, el
malandro manso, el pavo, el burda de pavo”.
Y el Pedagógico sería la escuela, sería y en
efecto fue, el laboratorio en el que se le daría forma a esa nueva personalidad.
Esa escuelita como muchos llamaban despectivamente, se encargó de motivar las
ganas de saber, de aprender y de humildemente trascender.
Desfilarían por
sus aulas profesores con muchas ganas de enseñar y de que aprendiéramos lo enseñado.
En un paneo general recuerdo al Master García Maneiro, al preocupado Oscar
Velásquez, al inquieto Flaco Silva, a mi madrina y siempre insatisfecha Nidia
Cárdenas, al camarada Hernán Pineda, a mi guía y putativo hermano mayor (aún en
funciones) Eddy Córdova. Cómo no recordar a Panchita Colmenares y su mapoteca!
Cómo no recordar a Hilda Ávila quien me paseó por todo el Pedagógico intentando
persuadirme que no me cambiara de especialidad, de Inglés para Ciencias
Sociales, en un infructuoso intento por torcer el rumbo que ya tempranamente me
había marcado.
También recuerdo
con mucho cariño al inefable Michael Narain, a quien todos en Maturín conocían
como Maikí, y a quien nunca le di el gusto de subirme en un ring de boxeo que
tenía en su casa, por mucho que me lo rogó. La leyenda urbana decía que Maikí
cuando llevaba un invitado al ring soltaba unos perros rabiosos (e ingleses?) y solo los
volvía a amarrar cuando el sparring estaba noqueado. Así que yo sabía a lo que
me exponía!
En las aulas del
Glorioso Pedagógico de Maturín
siempre había una actividad destinada al empoderamiento de aquellos estudiantes
que, la mayoría, venía de estratos socio-económicos con muchas carencias, pero
que con aquel esfuerzo que hacían esos profesores, poco a poco se iban
superando esas brechas, porque hay que recordar que los escogidos para estudiar
Educación eran de los promedios más bajos en bachillerato, verbigracia quien
escribe esta crónica, quien durante su carrera por el liceo no llegó detrás de
la ambulancia, como dicen en hipismo, no, llegó dentro del la ambulancia.
No sabemos cómo
lo hacían pero al Pedagógico fueron
a parar personajes de las letras que estaban en el Top Ten del momento. Recuerdo haber asistido a conferencias con
Rigoberto Lanz, Héctor Silva y su hermano José Agustín Silva Michelena, Agustín
Blanco Muñoz, Héctor Malavé Mata, etc. Algunos de ellos trataban de convencernos
de lo conveniente que era el sistema que
30 años después nos persuadirían de que era inviable. Pero bueno, ese no es el
tema del día!
Por último
estaban los compañeros, cada uno con una chispa individual, cada uno con su
historia y con su señal particular.
No puedo olvidar
a mi pana y compadre el Pollo, alias Fernando Marval, con quien compartí muy
buenos momentos. No sé pero del Glorioso
Pedagógico de Maturín recuerdo solo buenos momentos. También guardo gran
cariño por Ibrahim Hernández, cuya vida signada por la desaparición de su
hermano, el estudiante de Sociología Luis Alberto Hernández, lo marcó para siempre.
Orlina Malavé
fue quien me brindó la bienvenida, cuando ambos estudiábamos en la especialidad
de Inglés. Losveida Coromoto Saballo, mi amiga del 1er semestre, juntos hicimos
los primeros trabajos sobre la Problemática de la Ciencia y la Tecnología
Contemporánea. Qué es, pues?
Yamila, la
eterna reina de las fiestas de El Corozo. Aún recuerdo la risa contagiosa de
Gisela, pana de Yamila y con quien fuimos una vez a comer carne asada, luego de
bailar en Los Kioskos y solo ellas dos pudieron comer ya que le echaron tanto
picante, que el Pollo y yo tuvimos que omitirnos.
Había varios viejos entre los compañeros, quienes nos
transmitieron toda su sabiduría de la vida y de las aulas. Ellos eran Oswaldo
Andarcia, Américo Rondón, Zaracual, Chichí Ávila, Laverde. Eran lo que llamaban
las maturinesas hombres corríos. Por
no ser hombre corrío, seguramente, jamás pude concretar mi encandilamiento con
Eunice Barreto, mi popular flaca Eunice, también pana de más. Mucho cariño
guardo y se lo manifesté a Laura Guzmán, la amiguita zanahoria de Gisela y
Yamila.
Mi amiga de ayer
y de hoy Ingrid Meneses, juntos pasamos muy lindos momentos, desde que
tempranamente me metió a troskista, hasta nuestros días.
Bastante que
recuerdo a Heraclio Narváez, la combinación de ese nombre con ese apellido no
puede ser sino de un margariteño. Compartimos por allá en la Azcúe, en la loyera, donde conocí a Corina Franco,
con quien compartí un afecto muy hermoso.
Mi pana de toda
la vida, Dinorah García Rausseo, mejor conocida como la gorda Dinorah, hoy
convertida en una prestigiosa terapeuta en Ciudad Guayana. Junto a ella, mi
otra pana de siempre Laura Dagmar Acosta, otra de las flacas populares del
IUPEM, de las más inteligentes y vivaces, siempre estuvo por ahí cerca de mi. Y
cómo no recordar con infinito cariño a Miriam Acosta de Garcilazo, mejor
conocida como Miriam Garcilazo? Me contaba ella que cuando tuvo problemas con
un profesor, lo chapeó diciéndole que era hermana mía. Siempre ocurrente! Mery
Marcano es otra de las amigas a quien siempre recuerdo. Por ahí tenemos una
foto juntos en Cariaco.
Magda Ramos, una
de las casadas del grupo, inteligente y perspicaz, el sueño de muchos y la
realidad de un tal Perfecto. Gran amiga. Y si de gran amiga se trata por ahí
está Martina Rivas, compartimos mucho los últimos semestres, al punto que hasta
no hace mucho tenía una gran olla que quedó en mi casa de un sancocho que
hicimos en el último semestre. Yo la tenía, Martina!
Omaira Villegas,
compañera, luego esposa y madre de mi hijo Héctor José, recientemente Omaira
ascendió al lugar de los inmortales.
También fueron
mis carnales y por ellos y ellas guardo un grato recuerdo Magloris Arredondo,
la flaca Nelly Rondón, Jadiee Cesín, Norka, Elaine, José Hernández, estudiamos
desde Primaria; el siempre sonriente Julio César Hernández, mi prima Raiza
Latuff, Suleima Ortiz, el inefable Gordo Ortiz, Teresa Castillo de Pierluissi,
o Teresa75 pues, Yubirys Rojas, mi pana Numa Rojas, Hilda Malchiodi, María
Faligne Ortiz de Salazar, bastante que estudiamos en su casa y comimos las
meriendas que nos preparaba la vieja Ada, la mamá de Eunice; Aracelis Silva e
Isidro Zorrilla.
Posiblemente
estos 40 años hayan pasado factura en mi memoria y a algunos no pueda recordar,
pero que nadie se dé por omitido, ya que seguramente por allì debe estar la
vivencia que ni el alemán podrá borrar.
A 40 años de mi
egreso del Glorioso Pedagógico de
Maturín, cumplidos este 28 de Enero, como pudimos ver, en mi memoria sólo
quedaron gratos e imborrables momentos. Y no es que no haya habido algunos
desagradables, pero es que alguien en ese grupo algo inventaba para disipar
rápidamente cualquier atisbo de pesadumbre. Así se vivía en el Oriente. Así era
Maturín!
Gracias,
Maturín, Gracias, querido Pedagógico. 40 años no son nada para honrarte y
agradecerte todo lo que hiciste por mi. Siempre te estaré agradecido!
No hay comentarios.:
Publicar un comentario