De
caras de pendejos está llena la traición!
“¿Qué
será del pobre Augusto? ¿Dónde estará el pobre Augusto?” Quien hace las preguntas era el Presidente
Salvador Allende, quien en las primeras horas del 11 de Septiembre de 1973
enfrentaba un cruel golpe de Estado. Y el tal “pobre Augusto” era nada más y
nada menos que Augusto Pinochet, quien meses antes había sido nombrado por el
Presidente Allende Comandante en Jefe de
las Fuerzas Armadas chilenas y hasta ese infausto momento, hombre de confianza
del mandatario.
Con esa cara quién lo iba a imaginar? |
Era obvio, entonces,
que Allende lo buscaba para que en su carácter de jefe del ejército defendiera
al país del bombardeo atroz que la aviación descargaba sobre el Palacio de la
Moneda. Pero lo que también era obvio es que el Presidente Allende ignoraba que
aquel colaborador cercano, aquel general que se había ganado su cariño más por
su aparente fidelidad y opacidad como hombre que por su poca lúcida carrera, a
ese hombre se le desatarían todos los demonios y a partir de ese momento
tendrían que pasar 17 años de la más cruel dictadura que conozca la América
entera, para que aquel general taciturno abandonara parcialmente el poder del
país austral.
Y es que la traición lo
primero que produce es incredulidad, porque generalmente el traidor, como los
espías, es siempre una persona de la que jamás se sospecharía una dimisión al
juramento, muchas veces no escrito, de lealtad y fidelidad. Para cometer la
felonía de la traición, el traidor hubo de demostrar previamente poseer rasgos
generadores de confianza, una conducta incapaz de producir un mal presagio y
una cara de tonto a prueba de sospechas. ¿Qué se iba a imaginar El Cabito, Cipriano Castro, por
ejemplo, que su propio compadre, Juan Vicente Gómez lo defenestraría del poder, al punto de ni
siquiera permitirle la entrada al país y que ese hombre campechano gobernaría
Venezuela durante 36 años con la mano más férrea que jamás se hubiera
sospechado?
En cambio que de
aquellas personalidades de mente abierta, de lenguaje locuaz, de ojos
destapados, de mirada retadora y de verbo lacerante siempre se está esperando
una puñalada trapera o el amasamiento de grandes fortunas habidas a las sombras
del ejercicio del poder. A estos es a quienes el vulgo le atribuye fortunas,
fortuners y four runners; amantes, viajes y cuentas en los llamados paraísos
fiscales.
Recientemente, en
Venezuela, si usted preguntaba por un edificio, no tardaba en aparecer alguien
que le dijera “ah, ese edificio es de Diosdado”. Y si se iba a la Isla de
Margarita, allá el ñero más hijoerdiablo le decía “caraj, mijó, ese es el hotel
de Diosdado”. Y si usted se encontraba
en Ciudad Bolívar, como una vez me pasó, y a alguien le robaban una moto, de
inmediato saltaba un lugareño que con celular en mano se prestaba a hacer una
llamada en los términos de “qué pasó, Diosdado, coño, vale, esa moto es de un
pana, devuélvesela”. Ah vaina, en serio!
O como me pasó en otra
ocasión en la que estaba en el Hotel Intercontinental de Puerto Ordaz y al
preguntar por qué habían cerrado el Casino me dijeron “por órdenes de Diosdado,
pero sabes por qué no se han llevado las máquinas? Porque las máquinas son de
Diosdado”. Incluso, hasta al pueblo de Diosdado le cambiaron el nombre de El
Furrial por el de El Fullrial, en
alusión expresa a toda la fortuna que le adjudican al hijo de doña Felicia.
Lo que pasa, a mi saber
y entender, es que Diosdado cuadra en ese perfil de hombre corrío, como los definen las muchachas de Maturín, de tipo claro y abierto, directo y
frontal y además con pinta de sobrao
del que podría extrapolarse cualquier relación sin escrúpulos en el manejo de
los recursos públicos.
Ah, pero mientras a
Diosdado le endosaban la propiedad de media Venezuela y de un pedazo del
extranjero, a la sombra se fraguaba la traición a través del dolo al erario
ejecutada por conspicuos colaboradores del rrregimen cuyas caras y maneras de
expresarse denotaban a las claras la presencia de un pendejo.
¿Quién podía sospechar algo malo? |
Díganme ustedes si no
la tenía aquel diputado, que luego se convirtió en Magistrado del Tribunal
Supremo de Justicia y quien en las primeras de cambio cuadró un guiso
multimillonario con la construcción de la, hasta ese momento en pañales, Ciudad
Lebrúm? Cómo era que se llamaba?
Con estos ojos nadie puede ser sospechoso |
O aquel otro gobernador
de Aragua quien con ojos tristones y una modorrosa expresión corporal que
configuraba, al entender de los expertos, el perfil de un perfecto lerdo, se
logró embolsillar una cantidad inimaginable de dólares, para después
convertirse en informante y protegido de la CÍA?
Para continuar, no podía
faltar alguien cuya vida estuvo siempre perseguida por las lechuga$ verde$ norteamericanas. Con una vida en la industria petrolera llegó a ser Presidente
de PDV$A, posteriormente fue Mini$tro de la misma rama; más adelante en
paralelo ejerció ambos cargos y, cuando las so$pechas se hicieron muy fuertes,
fue enviado de embajador ante las Nacione$ Unida$. Este hombre con cara de santo
acrecentaba su mal ganada fama de tonto con el padecimiento de una dislalia llamada Rotacismo,
que es la responsable que este venerable de 2 metros fuera motivo de
risas cada vez que decía que PDV$A era “doja dojita”. Ya cansado de tantos
verdes, mandó pal carajo a quienes le pusieron en bandeja de plata su medio de
fortuna y hoy lo conseguimos dando clases magistrales en el extranjero,
denostando de la ascosidad que le produce el dinero mal habido.
Imposible predecir maldad a partir de este apacible rostro! |
“¿Y dónde está Rosendo?”, se le escuchaba preguntar con cierta premura al Presidente venezolano Hugo Chávez Frías la tarde del 11 de Abril de 2002, momento en el que se enfrentaba a una conjura política-militar que amenazaba con desalojarlo del poder.
Se refería el Pdte
Chávez al General Manuel Antonio Rosendo
quien fungía de Comandante General del Ejército al momento de la montonera y
quien sería el encargado de defender la República a través de la activación del
Plan Avila, plan diseñado con mucho tiempo de antelación para casos de extrema
necesidad y cuyo responsable de dar la voz de play ball era el regordete
general.
Pura bondad se intuía en su mirada |
Pues bien, el obeso y
hazmerreír de mucha gente, general
Rosendo, nunca respondió a las llamadas que le hizo su jefe, sospechando éste
que, probablemente, se trataba de que el mandamás del Plan Ávila había sido
hecho preso por los sediciosos y complotados militares traidores.
Sin embargo, no
demoraría mucho en saberse que aquel hombre de indiscutible lealtad, aquel
prohombre que al despedir las paradas militares finalizaba con la ruidosa
arenga de “Patria, Socialismo o muerte”,
ese mismo que había sido objeto de chanzas tanto por el grosor de su
figura como por su aparente pusilanimidad, simplemente estaba en la jugada del
golpe, para sorpresa de unos y otros.
De manera que el
auxilio de Rosendo nunca llegó a Miraflores, por muchas llamadas que se le hicieron, lo que
dio lugar a que del propio palacio se corriera la especie que, muy
posiblemente, se debió a que el gordo general haya quedado atascado en la
tanqueta al tratar de salir de ella.
Finalmente, por donde
quiera que se les vea, los pendejos de esta crónica al igual que otro que tenía
cara de pendejo, no tenían ni un pelo de tontos, y como lo dice el lugar común,
sólo una cara de pendejo bien administrada.
En lo siguiente será
necesario el diseño de un pendejómetro
que sea bien confiable, ya que pendejos como los susodichos ya no llegan
saludando a los santos cuando van a misa, es más …